La noción de salud como derecho es objeto de verdadera lucha política. Si bien según Foucault en 1942, en plena guerra mundial, se consolida el derecho a la salud, en nuestro país existen problemáticas sanitarias como chagas, dengue, leishmaniasis y tuberculosis por nombrar algunos ejemplos, que continuamente ponen en evidencia que esta lucha no ha concluido, sino más bien todo lo contrario.
La Argentina se caracteriza por un perfil epidemiológico portador de la “doble carga por enfermedad” en el que coexisten problemas infectocontagiosos junto con un incremento de las enfermedades no transmisibles y sus factores de riesgo (OPS, 2017). En este sentido las enfermedades infecciosas, más comunes en los países en desarrollo, tienden a ocupar un lugar en la agenda del sistema público, por tener altas tasas de infección en la población joven, teniendo que soportar las mujeres la mayor carga de enfermedad.
Si hablamos de enfermedades transmitidas por vectores en la Argentina, con un largo recorrido histórico está la enfermedad de chagas, principal enfermedad endémica, cuya transmisión existe desde antes que los europeos invadieran estas tierras. Con casi dos millones de casos y 500 muertes anuales, se estima que cada año nacen entre 1100 y 1300 niños infectados con el parásito que la produce, confirmando que la vía madre-niños es hoy la más importante en la generación de nuevos casos.
Tal como dice Eduardo Galeano, sus víctimas no tienen derechos, ni siquiera tienen el derecho de saber de qué mueren. Aún hoy, más allá de varios intentos, la enfermedad sigue estando en el olvido. De hecho, durante el último gobierno neoliberal sufrió la desarticulación del Programa Nacional de chagas, a tal punto de que hoy aún falta información actualizada.
Si bien estas problemáticas sanitarias muestran una distribución heterogénea desde una visión biológica, deben ser analizadas como especificidades sanitarias individuales y grupales pero contempladas desde el contexto social que las determinan.
Otra enfermedad infecciosa, vectorial, de importancia en Argentina, es el dengue y es considerada la arbovirosis epidémica más relevante, por su gran carga de enfermedad e implicaciones sociales. El último boletín epidemiológico nacional muestra que desde la Semana Epidemiológica(SE) del 31 de 2019 hasta el 25 de marzo de 2020, el número de casos por dengue supera 4 veces los casos ocurridos la misma temporada del año anterior. Hay 7862 casos confirmados y 7035 probables.
Sin embargo, sabemos en Argentina y en el mundo el SARS-CoV-2 es el virus emergente que acaba de captar toda política mundial. Relevante entre otras cosas por su alta capacidad de infectar la OMS, en su informe del 11 de marzo, definió de pandemia su transmisión. El primer caso confirmado en Argentina fue el 3 de marzo del 2020.
Endemia y epidemia en el mapa
La dispersión de chagas, dengue e inclusive del SARS-CoV-2 difieren en todo el territorio nacional. La misma está definida por estratificaciones ambientales y sociales. Si bien chagas y dengue muestran una epidemiología social similar, sus origen en el continente son muy disímiles.
Los registros más antiguos de casos de chagas en nuestro país datan de 19274. En la actualidad si bien existe transmisión vectorial activa en 19 provincias, la transmisión connatal muestra presencia en todo el territorio nacional.
De las 24 jurisdicciones nacionales, 16 tienen transmisión activa de dengue, aunque por la dispersión de los casos importados también hay denuncias en todo el territorio nacional. Una singularidad que aún tiene la transmisión de dengue en nuestro país es que generalmente ingresa a la Argentina por casos importados desde los países limítrofes.
Si bien estas problemáticas sanitarias muestran una distribución heterogénea desde una visión biológica, deben ser analizadas como especificidades sanitarias individuales y grupales pero contempladas desde el contexto social que las determinan.
La pandemia en el país
En el caso del virus SARS-CoV-2, el grueso de los casos se reporta en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y conurbano bonaerense. Si bien los agentes infecciosos en el dengue y SARS-CoV-2 son virus, la perspectiva epidemiológica social de cada uno de ellos también difiere. Como fue observado en su momento para tuberculosis, entre los casos de dengue y SARS-CoV-2 (por el momento) se puede seguir utilizando la Avenida Rivadavia para delimitar el perfil socioambiental, sociodemográfico y socioeconómico de la ciudad.
La figura 1 muestra un ejemplo de esta disparidad espacial. En CABA el 48% de los casos de SARS-CoV-2 ocurren en el noreste de la ciudad, principalmente en las comunas 3, 12, 13 y 14; en tanto que las comunas más afectadas con dengue corresponden al sudoeste, áreas que el número de casos superan la media de la ciudad en más del 100%.
La importancia del campo social de la salud, en interacción con la biología, define la relación entre pobreza, condiciones de trabajo y enfermedad como elementos clave del proceso salud-enfermedad y establecen que los procesos sociales macro condicionan los patrones de salud y enfermedad en lo micro.
En el ejemplo utilizado para esta publicación, los casos de dengue se concentran en el sur de la ciudad, donde se observa el mayor porcentaje de NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas), por ejemplo, el porcentaje de NBI de la comuna 4 es del 12.9%. Mientras que SARS-CoV-2 se manifiesta en el lado opuesto de la ciudad al norte donde el NBI se solo alcanza al 2%.
El silencio de las endemias y epidemias
La importancia del campo social de la salud, en interacción con la biología, define la relación entre pobreza, condiciones de trabajo y enfermedad como elementos clave del proceso salud-enfermedad y establecen que los procesos sociales macro condicionan los patrones de salud y enfermedad en lo micro.
Muchas de estas enfermedades están asociadas al hacinamiento, a la falta de infraestructura, agua potable, urbanización u otras señales de ausencia del Estado, condiciones que favorecen el desarrollo de infecciones. Se las agrupa bajo el nombre de enfermedades de la pobreza u olvidadas, pero estos nombres no hacen más que tercerizar la responsabilidad de su prevención.
Como si la presencia o ausencia de algunas de estas condiciones de vida, o el olvido de que deberían estar cubiertas por ser un derecho, dependieran del azar. Como si su existencia o su ausencia no fueran responsabilidad de nadie, dejando a la libertad del patógeno la elección de a quien atacar.
Los datos evidencian que el lugar de estas enfermedades en la agenda pública nunca tuvo la centralidad ni la prensa necesaria para combatirlas. Mucho menos en este escenario donde el dinamismo del SARS-CoV-2 enciende las pantallas a nivel mundial. Nuestras endemias y epidemias están acostumbradas al silencio, porque ellas saben que afectan a personas cuyas vidas, se asume, valen menos que la vida de otras y cuya muerte afecta menos que la muerte de otras.
· María Soledad Santini y Rocío Rivero ·
María Soledad Santini es investigadora. Forma parte del Centro Nacional de Diagnóstico e Investigación en Endemo-Epidemias (CeNDIE) ANLIS-Malbrán. Red Argentina de Investigadoras e Investigadores de Salud (RAIIS). Rocío Rivero es investigadora del Instituto Nacional de Parasitología (INP) ANLISMalbrán, Ministerio de Salud de la Nación.
5 marzo, 2021 at 3:19 pm
Mi familia se enfermo de covid-19, en febrero de 2020.