Salud supranacional y salud nacional

FOTOGRAFÍA: FERNANDO LÓPEZ

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¿Cuáles son los actores y los intereses que están interviniendo en una nueva crisis del sistema sanitario en nuestro país? ¿Cuáles son los antecedentes y las posibles consecuencias del avance del capitalismo financiero en el campo de la salud? En modelos superadores, el Estado siempre tiene un rol central en la garantía del derecho a la salud.

La salud, individual y colectiva, es un área central del conocimiento humano y de las acciones político-económicas que ocurren en lo social. Algunos sectores de la sociedad generan subjetividad y dan legitimación individual (la educación es un ejemplo), mejoran la calidad de vida (vivienda y saneamiento), facilitan la integración de las comunidades (urbanismo, transporte y comunicaciones), pero ninguno como la salud, se ocupa de los más importantes problemas existenciales del ser humano: la vida y la muerte.

Esta primacía de la salud, por sobre las demás áreas de la vida, refuerza su peso como arena de conflicto político: ¿qué prioridad se le da a la salud frente a otras demandas, qué herramientas para mejorarla se eligen, y, ante el hecho de que la demanda en salud es potencialmente infinita, qué mecanismos de racionamiento se usan? Plantearemos para la situación actual de la salud en el mundo dos actores contrapuestos y en general opuestos, el capitalismo volcado a la salud (cuyo objetivo cuasi excluyente es el lucro) y los movimientos populares, que desean mejorar a la salud para que no sigan ocurriendo las monstruosidades que se han naturalizado, como lo son las muertes evitables. A la vez, postularemos a la salud como medio para un programa de liberación nacional, donde puede ser utilizada como acumulación de poder transversal y totalizadora, y como respuesta a las amenazas desestabilizadoras de la democracia que provengan tanto del interior de Argentina como de una agresión extranjera.

La salud es un área donde el capitalismo obtiene cada vez más beneficios, que hoy igualan o superan a sectores tradicionales como la energía.

 

El capitalismo y la salud

 

En la últimas décadas, se ha visto que la salud es un área donde el capitalismo obtiene cada vez más beneficios, que hoy igualan o superan a sectores tradicionales como la energía. Puede fecharse esta nueva tendencia en el documento del Banco Mundial “Invertir en Salud” (1993), que parte de la premisa de que el máximo beneficio económico capitalista, coexistiendo con un Estado que lo regule lo menos posible, es automáticamente compatible con la máxima eficiencia sanitaria. Para demostrar que no es así, basta analizar que Estados Unidos (EE.UU.), el país con la salud más capitalista del mundo, es a la vez el que tiene la salud más cara, ineficiente y productora de resultados inferiores a la de otros países, donde existe un Estado fuerte que regula al capitalismo sanitario; en estos casos, el Estado ofrece un servicio no mercantilizado, favorece la fabricación de medicamentos y la capacitación de los trabajadores.

La entrada del capitalismo en la salud, que hasta hace pocas décadas se limitaba al interior de los “Estados Nación” (Argentina es uno los 200 que existen en el mundo), se complejiza con el afianzamiento del capitalismo financiero globalizado, que actúa en función de una acumulación económica supranacional, y que ha últimamente intentado limitar la potestad de los Estados para legislar sobre patentes, para controlar a las actividades lucrativas, la remisión de beneficios al extranjero y los poderes de policía sanitaria. Hoy en día, el capitalismo financiero globalizado, litiga de igual a igual con el Estado, buscando tener más injerencia en el campo de la salud con el propósito de obtener más beneficios para las empresas capitalistas.

Hacer desaparecer al Ministerio de Salud le hace las cosas más fáciles a los mercantilistas de la salud privada, creadora de seguros administrados por los bancos, con listas cerradas de acceso a enfermedades, que si no figuran deben pagar su asistencia con medicamentos mucho más caros.

 

Por qué la salud puede generar tanto dinero para al lucro capitalista es un tema fascinante, pero que apenas se tratará aquí. El capitalismo se aprovecha de que las redes de causación de enfermedades son muy complejas, y que las consecuencias dañinas pueden estar muy diferidas en el tiempo, lo que le permite vender u ocultar muchas opciones que lo benefician o perjudican, sabiendo que el daño se registrará mucho más tarde. Los medios hegemónicos de comunicación, casi todos voceros del capitalismo, contribuyen a apuntalar la promesa de bienestar futuro del discurso neoliberal, bienestar que sobrevendría tras la supuesta cura que supone la profundización de ajuste. Además, los medios aportan a la falsa asociación -funcional a los intereses de las empresas privadas de salud- entre buena hotelería y calidad prestacional.

