Ahora que soy Presidente, mi responsabilidad por librar la batalla cultural es aún mucho mayor porque lo que hago y digo tiene un efecto más grande. Y dar la batalla cultural no es solo moralmente correcto, sino que, además, es necesario de un punto de vista del gobierno, es necesario para el éxito de cualquier programa de gobierno liberal o libertario, para que las políticas que implementen sean duraderas y para que en el futuro sean los propios ciudadanos los que defiendan su libertad y no se dejen pisotear nuevamente por los socialistas.
Javier G. Milei, mayo de 2024. Discurso en el acto de Vox “Viva 24”, en Vistalegre, Madrid, España.
Faro antifeminista
A días de cumplirse un año de la asunción de Javier Gerardo Milei en la presidencia de la Nación, el desmantelamiento de las políticas de género es una decidida política de Estado. Su programa orientado a recortar las inversiones públicas que proveían algún piso de bienestar para las personas y la comunidad, ha impactado directamente sobre las mujeres de esta tierra. Las prestaciones para cuidar la vida que antes cubría el Estado, con las limitaciones y dificultades hartamente conocidas, ahora son responsabilidad de las familias y, dentro de ellas, de las mujeres. Más aún, las familias que ya no pueden garantizar la comida, se han volcado a los comedores y copas de leche comandados por mujeres que hacen malabares para llenar la olla, frente al impávido Ministerio de Capital Humano. Más cuidados, menos cuidadas.
Desjerarquizaron el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad en una subsecretaría, limitando sus funciones y presupuesto para luego disponer su disolución. Desde el Congreso, buscaron avanzar con un proyecto para derogar la Ley N°27.610 de Interrupción Voluntaria del Embarazo e intentaron sabotear la Ley Micaela. Prohibieron el uso del lenguaje inclusivo y anularon la perspectiva de género en toda la administración pública nacional. Más aún, en una fecha cara para el activismo feminista, el Gobierno Nacional anunció la reconversión del Salón de las Mujeres en la Casa Rosada en Salón de los Próceres donde sólo hay figuras masculinas, desdibujando a las heroínas y lideresas que son parte de nuestra historia. Para Milei no hay inequidad distributiva en relación al trabajo asalariado y a las tareas de cuidado: en una entrevista usó como ejemplo a su madre para explicar que “es injusto que haya personas que cobren una jubilación cuando nunca trabajaron”. Para él, lo que las mujeres hacemos en nuestras casas y que garantiza la reproducción del capital no es trabajo. Es amor o, tal vez peor aún, es un deber. Para él, las peores oportunidades para la formación y el trabajo que tienen las mujeres, y por ende las peores condiciones para jubilarse, son una rareza de la Matrix. Por eso el gobierno anunció que no habrá más moratoria previsional: es decir, no habrá facilidades para que quienes no cumplen con los años de aportes necesarios puedan acceder a una jubilación.
Más aún, el libertario es ajeno a la brecha salarial. Apuntó contra “la agenda asesina del aborto” en el Foro Económico de Davos y caracterizó a las políticas de género como “curro”. Redujo drásticamente el presupuesto del programa Acompañar y la Línea 144 (del orden del 65% en comparación a 2023), cerró el programa Registradas que buscaba formalizar a las trabajadoras de casas particulares, ajustó el presupuesto del Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (ENIA) y los fondos destinados a la compra de preservativos. Para peor, desde algunas zonas de la geografía libertaria, se está promoviendo la abstinencia sexual en los ámbitos de ESI como mecanismo para evitar embarazos y el contagio de enfermedades. Una revolución conservadora, con todas las letras.
Como si todo esto fuera poco, el Poder Ejecutivo despidió a más de un centenar de personas trans que se desempeñaban en diferentes organismos estatales, ordenó el cierre total del INADI y profundizó la lógica discriminatoria, virulenta y machista en su accionar -material y discursivo-. Sobregirados en sus posiciones, el discurso oficial expresa odios, violencias y un falocentrismo sin matices ni eufemismos. Más aún, en la última semana, avanzaron institucionalizando este prisma con el lanzamiento de la Fundación Faro, presidida por Agustín Laje, y de la Agrupación Fuerzas del cielo, comandada por el Gordo Dan. La definición es clara: el problema es que los feminismos canalizan el marxismo cultural, la agenda 2023 y la ideología woke. Apuntan al activismo como expresión del progresismo para dar una batalla cultural que tiene consecuencias simbólicas y materiales, pero que día a día desborda hacia el combate físico, hacia la violencia política contra los enemigos.
Las razones antifeministas
Este devenir reaccionario es tematizado por los propios libertarios, quienes insisten en que estas acciones son parte de la batalla cultural contra “la inmoral visión del mundo” que fue hegemónica hasta hace no tanto. Así, las acciones de gobierno que están generando un profundo desaguisado en la redistribución material se conjugan con otras que apuntan a desarmar el reconocimiento, el orden simbólico construido hasta acá y que pretenden transformar a los adversarios en enemigos.
