En el seno de la discusión acerca de los alcances que tiene hoy la noción de ciudadanía, ineludiblemente se vuelve necesario revisitar el estado actual de algunos debates básicos como el derecho a la salud o la educación. Es sabido que la cuestión aterriza y se vuelve tangible cuando toca discutir los términos reales del acceso popular al ejercicio de estos derechos, es decir, cuando entran en acción las limitantes con las que en el día a día se encuentran quienes quedan abandonados por el sistema público. En esta nota, desde una mirada lúcida que no pierde de vista las “distintas velocidades” que maneja la avanzada neoliberal en Europa y América Latina, Íñigo Errejón comparte con Soberanía Sanitaria reflexiones alrededor del debate sobre el derecho a la salud, el rol del Estado y la defensa tanto en el plano material como en el simbólico del término ciudadanía.
¿Cómo creés que ve la sociedad europea o española el derecho a la salud?
Seguramente sanidad y educación pública conforman el núcleo del proyecto de democracia social en nuestro país. La salida de la dictadura a la democracia se hace fundamentalmente por la resistencia obrera, vecinal y estudiantil. La conquista de la democracia no sería solo el derecho al voto, que es muy importante, sino también el derecho a ser un ciudadano. Y esto tiene que ver con que a uno no lo pueden meter preso sin juicio, con la libertad de expresión, pero también con no tener miedo a los imprevistos. Esto es un componente central de todo el proyecto democrático de posguerra en Europa, de las Constituciones después de la derrota del fascismo. Construir regímenes de ciudadanía robustos es también proteger a los sectores más desfavorecidos de la sociedad de manera universal. Esto es la conquista de la seguridad social, los seguros por enfermedad, de la jubilación y de la salud gratuita.
¿Cómo son interpretadas estas nociones actualmente?
A partir de los años noventa empieza a haber un ataque sostenido a la educación y la sanidad, con dos objetivos fundamentales: uno de carácter económico y el otro de carácter político. En lo económico, por la existencia de empresas de capital privado cuya capacidad es fundamentalmente recibir favores de los políticos aliados. Es una oligarquía que se hizo grande gracias a los inmensos regalos del franquismo y de la dictadura, garantizando monopolios enteros, como Telefónica. No tenemos una burguesía emprendedora, industrial y capaz de echarse al hombro el desarrollo de nuestro país, sino un conjunto de sectores oligárquicos que solo son capaces de hacer dinero cuando se le regalan favores sus aliados en el poder. En ese sentido, la sanidad y la educación son campos de negocios muy apetecidos por ellos porque no tienen que invertir casi nada, las grandes infraestructuras están construidas. Es una demanda inelástica, pase lo que pase la gente siempre necesita curarse. Es, además, una demanda cautiva en la que se intenta ir convirtiendo lo que antes eran derechos en bienes mercantiles. El objetivo político es el intento de disciplinamiento de la población trabajadora, por la vía de asegurar que solo el buen comportamiento (si tienes un buen trabajo con un buen salario, si tienes suerte o eres previsor) te va a permitir ejercer lo que antes eran derechos. Hay un intento de vaciar de contenidos sociales la democracia y sustituirlos por libertad de acceso, ya no como ciudadano sino como consumidor.
¿Cómo es el avance neoliberal sobre la salud y cómo son las formas de resistencia?
La resistencia social, de los profesionales y ciudadanos en general, ha sido muy elevada. En España, salud y educación son competencias de las regiones (lo que aquí serían las provincias), así que las batallas son un conjunto de peleas regionales que dependen de la fortaleza en cada sitio de los sindicatos de la sanidad, de la fuerza de los movimientos sociales y de las correlaciones de los parlamentos. Lo que ha sucedido es un intento por parte de las fuerzas neoliberales de librar esa batalla de forma indirecta: no privatizan hospitales enteros, no van a clausurar la sanidad pública entera, pero externalizan servicios completos e intentan ir vaciando los hospitales. Pasan al ámbito privado los comedores, la limpieza, la seguridad de los hospitales, la empresa informática. La inmensa mayoría de esos intentos han sido derrotados, pero en esa batalla, las fuerzas democráticas tenemos que ser extraordinariamente intransigentes, no se puede ceder. No hay que entrar en la discusión de qué partes sí y qué partes no, lo que hay que discutir es que no hay democracia ni régimen de ciudadanía si la gente tiene miedo al mañana. Los Estados de Bienestar fueron la gran conquista para que la gente de origen humilde viva sin miedo, y un componente central de vivir sin miedo es el derecho a la salud y el derecho al propio cuerpo.
