Algunas cifras
El desplazamiento es un fenómeno complejo que manifiesta las precarias situaciones de seguridad y derechos humanos que sufren determinadas poblaciones en momentos de conflicto y el desplazamiento forzado, especialmente, alcanzó su punto máximo a mediados de 2021. ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas que se dedica al tema, estima que el desplazamiento forzado global ha superado las 84 millones de personas a mediados de 2021, lo que representa un fuerte aumento respecto de las 82,4 millones informadas a fines de 20201.
Las estadísticas de desplazamiento del 2022 aún no se han divulgado por completo y se cree que están en su punto más alto; con la guerra entre Rusia y Ucrania están creciendo más: la ONU junto con varios medios de comunicación (ej., Al-Jazeera) han informado que hay otras 6,5 millones de personas desplazadas internamente en Ucrania y 3,2 millones en otros países2. Según el informe mundial de 2021, de los 84 millones de desplazados, 48 millones son internos, 26,6 son refugiados, 4,4 millones son solicitantes de asilo y 3,9 millones son venezolanos desplazados en el extranjero3.
En los últimos años diferentes conflictos dinamizaron el aumento de personas desplazadas forzosamente. La guerra en Siria (2011-presente) ha provocado el desplazamiento forzoso de 11,6 millones de personas; el conflicto israelí-palestino (1948-presente) ha resultado en millones de personas desplazadas; la Guerra de Corea (1950-1953) ha resultado en el desplazamiento de 1 a 5 millones de personas; la Guerra de Irak (2003-presente) ha provocado el desplazamiento de 4 millones de personas; la Guerra de Vietnam (terminada en 1975) resultó en el desplazamiento de 3 millones de personas; el conflicto de la antigua Yugoslavia (1991-1995) provocó el desplazamiento de 2,7 millones de personas; el conflicto afgano (desde 1979) desplazó a 2,6 millones de personas; el genocidio de Rwanda (1994) provocó el desplazamiento de 1,5 millones de personas; desde la caída del régimen de Siad Barre en 1991, 1,1 millones de somalíes han sido desplazados; la violencia en República Centroafricana (2013) desplazó a 850.000 mil personas; la violencia en Sudán del Sur (1955-72; 2013) desplazó a 660.000 personas; las guerras de la República Democrática del Congo (1996-1998) desplazaron a 516.800 personas; la violencia en Myanmar (2012) desplazó a 479.000 personas4. Una lista que no termina acá y que solo arroja luz sobre las principales catástrofes que alteraron las vidas en los países y dejaron a muchas personas de los conflictos locales sin reconocimiento ni asistencia.
Las estadísticas de desplazamiento del 2022 aún no se han divulgado por completo y se cree que están en su punto más alto; con la guerra entre Rusia y Ucrania están creciendo más.
Las marcas del desplazamiento en la salud
Para analizar el impacto del desplazamiento en la salud, es importante considerar los factores que ocurrieron antes, durante y después de la migración. Físicamente, la prevalencia de muchas enfermedades crónicas e infecciosas difiere ampliamente entre los diferentes países y debe tenerse en cuenta al planificar las intervenciones clínicas y de prevención para los refugiados. Por ejemplo, fumar sigue siendo muy frecuente en la mayor parte de Oriente Medio y África, pero no en los Estados Unidos o Canadá. Además, los refugiados realizan viajes extenuantes y peligrosos hasta llegar a un lugar seguro, lo que puede aumentar el riesgo de lesiones traumáticas, la falta de medicamentos, atención médica o el riesgo de trata de personas, por ejemplo.
Después de que los refugiados son reasentados, si bien pueden experimentar una mayor sensación de paz y seguridad comienzan a lidiar con otras situaciones: a menudo enfrentan discriminación, acceso interrumpido a la atención médica, barreras culturales y de idioma que interfieren con la atención médica y la salud en general. Son más susceptibles a diversas afecciones mentales como el trastorno de estrés postraumático, la depresión y la ansiedad, que resultan de eventos traumáticos en cada fase de la migración (antes, durante o después). Estos desafíos de salud mental se derivan de experimentar maltrato en sus barrios de origen y en verse obligados a buscar refugio en otro lugar, ser retenidos en centros de detención y atravesar el proceso de integración en su nueva patria, por mencionar algunos ejemplos. Una revisión sistemática llevó a cabo una búsqueda exhaustiva de datos de 2003 a 2020 para comprender mejor los efectos del desplazamiento: la recopilación de datos de 5.143 personas en 15 países diferentes indicó que la prevalencia del trastorno de estrés postraumático (TEPT) fue del 31,5 %, de depresión fue del 31,5%, de trastornos de ansiedad fue del 11% y de psicosis fue del 1,5%5.
