ENTREVISTA A JOSÉ «PEPE» VALDEZ

El lugar nuestro

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Pepe nos abre las puertas del Centro de Veteranos de Malvinas de Quilmes, ubicado en la esquina de Joaquín V. González y Ricardo Gutiérrez. Nos cuenta su historia y la de sus compañeros ex combatientes, su mirada sobre la salud y el rol comunitario que ocupan en su distrito.

Jonatan Konfino y Manuela Ledesma Groba (E): ¿Cuál es la asociación que percibís entre guerra y salud desde tu experiencia en Malvinas? ¿Cómo te imaginás esa relación?

Jose “Pepe” Valdez (JV): Mientras estuvimos en Malvinas, tuvimos una participación muy fuerte de la Cruz Roja Internacional, con la designación de un hospital de campaña y con médicos de distintos lugares del mundo, principalmente de centroamérica. Mientras estuvimos en Malvinas, su participación fue positiva: se salvaron vidas, curaron heridas.

A nuestro regreso, tuvimos una evaluación médica, no así una correcta contención psicológica, lo que nos trajo aparejados muchos problemas a lo largo del tiempo, por el llamado estrés postraumático crónico, que tenemos nosotros. En ese sentido, nos faltó salud.

Podríamos decir que, durante el conflicto había dispositivos de salud, estaban los medicamentos, estaba la contención, estaban los médicos; pero, cuando volvimos, no hubo absolutamente nada de salud para nosotros.

E: Mientras estaban allá el rol era principalmente de la Cruz Roja ¿o había un hospital de campaña del ejército argentino o había médicos?

JV: Había, sí. Estaba el hospital de campaña de la Cruz Roja y había un pequeño hospital junto a distintas fuerzas sanitarias del ejército, también de la armada, con enfermeras y médicos a bordo de los dos buques hospital. Allí se atendían los aspectos más graves, heridas. Si tenías algo menor, no se atendía.

E: Con el correr de los años, ¿hubo alguna modificación en ese aspecto?

JV: Si. En el año 1991 comenzamos a tener PAMI. Pero, nosotros siempre decimos, en el año 91 éramos muy jóvenes, muchos de nosotros no lo usamos, o teníamos un trabajo con alguna obra social específica.

A partir del año 83, muchísimos ex combatientes trabajamos en las reparticiones del Estado. Se habían abierto las puertas. Particularmente, yo entré a trabajar en lo que era la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), que después se dividió en Telefónica y Telecom.

Después vino la década del 90, que implicó el cierre de empresas, los retiros voluntarios, el achicamiento del estado. Muchos de los compañeros se quedaron sin laburo y como consecuencia, sin obra social. Ya habían pasado 10 años desde Malvinas y empezamos a necesitar los servicios de la obra social. También estábamos formando nuestras familias, PAMI también era muy reciente, fundada hace muy poquitos años y todavía no tenía maternidad, pediatría, muchos servicios que nuestras familias también necesitaban.

Después del reconocimiento que nos hizo Néstor, que fue verdaderamente un reconocimiento y una apertura de políticas de estado para los ex combatientes de Malvinas, se establece dentro de PAMI la Circular 191, que comienza a armar un circuito dentro de PAMI, exclusivo para veteranos de guerra, sostenido también por compañeros veteranos de guerra que habían entrado a trabajar.

Más allá de las cuestiones de salud física, hubo un gran impacto en nuestra salud mental. No tenemos un registro exacto de los compañeros fallecidos pero sí sabemos que, en los primeros diez años posteriores a la guerra, hubo entre 600 y 700 compañeros suicidados.

E: ¿Les facilitó el acceso?

JV: Si, nos facilitó el acceso y nos dio un beneficio. Lo que nos diferencia de forma sustancial del afiliado común de PAMI es la libre elección de prestadores y clínicas que tenemos. Nos permitía una libre elección. Hoy el sistema PAMI para todos los afiliados está cambiando hacia esa línea, hacia la libre elección de prestadores.

E: ¿Considerás que se pudo dar respuesta a las necesidades de salud que fueron teniendo?