Parte de lo que venimos discutiendo en la revista tiene que ver con esta idea que construye el neoliberalismo sobre la cuestión de mérito y la meritocracia. Esa idea de pensar que aquel que no tiene miedo al futuro, como hacías referencia, es porque ha sido previsor y se ha esforzado suficiente, se lo ha ganado.
Hay un intento de atribuir responsabilidades individuales a las condiciones sociales. Por una parte, culpar a los pobres por su situación. Pasarían de ser pobres a ser “perdedores”. Por otro lado se sobrelegitima a los “ganadores”, se descontextualiza a la familia en la que han nacido, su entorno social, son considerados los prohombres que han sido capaces de emprender y llegar a lo más alto. Sustituir el derecho a la certidumbre, a la tranquilidad, a la previsión de una vida en orden, por algo que es un bien de lujo y que te tienes que ganar, es enloquecer a la sociedad. Es sustituir la noción de comunidad – y por tanto de patria – por una carrera del sálvese quien pueda.
¿Y en el ámbito de la salud?
En la salud no han sido capaces de instaurarlo, en parte porque no tienen cómo hacerse cargo del sistema nacional de salud pública. Lo que quieren hacer es que este sea subordinado a la prestación de servicios de lujo para aquellos que puedan pagarlo. Una buena parte de las operaciones más costosas, incluso para quienes tienen seguros médicos privados, se siguen haciendo en el sistema público. No se trata de eliminar la seguridad social ni la salud pública, se trata de mantenerla como la reserva de todo aquello que no es rentable. El proyecto privatizador solo se quiere hacer cargo de las partes que les dan beneficios.
Acá tenemos el intento de implantar la Cobertura Universal de Salud (CUS). Una forma de garantizar prestaciones mínimas, que además de abrir aún más la puerta para que las mismas sean suministradas por el sector privado, deja una incógnita sobre qué harán los ciudadanos frente a la necesidad de contar con una prestación que no esté cubierta. ¿Cómo se vería eso en Europa?
Me parece que España no podría soportar esa cobertura mínima, muy básica y luego: “el restote lo pagas”. Creo que sería imposible. El Partido Popular, la derecha, lo intenta pero no podría nunca llevar eso en un programa electoral. Es una lucha de posiciones larga que sabe que la tiene que librar a varias décadas. Nadie puede ganar las elecciones hoy en España diciendo que quiere hacer algo así, pero puede ir dando los pasos para que algo así sea irreversible. Lo que están intentando hacer es lo que llaman “la libertad de elección”. Plantean un sistema de sanidad gratuito, pero no se refieren a un sistema nacional con garantías, con trabajadores públicos, hospitales públicos, sino que el Estado pasaría a ser una especie de subvencionador de todos aquellos que no pueden acceder al sector privado por sus propios medios. Esta es una discusión compleja, porque en el corto plazo nadie verá erosionado su derecho a ir al médico y que lo atiendan gratis. Pero esto empezaría a generar una masiva transferencia de riquezas de manos públicas a manos privadas. El objetivo final es que eso acabe siendo una mercancía por la que tú tengas que pagar, pero siempre paulatinamente, al principio siempre es todo gratis. Sin embargo, creo que la inmensa mayoría de los españoles, voten lo que voten, sienten que el sistema nacional de salud es un patrimonio de todas y todos. Por eso las movilizaciones que se conocieron como la “Marea Blanca” han sido tan prestigiosas. Cuando la gente veía salir a los médicos que marchaban con la bata blanca, a los enfermeros y enfermeras, veía marchar a profesionales a los que valora y estima. Se entendió que no era una lucha corporativa sino por la defensa de un servicio que todos valoramos. Esto es muy importante, porque los gobiernos neoliberales argumentan que los que luchan son privilegiados, intentan romper la posibilidad de que alguna de las movilizaciones de los trabajadores represente el interés general de la ciudadanía.
“Para el proyecto privatizador, no se trata de eliminar la seguridad social ni la salud pública, se trata de mantenerla como la reserva de todo aquello que no es rentable.”
