“Somos malcomidos”

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Al hablar del concepto de soberanía, tan identificado con el campo de lo político, podemos, sin embargo, estar refiriéndonos a diversas cuestiones. Miryam Gorban es una referencia ineludible en materia de alimentación. Poseedora de una reconocida trayectoria, esta profesional de la salud nos ayuda a reflexionar sobre por qué debemos incluir conceptos como seguridad y soberanía cuando discutimos los hábitos nutricionales de una sociedad.

¿Cómo ve la situación alimentaria actual?

Me gusta decir que “somos malcomidos”. No es solo la ingesta lo que determina una situación alimentaria, sino la calidad de los nutrientes que estamos ingiriendo. En este momento tenemos un problema grande con la obesidad, que es un ejemplo claro de malnutrición. En los últimos años se registró un aumento del sobrepeso y la obesidad, sobre todo en los niños y adolescentes.

¿Podríamos hablar de una epidemia de obesidad?

Sí. Esto condiciona no solamente un problema estético, sino que se asocia principalmente a lo que hoy llamamos Enfermedades Crónicas no Transmisibles como la diabetes y otras enfermedades. Además, una cosa es tener diabetes a los 60 años y otra muy distinta es padecerla a los 8 años.

¿Qué alternativas tenemos como sociedad?

Cuando nosotros hablamos de seguridad alimentaria nos basamos en cuestiones como que haya disponibilidad de alimentos, que haya cierta frecuencia en esa disponibilidad y que haya sostenibilidad. Todos esos parámetros los completamos en Argentina, menos el que estamos cuestionando que es el acceso a la alimentación. Es decir, los supermercados pueden estar llenos de mercadería, pero para acceder a ella hay que comprarla, por lo cual, la compra y el acceso depende de tener pleno empleo, un salario adecuado y precios justos. Si alguna de estas tres patas no se dan, tenemos dificultades en el acceso. Por ejemplo, nosotros recomendamos aumentar el consumo de frutas y verduras, pero ¿a qué costos? Tenemos  precios altos y salarios deprimidos en gran parte de la sociedad y esto hace que mucha gente no pueda  comprar los alimentos que necesitamos para cubrir las recomendaciones nutricionales. Algunos de los pasos importantes que dimos en los últimos años ya los estamos retrocedido otra vez, necesitamos transporte barato para que los productos de Salta lleguen a todos lados, al mismo tiempo necesitamos ir desarrollando el comercio de cercanías. Es decir, las grandes ciudades rodearlas de quintas y de chacras para que el acceso sea mucho más rápido, el precio se abarate y se tenga más accesibilidad.

 ¿Cuál cree que es el rol de las corporaciones alimentarias, los grandes fabricantes y las cámaras empresariales?

Son de terror. Precisamente en nuestro país en los últimos años ha habido una concentración monopólica y transnacionalizada en el rubro de alimentos. Cuando revisamos la bibliografía internacional encontramos que hay 10 empresas en el mundo diciéndonos qué tenemos que comer. Manejan la producción y comercialización de alimentos, todas esas tiene nombre y apellido, no son solamente Coca Cola y McDonald’s. En nuestro país Ledesma concentra el 60 o 70% de la comercialización del azúcar. Bimbo, que es una empresa extranjera, mexicana, se ha ido tragando “Panificación Argentina”, “Fargo”, etc. Es decir, el precio del pan lo determina ella en función de comprar en gran escala el trigo y dejar sin harina al panadero de la esquina, por ejemplo. La Serenísima hace lo propio en el rubro de los lácteos; existen empresas más pequeñas pero también las van absorbiendo. Kraft, fabricante de galletitas, dulces y aceite, también opera de la misma forma. Las tres, cuatro o cinco cosas más importantes de nuestra canasta están altamente concentradas. Estos son los formadores de precios, son los que determinan la inflación y la especulación y son, además, los que te dicen qué es lo que tenés que comer en función de la producción a gran escala.

Nos tenemos que convencer que el cuasi alimento no es un alimento saludable. Tampoco es un tentempié. Son “ocnis”, es decir, objetos comestibles no identificados.

 

Estamos hablando de una comida altamente industrializada, la llamamos ultra-procesada. La Organización Panamericana de la Salud, la Organización Mundial de la Salud y hasta la Organización Mundial de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura están señalando en sus trabajos a este consumo como el fenómeno responsable del aumento de la obesidad a nivel mundial. Nos tenemos que convencer que el cuasi alimento no es un alimento saludable. Tampoco es un tentempié. Son “ocnis”, es decir, objetos comestibles no identificados. Porque vos crees que comes patitas de pollo pero no sabes realmente qué es. Los alimentos ultra-procesados se elaboran a partir de “algo” de alimento, ejemplo “extracto de queso”, más aditivos, colorantes, saborizantes, conservantes.