Los movimientos populares y la salud

 

Previo a los movimientos nacionales y populares en el área de la salud, en la segunda mitad del siglo XX, surgieron movidas históricas (mucho más tardías para la salud que para otras áreas de la sociedad como educación y guerra) que comenzaron a postular políticas sanitarias tendientes a la justicia social. Algunas de estas movidas, irónicamente, fueron originadas por gobiernos conservadores, como las del Segundo Imperio Prusiano, donde Bismarck fundó un seguro de enfermedad para trabajadores en el marco de su batalla cultural contra socialistas y católicos del sur alemán. Esta forma de tender hacia una salud más justa se difundió rápidamente por el mundo, vehiculizada en general por partidos socialdemócratas o socialistas. Antecedentes más inmediatos y rotundos fueron los sistemas de salud creados por Perón y Carrillo en Argentina en 1946, y por Attlee y Bevan en la Gran Bretaña laborista de 1947: en ambos casos un sistema universal, gratuito, por derecho de ciudadanía y financiado por las rentas generales del Estado, no por seguros.

Los medios hegemónicos de comunicación, casi todos voceros del capitalismo, contribuyen a apuntalar la promesa de bienestar futuro del discurso neoliberal, bienestar que sobrevendría tras la supuesta cura que supone la profundización de ajuste.

 

Salud ha sido un tema poco tratado en los libros canónicos de los movimientos antisistémicos al capitalismo de origen marxista. En los hechos, la Revolución Soviética y la Revolución China establecieron un “paquete” de alfabetización, aumento del gasto social, salarización, industrialización, urbanización, en el cual la rápida mejora de los indicadores sanitarios no puede atribuirse con exactitud a los adelantos en el sector; (a comienzos del triunfo nacional de la Revolución China, la esperanza de vida nacional aumentaba un año en cada año calendario, hecho récord en la demografía). Lo que ambos países hicieron fue institucionalizar a “submédicos”, que podían, con herramientas sencillas, ofrecer atención a poblaciones hasta entonces vírgenes de cuidados y con problemas sanitarios básicos: los “feldshers” en la URSS y los “Médicos Descalzos” en China.

Hace relativamente poco tiempo han surgido experiencias en salud ligadas a un proceso liberador a escala nacional. Uno fue en Cuba, donde los Comités de Defensa de la Revolución, organizados inicialmente para enfrentar a una invasión norteamericana, y que tenían muy buena cobertura e inserción territorial, pasaron muy rápidamente a ofrecer atenciones sanitarias. En Vietnam, cuya guerra de independencia duró de 1945 a 1975, luchando sucesivamente contra los ejércitos imperiales franceses y norteamericanos, se mostraron ejemplos de salud orgánicamente insertos en el gran plan político militar.

El nuevo Ministerio de Salud post Macri, con algunas tareas nuevas

 

Por todo lo anterior, parece claro que, la muy profesional decisión de bajar el Ministerio de Salud a Secretaría, es probablemente una idea inducida y seguramente aplaudida por los representantes del capitalismo financiero supranacional – el FMI y el Banco Mundial- y quizás de alguna agencia de los EE.UU. de la Presidencia Trump, para debilitar en la Argentina la salud universal, inclusiva, mano de obra intensiva, preventivista, no mercantil. Hacer desaparecer al Ministerio de Salud le hace las cosas más fáciles a los mercantilistas de la salud privada, creadora de seguros administrados por los bancos, con listas cerradas de acceso a enfermedades, que si no figuran deben pagar su asistencia con medicamentos mucho más caros de lo que se debería, sumado a la prohibición de que el Estado los fabrique o los compre como genéricos, con institutos docentes como las universidades aranceladas.

Con este nuevo modelo, el representante del área de salud, el Secretario de Salud, está excluido de las reuniones de gabinete. A nivel internacional, el daño será aún mayor, cuando en el futuro la Argentina deba defender algunas medidas que irriten al statu quo internacional; las actuales peleas entre potencias hegemónicas van a dar muy poco espacio para la voz de un país periférico y empobrecido pero que sigue peleando por más justicia social para su población.

Es importante insistir en que el futuro Sistema Nacional de Salud que dependa de un Estado, no sea solo normatizador de actividades sino prestador dominante de ellas.

 

En conclusión, en un contexto donde la experiencia neoliberal saqueadora de la presidencia Macri estaría llegando a su fin, se plantean algunas tareas futuras para el renacido Ministerio de Salud del futuro Estado argentino. Al ser la salud mano de obra intensiva, es necesario que los trabajadores sean en su mayoría funcionarios del Estado. Un funcionario de este tipo puede estar formado de manera polivalente para que pueda aportar también en tareas que no son específicamente sanitarias, como las catástrofes naturales o de otro tipo. Este es un argumento adicional para insistir en que el futuro Sistema Nacional de Salud que dependa de un Estado, no sea solo normatizador de actividades sino prestador dominante de ellas. Un millón de estos funcionarios estatales trabajando en la salud argentina pueden ser un elemento estratégico en la medición de correlaciones de fuerza internacionales, en un momento en que la lucha entre potencias hegemónicas, lucha hasta ahora limitada al comercio, puede ampliarse hacia otros campos.

 

· José Carlos Escudero · 

Médico sanitarista, profesor emérito y consulto de la Universidad Nacional de Luján y profesor extraordinario consulto de la Universidad Nacional de La Plata.

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