Y ahí hace raíz el feroz encono de esta fuerza con los feminismos. Hay por lo menos, tres razones antifeministas. En primer lugar, nuestro activismo es profundamente democrático. No sólo porque la historia de los feminismos es la historia de la democracia y por la centralidad que tiene la vida para nosotras en oposición a la oscuridad de los totalitarismos, sino porque los feminismos buscamos la justicia social en el entendimiento de que es un elemento fundamental para consagrar la igualdad. Por el contrario, los libertarios desprecian a la democracia en tanto que ésta implica, necesariamente, redistribuir la riqueza y por ende limitar la voracidad del capital. Eso que para nosotras es virtud y vida, para ellos es un obstáculo para los negocios.
Además, los feminismos nos hemos configurado como un dique de contención frente al neoliberalismo en Argentina, la región y el mundo. Nos ensanchamos frente a la austeridad, frente a la acechanza del libre mercado, frente a la privatización del bienestar y del ajuste estructural sobre el futuro de nuestra comunidad. Cada vez que una experiencia de estas características buscó desplegarse, sometiendo todo a la lógica del capital, el activismo feminista tuvo un rol estratégico estando al frente de las luchas sociales. Este protagonismo se embanderó en la evidencia de que el neoliberalismo es la raíz común de todos nuestros males y que la única promesa de esta escuela económica es arruinarnos a todas, a todos, a todes.
Precisamente por eso -y en tercer lugar-, los feminismos somos un estorbo para los libertarios porque además de ofrecer una resistencia, expresamos un punto de fuga a esta tecnología civilizatoria que todo mercantiliza: en las asambleas; en los comedores y en las cooperativas; en los encuentros y en los plenarios; en los sindicatos, en las escuelas y en las universidades; en los ministerios, en las secretarías y en las direcciones; en la calle y en todos lados fuimos capaces de desarrollar un programa común más allá de la agenda de género. Lo hicimos cuando hablamos del trabajo y organizamos el primer paro contra Macri y contra Milei. Lo hicimos cuando discutimos sobre la deuda externa y la traducción de ésta en una deuda doméstica a cargo de las mujeres. Lo hicimos cada año, en cada Encuentro, hace casi cuatro décadas. Lo hicimos cuando le dimos centralidad a la controversia sobre la distribución de las tareas de reproducción, al cuidado y, por tanto, a la distribución del trabajo en la arena pública y la distribución de la riqueza, así como de las responsabilidad de los actores económicos, del Estado y la comunidad en su conjunto. Lo hicimos cuando nos metimos con los alquileres frente al drama de la mayoría inquilina. Lo hicimos cuando sostuvimos que la pobreza es un problema social y también de género porque con cada crisis, este flagelo se feminiza. Lo hicimos porque sabemos que nuestra suerte está atada a la resolución del drama económico y social que es, en definitiva, político.
Por eso, la tarea que tenemos ahora es ineludible y urgente: habrá que reconstruir ese programa común que atienda todos los dolores hijos del neoliberalismo conservador y así enfrentar con contundencia la desigualdad que se propaga en todos los planos. Una hoja de ruta que revitalice la esperanza frente a la ira y la impugnación democrática. Sin propuestas claras y, peor aún, frente a la evidencia de que el Estado es cada vez más impotente para cuidar y para ampliar derechos, el combate contra toda forma de desigualdad debe idearse con ingenio, con creatividad, con osadía. Lo hicimos. Lo hacemos. Lo haremos.
Manuela Hoya es socióloga y maestranda en Política y Gobierno por Unsam. Inició su militancia en la Juventud Peronista y desde hace un lustro escribe ensayos sobre coyuntura política, justicialismo, feminismos y migraciones. Se desempeña como docente universitaria y es Directora General Electoral de la Provincia de Buenos Aires. Es autora de Feminismo Jumanji. Una apuesta justicialista contra la ira neoliberal conservadora (Clave Intelectual, 2023).
23 noviembre, 2024 at 5:51 pm
Me parece importantísimo lo que decís. Es una realidad que este gobierno está buscando invisibilizarnos nuevamente como si no existieramos. No quieren dejar rastro de nosotras en ninguna parte. Tampoco somos importantes para ellos, ni en las casas, ni en las calles, ni en los Ministerios, tampoco en las aulas. Y es preocupante que nos quiten el derecho de vivir tranquilas, a salvo, sin miedo. ¿Hasta cuándo vamos a tener soportar esto? Es angustiante que nos quieran quitar en un año de gobierno la lucha que llevamos durante años con todos los pasos agigantados que hemos dado juntxs. Pero lo que más me preocupa es que ya no tenemos a nadie para que nos defienda y nadie está haciendo nada para que esta situación cambie. Siguen asesinando a nuestras compañeras, siguen violentando a sus novias, siguen embarazando mujeres puramente por el placer de hacer con sus cuerpos lo que ellos quieren, siguen abusando de nuestras niñas, y estamos hartas. Es tristísimo, pero lo único que nos queda por hacer es seguir luchando juntas porque hay un gran camino por delante, y más ahora que retrocedimos tanto. No hay que permitir que nos quiten todo lo que conseguimos en las calles.