Del campo a su mesa: ¿por qué discutir sobre soberanía alimentaria?

Foodies, por Tiffany Beucher.

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Algunas definiciones 

La malnutrición engloba las carencias, los excesos y los desequilibrios entre lo que comemos y lo que el organismo necesita para estar “saludable”. Cuando hablamos de “desnutrición” nos referimos sólo al déficit de la misma, pero sabemos que con la falta de acceso al sistema de salud y a sus políticas públicas se genera una alteración global al momento de poder elegir lo que comemos. Un mercado desregulado lleva a una dificultad al acceso en los diferentes grupos de alimentos, y por ende, la capacidad de seguir una alimentación en base a las recomendaciones brindadas para llevar a cabo lo que se define como una alimentación saludable.

Cuando hablamos de soberanía alimentaria nos referimos al derecho del pueblo a definir sus propias políticas y estrategias de producción, distribución y consumo de alimentos, garantizando una alimentación cultural y nutricionalmente apropiada para la población. Éste es un concepto político, por lo cual para cumplirlo se debe cumplir la soberanía en otros ámbitos, brindándole al Estado un rol fundamental.

Sin embargo, conocemos diversas situaciones donde el alimento es insuficiente o excesivo y vemos cómo el derecho a la alimentación es vulnerado. ¿Por qué pasa esto? La Soberanía Alimentaria se construye sobre todo desde la diversidad, la inclusión y la solidaridad. Son muchas las formas que va tomando según sea el territorio, su historia, su cultura, etc. Un elemento clave dentro de ésta es la agroecología, la cual promueve el diseño y gestión de sistemas de producción agropecuaria, recolección, pesca, elaboración, comercialización, consumo y comensalidad, económicamente viables, socialmente justos y ambientalmente sostenibles, caracterizados por una mayor resiliencia socio-ecológica y orientados a fortalecer el buen vivir de toda la sociedad.

 

“Guía alimentaria para la población argentina”: ¿De qué trata?

Es un manual publicado y actualizado periódicamente por el Ministerio de Salud de la Nación que contiene sugerencias y recomendaciones sobre “hábitos de vida saludables en todo tipo de entornos”, es decir, qué hacer para prevenir ciertas enfermedades no transmisibles como diabetes, insuficiencia cardíaca, hipertensión, etc. y también aquellas relacionadas con malnutrición y excesos, como el sobrepeso y la obesidad que, como explicamos previamente, están en constante aumento.

La guía comienza enumerando todas las acciones sugeridas para cumplir el objetivo de estar saludable (concepto que debatiremos en otro momento): comer 5 porciones de frutas/verduras por día; tomar 8 vasos de agua segura; limitar consumo de grasas y azúcares; hacer 30 minutos de actividad física diaria, comer carne, huevo y pescado; no tomar alcohol etc.

Esquema de modelo de alimentación saludable – Guía Alimentaria para la Población Argentina

Posteriormente, se categoriza en diferentes grupos a qué pertenece cada comida: las frutas y verduras por un lado, las carnes por el otro, etc. Lo que más llama la atención es aquel grupo que describen como “alimentos de consumo opcional” donde incluímos frituras, dulces (como helados, chocolates y alfajores), gaseosas, embutidos y fiambres, son los de mayor “sobreconsumo” en nuestra población. Entonces, ¿por qué si sabemos que comer frutas y verduras es sano, aún así, tendemos al sobreconsumo de lo que menos recomendado está? Seguramente, su alta disponibilidad y publicidad tengan algo que ver.

 

¿Y por casa cómo andamos?

Para conocer bien en qué posición se encuentra nuestro país, primero definamos algunos conceptos: ¿Qué es el IMC? Significa Índice de Masa Corporal y básicamente es la relación entre la altura y el peso de una persona. Según la OMS el sobrepeso es un IMC igual o superior a 25 y la obesidad es un valor por encima de 30. Estos números por sí solos no dicen nada, todo varía en base a la edad, el género y el estilo de vida de la persona (un ejemplo claro es la cantidad de masa muscular en deportistas, ya que ésta va a influir en su peso, pero no en su altura).

Ahora bien, cuando hablamos de déficit, definimos a desnutrición como consumo deficiente de alimentos y de una ingestión energética inferior a los requerimientos durante periodos prolongados. En cambio la malnutrición como se definió anteriormente, engloba las carencias, los excesos y los desequilibrios. Aunque son dos conceptos “opuestos” es muy frecuente que la desnutrición y la obesidad coexistan en un mismo país, una misma comunidad, e incluso, en un mismo hogar. 

Según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR), la prevalencia de exceso de peso por autorreporte (sobrepeso + obesidad) fue de 61,6%. Casi 4 puntos superior a la última edición. Con respecto a su distribución, el exceso de peso fue menor en población con secundario completo y mayores ingresos, sin observarse diferencias según cobertura de salud

Resultó mayor la prevalencia de actividad física baja entre mujeres respecto de varones, siendo 46,6% y 41,5%, respectivamente. A medida que aumenta la edad, se observó un incremento de la actividad física baja: mientras los adultos jóvenes de 18 a 24 años tuvieron una prevalencia de 33,5%, en los adultos de 65 años y más fue de 56,7%. Las personas con primario incompleto tuvieron una prevalencia de actividad física baja de 58,3%, mientras que en las personas con secundario completo y más fue de 38,9%.

 

Entonces, ¿por qué discutir sobre Soberanía Alimentaria?

Sabemos que todas las personas tenemos derecho a una alimentación saludable y que las políticas públicas en comunicación y promoción nos sugieren cómo y cuándo tenemos que alimentarnos; aún así presentamos datos que demuestran más y más aumentos de casos de malnutrición. ¿Por qué se debe esto? ¿Es la falta de recursos? ¿Es la falta de información? La soberanía alimentaria permite que hablar de “comida saludable” no sea solo un dicho que escuchamos en la consulta médica o en las redes, sino que debe adaptarse a las comunidades, costumbres y posibilidades de cada uno y una de nosotros.

En este sentido, la discusión no debiera darse sólo dentro de la dimensión sanitaria y con una perspectiva individual. Es necesario desarrollar políticas que integren las dimensiones sanitarias, económicas e industriales, con una perspectiva comunitaria respetuosa del desarrollo local y con capacidad para identificar y abordar eficazmente las inequidades en el acceso a la alimentación.

 

Jacqueline Motylski es médica y docente de la Universidad de Buenos Aires, realizando actualmente especialización en Pediatría. 

IG @jakymotylski TW @jakymoty