Panorama #7

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Domingo 7 de abril de 2024

El gobierno nacional decidió celebrar el Día Mundial de la Salud, que se conmemora hoy, 7 de abril, dejando cesantes a más de 700 trabajadoras y trabajadores del Ministerio de Salud de la Nación sobre un total de 3.184. Esta modalidad de festejo se dio en el marco de una semana en la que perdieron su trabajo alrededor de 15.000 empleadas y empleados del Estado nacional para orgullo del presidente. Podría parecer una medida contradictoria pues tanto en el frustrado proyecto de ley que el gobierno nacional tituló “Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos”, apodado “Ley ómnibus”, como en el decreto de necesidad y urgencia número 70 de 2023, conocido como “El DNU”, que continúa vigente pero ya fue rechazado por el Senado, se declara la emergencia sanitaria (entre otras tantas emergencias) hasta el 31 de diciembre de 2025 pero es coherente con la política de inacción sostenida durante los últimos 4 meses. Aunque el objetivo explícito haya sido la delegación en el Poder Ejecutivo de facultades que según la Constitución Nacional son propias del Congreso, se supone que tendría que estar sucediendo algo muy grave y que requiriese una intevención rápida para que se declarara la emergencia. Si consideraban que había algo que hacer, a partir de ahora habrá mucha menos gente para hacerlo.

La gente que echaron del Estado nacional en general y del Ministerio de Salud en particular trabajaba. Sería una aclaración innecesaria si no fuera que se intenta imponer constantemente la idea contraria desde las redes sociales de los funcionarios nacionales y los medios de comunicación obsecuentes. Así como cerraron oficinas enteras de ANSES porque todo su personal fue despedido, a partir de la ausencia de esas 700 personas se frenarán políticas sanitarias. Por ejemplo, se desmanteló el Plan Nacional de Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA), que en poco tiempo logró reducir casi el 50 % de los embarazos en niñas de entre 10 y 18 años. A pesar de que la epidemia de Dengue haya obligado al ministro de salud a salir de su ostracismo esta semana, la capacidad operativa para combatirla se verá reducida a partir de ahora por su decisión. Esto se complementa con el brutal recorte en la inversión en salud que significa que el presupuesto para el funcionamiento de los diferentes programas casi no haya variado con respecto a 2023 pese a la inflación por encima del 200%.

Las ideas sanitarias de quienes ocupan transitoriamente el gobierno nacional están bastante claras y son coherentes con su dogma de fe. Por un lado, conciben la salud como un área del mercado de bienes y servicios. La posibilidad de entender el acceso al sistema de salud como un derecho no existe dentro su esquema. Así, quien tenga más capacidad de pago podrá acceder a más bienes y a mejores servicios. Por otro, se empeñan en que la variable de ajuste para reducir gastos y costos sean los ingresos de quienes trabajan. Además de hacer todo lo posible para evitar aumentos salariales en el sector estatal y esquivar la homologación de las paritarias en el privado, cuando hablan de reducir el costo de las prestaciones están diciendo que lxs profesionales que atienden a clientes de las prepagas y afiliadxs de las obras sociales deberían cobrar menos. La intervención activa desde el Estado va en esa dirección y a la de favorecer la dominación monopólica u oligopólica del mercado, sumando una marca de época del capitalismo actual.

El Día Mundial de la Salud recuerda la firma de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 7 de abril de 1948. En el preámbulo se define la salud como el estado de completo bienestar físico, psíquico y social y no sólo ausencia de enfermedad. En el mundo bipolar de la segunda posguerra, lo que prevaleció fue equiparar la salud al Estado de bienestar que de desarrollaba con desigual alcance en la mayor parte de los países fuera de la órbita soviética. La meta que se puso la naciente organización fue que todos los habitantes del planeta tuvieran el mismo acceso a la salud en el año 2000. En Argentina, Carrillo, Evita y Perón, junto a millares de trabajadoras y trabajadpres de la salud y al movimiento obrero organizado, conformaban nuestro sistema de salud. 76 años después, el Estado de bienestar está en un estado de avanzada descomposición, la salud está muy pero muy lejos de ser para todxs y la propia OMS atraviesa una crisis que la hace inoperante ante los grandes problemas de salud internacional. Sería incorrecto afirmar que hoy estamos peor que hace 76 años. Implicaría asumir que la historia es lineal y unidireccional. Estamos en muchísimos aspectos mejor y en otros tantos, peor. Tal vez lo más preocupante en el contexto adverso y violento que nos toca vivir sea la apatía y la inacción. Nada de lo que está sucediendo va a dejar de pasar porque sí. No habrá cuestionamientos al proceso de destrucción al que estamos siendo sometidxs si no los planteamos. No hay salida posible de esta situación sin debate, organización y acción.

Leonel Tesler es médico especialista en psiquiatría infanto-juvenil. Presidente de Fundación Soberanía Sanitaria y Director del Departamento de Ciencias de la Salud y el Deporte de la Universidad Nacional de José C. Paz.