¿Cuál debería ser el rol del Estado ante esta problemática?

El Estado tiene que regular los precios, el nivel de ganancias y de especulación, sobre todo en las cuestiones básicas. Que se especule con el whisky y los brillantes no me preocupa tanto, me preocupa que no se especule con el pan, con las manzanas, con la harina y el trigo. Ahí el Estado tiene que hacer algo. La política de precios máximos es histórica en todas partes del mundo y eso es rol del Estado. Otro aspecto central es el manejo de la comunicación. Yo creo que acá hemos sido muy laxos en los últimos años. Hay estudios muy importantes que nos muestran el manejo de la publicidad. Hace poco hicimos una jornada pública en donde pedí “por favor regálenme un minuto de publicidad en salud en los medios”. No tenemos nada.

Sobre el tema de la publicidad usted mencionaba anteriormente la necesidad de informar mejor para que la sociedad pueda tomar mejores decisiones. Hay muchos estudios que señalan la existencia de publicidades de alimentos no saludables dirigida a niños, ¿usted cree que habría que avanzar en la regulación de esas publicidades?

Yo creo que en alguna medida ese tipo de publicidad tendría que estar prohibida, sobre todo la dirigida a los niños. Ya lo están haciendo en otros países del mundo, en Francia por ejemplo, productos que se promocionan acá como si fueran el sumun de la felicidad, del bienestar, del crecimiento, de la inteligencia y de todo lo que quieras, está prohibida. Se llama publicidad engañosa. Nosotros tenemos una ley de publicidad engañosa y nunca la aplicamos. Tenemos que empezar por ahí.

¿Cuál es el riesgo si el Estado se retira de la función regulatoria?

Es el “sálvese quien pueda”. En economía es lo que se llama libre comercio. Te venden ayudados por la publicidad alimentos que no son saludables, pero que son muy buenos negocios para ellos, no les importa la salud. Hace veinte años que nosotros tenemos instalados este modelo de monocultivo y sojización. Hace pocos años empezamos a ver resultados en la salud. Muchos se apoyan en el argumento de que lo orgánico es caro, que es para una élite. No estamos hablando de eso, estamos planteando que hay un modelo productivo que hay que sustituir. El modelo del agro-negocio por el de la agro-ecología. Produciendo a gran escala para abaratar y para defender la salud.

A propósito de eso ¿cuál es la situación actual de los agrotóxicos?

Hace ya años organizaciones internacionales han señalado a cinco agrotóxicos como cancerígenos, encabezados por el Glifosato. Este modelo de sojización, de transgénicos, de monocultivo ha significado un gran negocio para el paquete tecnológico que acompaña al evento transgénico. No obstante, en alguna medida estamos avanzando. El año pasado ha sido muy importante porque ya tenemos campos de la provincia de Buenos Aires que están cambiando el modelo de cultivo. Tenemos campos como La Primavera, como “La Aurora”, campos de 1000, 700 o 600 hectáreas, municipios que están empujando la agro-ecología y prohibieron la fumigación a mil y mil quinientos metros, al mismo tiempo estamos impulsando la instalación del cordón de chacras y quintas. Hay legisladores que están promoviendo proyectos de ley, como en la provincia de Buenos Aires con la ley “Coll Areco”. Aquí se han fumigado pueblos, se han fumigado escuelas y hospitales, ya tenemos campañas de resistencia en los docentes encabezados por la gente de Entre Ríos. En Buenos Aires se está armando la red de docentes por la vida, es decir, hay una resistencia pero las luchas son enormes.

Usted es titular de la Cátedra Libre Soberanía Alimentaria en la Universidad de Buenos Aires ¿qué se entiende por este concepto?

Hay una definición clásica que dice “es el derecho de los pueblos a elegir su propia alimentación, su propio modelo que respete sus disponibilidades alimentarias y su cultura”. Yo creo que al decir la palabra “soberanía” estamos hablando de política, el concepto soberanía alimentaria es meramente político. Y está asociado a la soberanía de un país. Esta es la única forma de eliminar el hambre, porque ahora levantamos la bandera de “hambre cero”. ¿Cómo vas a tener hambre cero con inflación, con desempleo y salarios bajos? ¿Cuál es la ecuación? Este concepto entonces implica soberanía política y soberanía económica, y sobre todo una distribución equitativa de los recursos disponibles.

Las cátedras permitieron difundir en un lenguaje más comprensible un problema que aparecía como el problema del campo, el problema de los agrónomos, el problema de los productores.