JV: La verdad es que sí, nosotros. Consideramos que el PAMI, nos dió y da soluciones, pero también tenemos que tener en cuenta el mapa sanitario de nuestra República. No es la misma realidad que tenemos los compañeros de Buenos Aires que los de Chaco. Allí no hay una estructura sanitaria como la que podemos tener en la Provincia de Buenos Aires o como la que tenemos en el distrito de Quilmes. Aquí tenemos dos hospitales: uno provincial y uno municipal. También tenemos montones de clínicas, un dispensario, hay clínicas privadas de distintos niveles y distintos servicios, en general es una oferta bastante grande.

E: ¿Qué podés decirnos sobre el impacto en la salud que tuvo haber estado en Malvinas?

JV: Más allá de las cuestiones de salud física, hubo un gran impacto en nuestra salud mental. No tenemos un registro exacto de los compañeros fallecidos pero sí sabemos que, en los primeros diez años posteriores a la guerra, hubo entre 600 y 700 compañeros suicidados. En gran parte, por el estigma y el manto de silencio que hubo alrededor de la guerra, pero también producto de la falta de asistencia médica, inclusive teniendo leyes de protección.

En el año 89 se sancionó la Ley de protección al ex combatiente que, entre otras cosas, obligaba al Estado y a las fuerzas que nos habían llevado a Malvinas – en mi caso, el ejército-, a realizar un examen exhaustivo de salud y también a otorgar una pensión para mejorar nuestra condición socioeconómica.

En lo que respecta a la salud, la ley no se cumplió. Ninguna de las fuerzas nos hizo los estudios correspondientes. A raíz de eso, tenemos muchos compañeros que hoy, después de cuarenta años, tienen secuelas directas de la guerra y todavía no pueden acceder a una pensión por discapacidad. Muchos ex combatientes trajeron discapacidades que no fueron reconocidas en ese primer momento y que a través del tiempo se agudizaron. Recién en los últimos años se reconoció esa discapacidad.

E: ¿De qué secuelas hablas?

JV: Específicamente secuelas físicas y muchas secuelas mentales. En los primeros cuatro años posteriores de la guerra, tuvimos a 1500 compañeros internados durante dos, tres o cuatro años, en los hospitales militares, tanto en el hospital naval como en el hospital militar, por temas psicológicos, con medicación psiquiátrica, internados durante mucho tiempo. De esos 1500 muchachos fueron saliendo en forma paulatina, algunos se encontraban bien y otros siguen mal.

En general el estrés postraumático se manifestaba en depresión, en adicciones, como el alcoholismo.

E: ¿Cuándo empezaron a reconocer que estos padecimientos que creían individuales, los reconocían en otros compañeros? ¿Cómo se empezó a gestar lo común, lo comunitario?

JV: Fue prácticamente de inmediato y se dió naturalmente. Nosotros llegamos de Malvinas en junio. Los primeros meses, nos tomamos un tiempo para estar en casa. Luego, comenzaron las juntadas, muchas veces con la excusa de cumplir alguna promesa que teníamos. Nosotros, por ejemplo, nos habíamos prometido que en octubre íbamos a ir caminando hasta Luján y lo cumplimos.

En estas juntadas encontrábamos en nosotros mismos, es decir, en otro veterano, el espacio para hablar, para decir muchas cosas que no podíamos decir por distintos motivos: cuestiones propias, personales, de la sociedad. Pero en ese momentito que estábamos nosotros, hablábamos de todo y sentíamos que era el lugar nuestro. Lo típico era tomar una cerveza y quedarnos abrazados. A veces estas juntadas duraban días, en los que pasábamos las horas hablando de cosas que habíamos vivido en Malvinas, armando las historias. Siempre decimos que uno estuvo en una trinchera a cien metros y el otro estuvo a veinte metros. Cada uno tiene un pedacito de la verdad. Cuando juntás todas esos relatos vas armando un rompecabezas.

Empezamos a armar las instituciones una vez que se restableció la democracia, en diciembre del 83. Algunas de las asociaciones de veteranos ya tienen 40 años de funcionamiento. Es decir, primero vinieron las juntadas y después les fuimos dando la forma de organización, de tratar de unirnos y organizarnos. Sabíamos que era la única manera de sacar las cosas adelante.