Aparte de la experiencia de primera mano de factores estresantes extremos que alteran negativamente la función cerebral, la población de refugiados también es muy propensa a experimentar traumas intergeneracionales, los cuales indican la forma en que el trauma experimentado en una generación afecta la salud y bienestar de los descendientes6 7. Esta clase de trauma afecta a muchas poblaciones; sin embargo, la mayoría son descendientes de sobrevivientes de abuso, conflicto armado y genocidio8. Según un estudio cualitativo realizado en la población iraquí y libanesa, los hijos de padres traumatizados mostraron niveles significativamente más altos de deficiencia de atención, síntomas depresivos, estrés postraumático, ansiedad y estrés psicosocial9. A diferencia de este grupo, los refugiados no muestran signos inmediatos de tal angustia mental sino que la expresión de estos síntomas puede llevar meses y años. Socialmente, los refugiados a menudo se enfrentan a la separación familiar, a la pérdida de redes sociales, redes de seguridad y están expuestos a situaciones de racismo, lo cual contribuye al estrés crónico y a sus consecuencias como el desequilibrio de la presión arterial, entre otras cosas. El desplazamiento no solo tiene un impacto mental y psicológico también presenta un sinfín de desafíos y barreras que limitan el acceso a la atención médica, lo que resulta en mayores problemas de salud física. Según la Oficina de Reasentamiento de Refugiados, los refugiados enfrentan una amplia variedad de problemas de salud agudos o crónicos. Los ejemplos incluyen enfermedades infecciosas como la tuberculosis, los parásitos intestinales, enfermedades crónicas como la diabetes o la hipertensión y problemas de salud mental como el trastorno de estrés postraumático o la depresión10. Muchos tienden a no recibir tratamiento debido a restricciones internas, incluidas las enfermedades mentales, el fatalismo, la desconfianza y la discriminación percibida o estructural, incluyendo asequibilidad, servicios limitados, interpretación inadecuada, desafíos de reasentamiento como vivienda, alimentación e inseguridad laboral, atención médica solo de urgencia y escasa competencia cultural.
El desplazamiento no solo tiene un impacto mental y psicológico también presenta un sinfín de desafíos y barreras que limitan el acceso a la atención médica, lo que resulta en mayores problemas de salud física.
Oportunidades de inserción y crecimiento
A pesar de la adversidad extremadamente experimentada, los refugiados tienden a tener un impacto positivo en el país que los recibe. Se ha demostrado que aportan productividad y estimulan la economía a gran escala. El fundador de Open Political Economy Network afirma que, cuando se les da la oportunidad, los refugiados pueden agregar un gran valor al sector económico como trabajadores, innovadores, empresarios, contribuyentes, consumidores e inversores; dichos factores son capaces de crear puestos de trabajo, aumentar la productividad y los salarios de trabajadores locales, elevando los rendimientos del capital, estimulando el comercio, la inversión internacional y el crecimiento11.
Apoyando esta afirmación, un análisis que recupera 30 años de datos de Europa Occidental, realizado por Amy Maxmen, refuta las sugerencias de que los solicitantes de asilo representan un riesgo financiero que carga sobre el país que los recibe: hay estadísticas que prueban la influencia positiva de los refugiados ya que el producto interno bruto per cápita aumenta y el desempleo disminuye. Por lo tanto, los refugiados son capaces de implementar una gran cantidad de conocimientos y diversidad para generar crecimiento económico en su país de acogida después de huir a la fuerza de circunstancias incomprensibles. De esta manera vemos la necesidad de reconocer a los refugiados como una población vulnerable desde lo humanitario y sanitario como así también la importancia de abordar las problemáticas de salud con políticas específicamente orientadas desde la mayor integralidad posible.
Maryam Aso es B.S. in Criminal Justice, Research Assistant at San Diego State Research Foundation and The Herbert Wertheim School of Public Health, University of California, San Diego, and Legal Intern at the San Diego Public Defender.
Jonatan Konfino es Secretario de Salud de Quilmes. Profesor de Salud Pública de UNAJ y de GWU.
Tala Al-Rousan es Assistant Professor of Public Health at the Herbert Wertheim School of Public Health, University of California, San Diego, Atlantic Fellow for Equity in Brain Health, University of California, San Francisco.