 

En ese sentido, ¿usted cree que se ha avanzado en el último año con el Gobierno del Presidente Mauricio Macri?

No. El retroceso es gigantesco. En los últimos años, al tener mayor disponibilidad de dinero la gente tuvo más acceso. Pero al mismo tiempo tuvimos una debilidad, no avanzamos en los cambios estructurales. Esto no permitió desarrollar un tipo de producción que sea más barata más sana y más accesible para que eso que vas a comprar sea también lo mejor que se puede comprar. Otro tema en donde hemos retrocedido es en la inflación, los formadores de precios no son el almacenero de la esquina. La política de precios tiene que estar enfocada a garantizar los alimentos de la canasta básica.

¿Cuál cree usted que es el rol de la producción en investigación y el trabajo académico para la instalación en la agenda social y política cuestiones de salud alimentaria?

Nosotros creemos que la fundación de las cátedras libres que datan de la última década han jugado un rol importante porque primero, cumplimos con los postulados de la reforma universitaria del ‘18 y abrimos las puertas de la universidad, pero fundamentalmente porque promovemos el debate interdisciplinario. Una de nuestras deformaciones profesionales es el comportamiento cerrado al interior de cada disciplina. Lo llamamos diálogos de saberes, nos parece más cálida esa expresión. Nuestra cátedra tiene un impulso especial porque está basada en el trabajo de los estudiantes, ellos le dan una dinámica propia. Todos nosotros somos voluntarios, acá no hay rentados, por lo cual también dependemos de los tiempos que nos deja el trabajo y el estudio. Las cátedras permitieron difundir en un lenguaje más comprensible un problema que aparecía como el problema del campo, el problema de los agrónomos, el problema de los productores. Y no es así, este es un problema de todos. Y este es el trecho que todavía tenemos que cubrir.

Sabemos que hay una cantidad importante de investigadores trabajando sobre la base del financiamiento otorgado por compañías alimentarias ¿cómo piensa que ese posible conflicto de intereses repercute en los potenciales hallazgos?

Eso condiciona la investigación. Monsanto y las grandes empresas han tenido y tienen convenios con las universidades. Direccionan las investigaciones y se apropian del conocimiento que tendría que ser del dominio público y no en exclusivo beneficio de las empresas sobre la base de estas supuestas regalías. Hay algunas cosas que son interesantes y que hemos ido desentrañando a lo largo del trabajo. Tenemos la gran empresa Monsanto, tenemos el Banco Nacional de Alimentos, que es una creación de los últimos años por la sobreproducción, para evitar los residuos -tenemos la cuarta parte de lo que producimos en residuos- que recibe excedentes de producción y los distribuye a través de ONGs y distintas organizaciones tipo “Caritas” y otras más del estilo de CONIN, de Abel Albino, que luchan para erradicar la desnutrición y la pobreza, estos tres actores están vinculados y tiene el mismo cordón: el Banco Nacional de Alimentos, por ejemplo, funciona en el sexto piso del edificio de Monsanto. ¿Quién divulga los conocimientos de Monsanto y los demás? Activistas como el señor Albino. Se puede comprobar ingresando en la página de Monsanto, es uno de sus charlistas. Y ¿además que hacen? Te dan sopas deshidratadas e incluso te las dan en bolsones para que vos armes talleres de fraccionamiento para la gente carenciada. Yo en mi consultorio no te doy esa sopa porque es rica en grasas, rica en sodio, en colorantes y aditivos. Si la clase alta y media no consume ese producto, ¿por qué se le da a los pobres?

Hoy tenemos un gobierno marcado por algunos casos muy importantes de conflicto de interés en relación a la designación de tantos funcionarios que fueron o son CEOs de grandes compañías, también en el plano de la salud ¿cómo ve este tema y qué se puede proyectar hacia el futuro?

Yo creo que el tema es fundamental. El conflicto de interés efectivamente es un tema que está presente y se está viendo, es uno de los problemas de ética a nivel mundial, no se puede estar en la puerta giratoria, es decir, venir de la empresa privada, entrar al Estado, vaciarlo y volver a la empresa, todo después que logré las políticas y las leyes que beneficiaron a esas mismas empresas. El tema de la ética pública es un problema muy importante a controlar. El personal del Estado no puede bajo ningún punto de vista tener ningún tipo de vinculación con el sector privado. No solo lo digo a nivel del Estado, lo digo a nivel de las propias empresas.

 

· Miryam K. de Gorban ·

Es licenciada en Nutrición y coordina la Cátedra Libre Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina y Escuela de Nutrición de la UBA. Trabaja por el derecho a la soberanía sanitaria. Además es Presidenta Honoraria de Médicos del Mundo.

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