¿Qué estrategias hay para poner estas discusiones sobre la mesa, más allá del terreno netamente sanitario?
Un amigo suele decir que “nos pasamos discutiendo si Cataluña se independiza y no discutimos la insubordinación de los ricos”. Hay toda una insubordinación de los sectores más pudientes y privilegiados, se quieren quitar lo que para ellos son las pesadas cargas de los pactos sociales de posguerra: que los más ricos tienen que pagar también por vivir en sociedades más cohesionadas, más justas y más equilibradas. Ellos deberían entender que gracias a eso disfrutan de sociedades donde incluso pueden hacer más negocios, que les viene mejor vivir en sociedades que cuidan más de la salud, que tienen a la población en mejores condiciones, que permitan que aflore más el talento porque todos pueden estudiar. Pero ha habido una especie de conquista del oeste, en ver quién llega primero y rapiña más, una especie de capitalismo de casino. Lo que se ve es un intento de los sectores privilegiados de desembarazarse de la obligación de pagar por vivir en un país más equilibrado. La discusión política de fondo que podría unir a los diferentes procesos de luchas, de protestas y de defensas de servicios públicos o de derechos conquistados, es una discusión sobre la democracia. Es la discusión sobre a qué tiene derecho alguien por el hecho de ser ciudadano de un Estado. El derecho a tener patria, a pertenecer a una comunidad que cuida de los suyos. La gente hoy tiene más miedo al futuro, en parte porque la posibilidad de planificar ha sido erosionada o está siendo destruida. La sanidad, la educación, las pensiones, son parte de una lucha central en Europa, en la medida que han permitido sostener a buena parte de las familias durante los años más duros de la crisis. Es importante que asumamos también la discusión de la prosperidad, de la innovación, del desarrollo económico, no solo estamos discutiendo propuestas que son más justas, estamos discutiendo propuestas que hacen a los países más viables. No es verdad que los países más prósperos son aquellos que más recortan, donde los ricos pagan menos impuestos y donde los jóvenes mejor formados se tienen que ir. Las sociedades que se protegen son más prósperas. Hay que disputarle al neoliberalismo toda esa retórica de la modernización y la innovación porque, en el fondo, no están proponiendo nada nuevo, están proponiendo volver a la Edad Media, a ley del más fuerte. Si el 90% de la población tiene miedo a no llegar a fin de mes y hay unos pocos que tienen la vida solucionada no somos una democracia, somos otra cosa.
“Hay que disputarle al neoliberalismo toda esa retórica de la modernización y la innovación porque no están proponiendo nada nuevo, están proponiendo volver a la Edad Media, a ley del más fuerte.”
Tomando esto último y llevándolo al terreno de la salud, si no pensamos en un sistema de salud integral que te cuide, la alternativa que ofrecen es la posibilidad de dar un seguro ante catástrofes para situaciones particulares, que solo te cubra en esas circunstancias. Ahí es previsible ver que la noción de prevención y de cuidado de la salud se aleje.
Lo cual además es más caro. En términos globales los países pierden más dinero. En España muchos profesionales alertaron cuando el gobierno intentó que los inmigrantes sin papeles no pudieran tener derecho a la atención gratuita. Además de la discusión en términos de derechos humanos, de que eso es una aberración, hubo profesionales que dijeron que si a los hijos de los inmigrantes no se los vacunaba, se iba a gastar mucho más dinero en tratar enfermedades que ya estaban erradicadas. Por eso digo que es importante dar la discusión en términos de ineficacia económica. Si la prevención no se hace de forma universal, carece de sentido. La prevención consigue que se erradiquen enfermedades que ni el más rico, con un seguro privado, va a conseguir librarse de ella. La gente tiene que entender que vive en sociedades más seguras, también en el ámbito de la salud, cuando se universalizan derechos. Ni los gobiernos más ferozmente reaccionarios, conservadores o neoliberales, han sido capaces de erradicar del todo las instituciones de la salud pública, tampoco la memoria de los sectores más humildes de que, por el simple hecho de ser ciudadano español, alemán o inglés, tiene derecho a la salud.
· Íñigo Errejón ·
Es Doctor en Ciencias Políticas y Diputado por Madrid. Miembro fundador de Podemos, activista social y docente. Actualmente también ejerce el cargo de Secretario de Análisis Estratégico y Cambio Político en la ejecutiva nacional de Podemos.