En estas juntadas encontrábamos en nosotros mismos, es decir, en otro veterano, el espacio para hablar, para decir muchas cosas que no podíamos decir por distintos motivos: cuestiones propias, personales, de la sociedad.

E: Ustedes, así como otras organizaciones de veteranos, han contribuido a la salud del pueblo, en diferentes formatos. ¿Qué los motivó y qué tipo de acciones realizan?

JV: Nosotros sentimos que tenemos una deuda con el pueblo. Ahora que comenzamos a recibir un reconocimiento, un afecto de la sociedad, tenemos que devolver a la sociedad un poco de todo esto que tenemos. Por ejemplo, este predio, que fue un bien del Estado. Nosotros nos pusimos en la fila y nos tocó. Por eso, estamos al servicio de la sociedad. Estamos terminando de armar un museo, este año o el próximo. Sabemos que en unos años nosotros no vamos a estar y nuestro sueño es que este espacio se convierta en un museo municipal que cuente nuestra historia.

Aquí hemos organizado jornadas de colecta de sangre, donaciones para el hospital local, durante la pandemia instalamos un vacunatorio. También tenemos prácticas deportivas al servicio del barrio.

Con respecto a la pandemia, fue una situación muy complicada. Muchos de nuestros compañeros tienen enfermedades de base y el COVID hizo estragos en nosotros. Por eso, el vacunatorio fue la posibilidad de abrir nuestras puertas al servicio de nuestros veteranos y de la sociedad. Por aquí pasaron 70.000 quilmeños y nos llenó de orgullo poder aportar algo a la situación. Fue el único vacunatorio COVID que funcionó en un Centro de veteranos de guerra.

E: ¿Tienen vinculación con las escuelas locales?

JV: Si. A pesar de que no está incluido dentro de la currícula escolar, es algo que nosotros venimos trabajando hace mucho tiempo, generando propuestas. Nosotros queremos que la cuestión Malvinas se hable y no solamente de la guerra, sino de todo Malvinas: esa historia que empezó doscientos, trescientos años atrás, desde el primer momento que fueron “descubiertas”, de las primeras y las segundas invasiones inglesas y de cómo, a través del tiempo, esas formas de colonización se fueron maquillando. Hace 400 años te ponían una fragata enfrente y con dos o tres cañonazos, te rendías. Hoy, a través del poder económico, a través del poder de las comunicaciones, a través de la cultura, también hay colonización. Colonización y desigualdad. La pandemia y el acceso a las vacunas podría ser un ejemplo de ello.

E: Dos temas atravesados por la soberanía.

JV: Exactamente. Nosotros lo vemos desde el punto de vista de la soberanía. Eso se vió en el mundo con la cuestión de las vacunas. La soberanía científica de producir tus propias vacunas, la desigual distribución: algunos países con muchas vacunas y otros países sin vacunas, sabiendo que la solución al problema es que estemos todos vacunados.

E: ¿Algo más que quieran contarnos sobre el trabajo que desarrollan?

JV: Nosotros trabajamos fuertemente la parte social y solidaria, no solo como quilmeños, sino como argentinos. Cuando nos invitan a un acto, algunos participan. Ahora, cuando hay que ir a los comedores, en los barrios, se juntan treinta compañeros veteranos que colaboran con la cocina, que juntan cincuenta kilos de verdura, de carne, y se ponen a cocinar. Los muchachos se van con alegría en los corazones. Son cosas que también hacemos por nosotros mismos, por lo que significa para el grupo humano poder dar una mano.

Esas son las cosas que nosotros aprendimos en Malvinas y las transmitimos acá: desde el primero hasta el último, somos responsables. Es una responsabilidad de todos los argentinos: sacar adelante al país con esfuerzo y renunciamientos propios, mirando siempre a quién está al costado.

Jonatan Konfino es Secretario de Salud de Quilmes. Profesor de Salud Pública de UNAJ y de GWU.

Manuela Ledesma Groba es técnica en Políticas Públicas. Responsable de Comunicación Fundación Soberanía Sanitaria.