Una desvalorización que comenzó en 2016

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La reducción del Ministerio de Salud a rango de Secretaría se enmarca en una tendencia de retirada del Estado del ámbito público con un consiguiente avance de las lógicas privatistas. Limita la capacidad de los funcionarios en la toma de decisiones y, sumada a un desfinanciamiento ya presente en el sector, impactará en el acceso al derecho a la salud de todos los ciudadanos.

La degradación de la categoría del Ministerio de Salud de la Nación a rango de Secretaría es la formalización en la estructura gubernamental de una retirada progresiva del Estado Nacional en su obligación de garantizar el acceso equitativo a la salud de todos los ciudadanos y ciudadanas. Este proceso comenzó con la asunción de Mauricio Macri a la presidencia y debe interpretarse como un objetivo buscado por este gobierno.

Tras tener rango ministerial en 1949, solo en dos oportunidades en la historia lo perdió: en 1955 y en 1966, es decir, durante dos dictaduras militares. Este dato también devela una línea histórica de pensamiento en cuanto a la salud que el actual gobierno comparte con los procesos militares, y es la concepción de esta como un bien de mercado prestado preferentemente por el sector privado, con una escasa participación del Estado, en particular, del Estado nacional. La salud como derecho humano inalienable que debe ser garantizado por el Estado está en las antípodas del pensamiento macrista, que sostiene que rol de la Nación debe ser mínimo, recayendo mayor responsabilidad en las provincias.

Bajar a categoría de Secretaría al Ministerio de Salud no es solo un cuestión formal, sino que va acompañada de más ajustes en su presupuesto. Ya se había anunciado otro recorte de 9.000 millones de pesos para vacunas y medicamentos, lo cual llevó a renunciar al Director del Programa de VIH/SIDA, Hepatitis C, Tuberculosis y Lepra porque no iba a poder sostener la provisión de medicamentos y reactivos de las 67.000 personas que abarca. Lo mismo pasa ya (y se seguirá profundizando) con los recortes presupuestarios en los programas de enfermedades oncológicas (Banco Nacional de Drogas desabastecido), las de transmisión sexual (aumento dramático de la sífilis congénita y VIH/Sida), las transmitidas por vectores (dengue, chikunguña y zica), y las prevenibles por vacunas (se suspendieron dosis del esquema nacional).

La salud como derecho humano inalienable que debe ser garantizado por el Estado está en las antípodas del pensamiento macrista.

 

Todos los programas de salud se encuentran desfinanciados, con deudas enormes a proveedores que cortan servicios y prestaciones y el panorama se agravará cuando el gobierno central traspase a las provincias la responsabilidad de cubrir esas necesidades con la promesa de compensar los baches financieros con partidas coparticipables que después nunca llegan.

Ser Secretaría y no Ministerio debilita también el rol de rectoría sobre el sistema nacional de salud que le corresponde a la Nación, como así también en la conducción del Consejo Federal de Salud (COFESA), máximo organismo de articulación de las políticas sanitarias nacionales en el que participan, además de Nación, los Ministros de Salud de las provincias. También socava la participación argentina en organismos internacionales y regionales específicos de la salud.

Quienes conocen la administración del Estado saben la diferencia entre ser Ministro o Secretario a la hora de resolver problemas u obstáculos propios de la gestión cotidiana. Con estos cambios, Salud quedará subsumido bajo la órbita de un enorme Ministerio como es el de Desarrollo Social que conduce Carolina Stanley y al que, a su vez, se sumará la ANSES. En este marco es imposible pensar que la capacidad de gestión del área de Salud no vaya a menguar al tener que lidiar dentro de un sistema de decisiones en el que hay tantos elementos en pugna, en el que la capacidad de tomar decisiones importantes dependerá de otra firma y donde los reclamos hacia los niveles superiores se mediatizarán.

Ser Secretaría y no Ministerio debilita también el rol de rectoría sobre el sistema nacional de salud que le corresponde a la Nación, como así también en la conducción del Consejo Federal de Salud (COFESA).

 

En el esquema actual, la nación seguirá transfiriendo a las provincias cada vez más responsabilidades en el ámbito de la salud pero sin los presupuestos correspondientes, se perderá poder de compra centralizado, pagándose muchos insumos más caros, se desarticulará y fragmentará aún más el sistema de salud y el resultado será que cada vez más gente verá disminuido su acceso a la salud. Es hora de que paremos este despropósito. Está en nosotros, los argentinos, que así sea.

 

· Daniel Gollan ·

Es médico sanitarista y ex ministro de Salud de la Nación. Coordina el área Salud del Instituto Patria.

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