El cambio climático con el consecuente calentamiento global, era ya de por sí causa suficiente para preocuparse por el futuro de las especies que habitan hoy el planeta, en particular por la especie humana en serios problemas de adaptación a las nuevas condiciones ambientales.
El proceso de degradación de los bosques nativos, los pulmones del planeta, en aras de la expansión de las fronteras productivas y de las políticas extractivas sacuden un planeta Tierra finito.
La contaminación descontrolada de áreas esenciales de vida como el agua dulce (de la mano de mineras, papeleras y otras tantas industrias contaminantes), los desechos arrojados a los mares, las napas acuíferas afectadas por las nuevas prácticas extractivas petroleras y las superficies rociadas masivamente por agrotóxicos (utilizados en el mismo paquete tecnológico que traen las semillas transgénicas), son ejemplos de la degradación ambiental por la cual estamos haciendo sucumbir varias especies, incluso nuestra propia especie.
Todas esas acciones comprometen la salud de los seres humanos. Sin embargo, la profundización de los conflictos bélicos presentes actualmente en distintas partes del globo, sería aún más lesiva a la humanidad, pudiendo llevar al mundo tal cual lo conocemos a un holocausto final.
La información sobre estos dramas actuales no circula de manera democrática y masiva, dificultando su llegada a los pueblos. No se habla con claridad sobre los efectos producidos por estos diferentes escenarios, en donde, por ejemplo, centenares de miles de heridos desbordan los pocos efectores sanitarios que quedan de pie en Gaza, donde hay en marcha un genocidio sobre el pueblo palestino. Todo esto se está llevando adelante frente al silencio ensordecedor del mundo.
Los miedos, las angustias, la desolación, los desplazamientos de millones de personas, la destrucción de ciudades, de proyectos de vida, la devastación de familias, son temas poco informados en los medios hegemónicos de comunicación, más dedicados a las miradas ideológicas que a la defensa de la vida.
La información predominante que circula tiende a imponer la mirada de aquellos (países y grupos económicos) que arrasan culturas y pueblos en nombre del progreso y de supuestas libertades. El resto de los pueblos y países, que conforman las mayorías en el planeta, quedan invisibilizados o son presentados como la actual barbarie.
Esta sumatoria de complejidades nos compromete a los trabajadores de la salud. Ante las actuales amenazas vinculadas al deterioro ambiental y los escenarios de guerra, quienes tenemos responsabilidades sanitarias nos debemos un proceso de planificación estratégica, que permita prepararnos para dar respuestas enmarcadas en estas necesidades emergentes.
El perfil epidemiológico construido en este contexto ya no tiene que ver solamente con enfermedades vinculadas a la transición demográfica, sino que se agregan condiciones que llevan a la generación de nuevas patologías, la reaparición de enfermedades otrora controladas (como el cólera que se han multiplicado en el mundo) y una baja de las defensas inmunológicas de los individuos.
En este contexto, la epidemiología crítica debe ser una herramienta utilizada de manera más ampliada, ya que se propone a indagar sobre las consecuencias de los determinantes sociales de la salud, más vinculados a las situaciones descriptas, muchas veces, intangibles desde el punto de vista de la clínica habitual.
Prepararse ante estos nuevos escenarios implica, en primer lugar, una responsabilidad en la construcción de información para el conjunto del pueblo. Frente a la priorización de los medios habituales de comunicación, donde la información sobre los impactos de la política internacional y de los procesos generados por los desechos industriales o extractivistas es poco difundida, en la medida que afectan los intereses económicos que sostienen estos medios, es necesario buscar las maneras de contar la otra parte de esta historia.
Ante el círculo tóxico que aleja a las personas de la información necesaria para el cuidado de su salud, las prácticas de cuidado son esenciales para la preservación y fortalecimiento de la población sana. En este sentido, la tarea de promotores sanitarios con despliegue territorial es esencial en la conformación de la Comunidad Organizada en el campo sanitario, como parte de la organización permanente que nos acompaña desde el nacimiento a la muerte, en donde el pueblo organizado posee las claves de las prioridades sanitarias de cada comunidad.
Son Ramón Carrillo y Floreal Ferrara en acción plena, los maestros como enseñanza continua: un buen plan de salud es agua corriente y cloacas, vivienda, trabajo y salarios con seguridad social, en una calidad de vida digna del pueblo.
Jorge Rachid es médico sanitarista, docente, Director del Instituto Superior de Educación del IOMA e integrante del Instituto Patria.