Panorama #8

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Domingo 15 de abril de 2024

Llueve suave sobre la mañana y parece un domingo más de otoño pero no es. No hay casi nadie en la calle. La mayoría duerme. Alguien llega medio corriendo a la panadería, una mujer de ambo va a trabajar, un grupito vuelve de la gira. Ni siquiera llueve fuerte. Parece que no pasara nada pero pasa. Ayer comenzó una nueva fase de la guerra en Medio Oriente y el gobierno nacional decidió meter a la Argentina en el conflicto. Eso tendrá consecuencias. Parece que no tuviera que ver con la salud pero tiene. El problema de la guerra o de sufrir un nuevo atentado como el de la AMIA o la embajada de Israel es que hay gente que muere. Eso es un problema de salud. Que de pronto haya en una ciudad cientos de heridos que deban ser atendidos también es un problema de salud. Parece que estuviera hablando del pasado o de una distopía pero no estoy. Evaluar las consecuencias de lo que hoy se hace, prevenir aquello que pueda ser dañino para la población es una parte central del trabajo en salud.

Esta quietud del domingo contrasta con una palabra que también habla de la inmovilidad y aparece todos los días describiendo lo que sucede en el país: parálisis. El viernes renunciaron todxs lxs vocales del directorio de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, un organismo estatal central para el financiamiento de la ciencia y la tecnología, denunciando su parálisis desde que asumió el actual gobierno. El sistema universitario argentino se paralizará en poco tiempo si no se actualiza su presupuesto. La obra pública está paralizada. La industria, la producción cinematográfica, la construcción están paralizadas. El ministerio de salud está paralizado. Por una cuestión de espacio cerramos la enumeración aquí pero quien lea estas líneas podrá ampliar su propia lista de políticas, organismos o sectores económicos paralizados. La parálisis es involuntaria y perjudicial. Produce pérdida de autonomía e indefensión. Es casi lo contrario a la quietud.

Cuando el gobierno nacional decidió dejar paralítico al Estado también ante el aumento de las tarifas de las empresas de medicina prepaga, sabía lo que estaba haciendo. Aunque retwiteen insultos o anuncien que van a defender a la clase media, la desregulación formó parte del paquete de medidas fundacionales de esta gestión que tiene por objetivo favorecer el desarrollo de monopolios y oligopolios privados a quienes transferir recursos que antes estaban distribuidos directa o indirectamente entre el total de la población. Las empresas actuaron acorde a lo que vienen predicando hace un tiempo: buscan reducir su cartera de clientes a gente rica, joven y sana. Así garantizan sostener las ganancias. Es perfectamente coherente con una política económica que pretende detener la inflación mediante la destrucción del mercado interno, lo que se consigue ahogando la capacidad de consumo de lxs habitantes del país. Lo que suceda con los clientes de las prepagas es un problema para el sistema de salud porque, contando a quienes derivan sus aportes de obra social, representan aproximadamente un 15% de la población que puede venir a sobrecargar las empobrecidas obras sociales y el desfinanciado subsector estatal.

Por la parálisis del ministerio de salud de la Nación siguen muriendo personas que dejaron de acceder a sus tratamientos oncológicos y la epidemia de Dengue tal vez amaine su ferocidad con la llegada de los días frescos. Cuando haya menos mosquitos, llegará masivamente el repelente y tal vez baje de precio cuando ya no haga falta. Es algo vergonzante que a esta altura del siglo XXI tengamos que estar dependiendo de las fuerzas del cielo y del cambio de estación para que se resuelva un problema de salud. En el día mundial de la enfermedad de Chagas, vale la pena recordar la importancia que tiene el desarrollo científico local para descubrir los problemas propios (la enfermedad que descubrió Chagas era exclusiva de las personas pobres que convivían con la vinchuca), entenderlos y tratar de intervenir para solucionarlos (como en su momento hizo la Universidad de Buenos Aires al financiar la Misión de Estudios de Patología Regional Argentina que dirigió Salvador Mazza).

Leonel Tesler es médico especialista en psiquiatría infanto-juvenil. Presidente de Fundación Soberanía Sanitaria y Director del Departamento de Ciencias de la Salud y el Deporte de la Universidad Nacional de José C. Paz.