Hay muchos aspectos de cómo se está gestionando la pandemia en Argentina que tienen las marcas de la “ola verde”, fundamentalmente en lo que refiere a la aplicación de una lógica de cuidados, uno de los temas más afines a la agenda feminista. En ese sentido lo primero a destacar es la decisión de valorar más las vidas que la economía, haber establecido una estrategia de cuidados preventivos sin haber llegado a los picos de contagios.
Otra medida ligada a la lógica de los cuidados es haber definido tempranamente que en todos los hogares donde hay niñxs y dos cuidadorxs del mercado formal de trabajo, unx de lxs dos se quede a cuidar. También es una estrategia radical de género y clase que las empleadas domésticas no vayan a trabajar y se les pague. En el 2009 la epidemia del H1N1 llegó del mismo modo que la COVID-19, por “vía aérea” desde los sectores que tienen acceso a los viajes, y pasó a los sectores populares a partir de las empleadas domésticas. Parte de la baja circulación actual comunitaria y la aún baja incidencia en sectores populares del brote actual tiene gran base en esta estrategia de anticipación.
Parte del retraso en las acciones eficaces con respecto a la violencia de género es su multicausalidad y su abordaje intersectorial mucho más complejo, aunque parezca mentira, que la respuesta a una pandemia viral.
Es cierto que uno de los déficit es no haberse percatado lo suficiente de que #quedateencasa puede ser un infierno para a las mujeres y niñxs víctimas de violencia machista. Pero considero que, al mismo tiempo que hay que encender las luces rojas con respecto a este flagelo que hasta el momento ha producido más muertes de mujeres que la COVID-19, hay que valorar qué aspectos de la agenda feminista han sido tomados en cuenta.
Parte del retraso en las acciones eficaces con respecto a la violencia de género es su multicausalidad y su abordaje intersectorial mucho más complejo, aunque parezca mentira, que la respuesta a una pandemia viral. Y a eso le sumamos que nuestro Estado había retrocedido varios casilleros en la gestión anterior con respecto a los avances en el tema. Entiendo que una manera de solucionar este problema es sumar al grupo de asesores a sanitaristas especializados en violencia de género, además de incorporar al recientemente creado Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad a las decisiones gubernamentales intersectoriales junto al Ministerio de Salud.
No tenemos experiencia histórica de una pandemia de estas características. Hemos pasado por epidemias como el H1N1 en 2009, atravesamos desde el avance del cambio climático la endemia de dengue pero ninguna experiencia aún con la virulencia ni la peligrosidad de este coronavirus frente al cual la única estrategia que tenemos es la del aislamiento, que es precisamente la que aumenta la violencia de género.
Pero insisto en que, a la vez que señalamos la importancia del problema y su urgencia, conviene que entendamos que la agenda sanitaria feminista tiene otros aspectos, de los cuales algunos sí han sido incluidos, lo cual constituye una excelente novedad.
A muchos sectores se les dificulta plantear sus demandas en un momento en el cual hay preeminencia del discurso sanitario. Pero es lógico que la escena esté capturada por la lógica sanitaria. Quizás no se sepa que esto produce también tensiones a nivel del campo de salud: se ha suspendido la atención preventiva de problemas diversos de salud, incluso de población de riesgo como pacientes cardiovasculares u oncológicos que no presenten una urgencia. También en esto tendremos nuevos problemas cuando por fin salgamos de la pandemia. Las instituciones de salud también han pasado de ser “lugares seguros” a ser lugares en los cuales estamos en riesgo por el contagio del virus. Por eso, es importante tomar decisiones escuchando todas las voces y teniendo en cuenta todos los pros y contras.
Otro aspecto es que el discurso de lo sanitario que recibimos proviene de los medios, lo que se acentúa en tiempos de aislamiento, cuando ellos son la principal fuente de información. En ese sentido, tenemos un déficit que arrastramos desde antes de la pandemia: los medios poseen un imaginario de salud muy tradicional y médico hegemónico pues el discurso sanitario progresista y feminista aun no los ha permeado. También es cierto que esta pandemia encuentra a los feminismos en Argentina sin haber terminado de elaborar una propuesta integral de salud en general y de epidemiología en particular.
Tenemos aún pendiente la articulación más amplia de la salud con el feminismo, un discurso propositivo que no sea solamente anti modelo médico hegemónico.
He trabajado muchos años en esos temas. He hecho mi tesis de doctorado en enfermedad cardiovascular con perspectiva de género hace diez años, tanto en la conformación desigual de la vulnerabilidad como en los modelos de atención. He dado clases de políticas en salud con perspectiva de género, luego trabajado junto a mi equipo en temas de atención primaria de la salud y más, recientemente, niñez, adolescencias y masculinidades adolescentes con perspectiva de género en salud. Desde esa experiencia, considero que tenemos aún pendiente la articulación más amplia de la salud con el feminismo, un discurso propositivo que no sea solamente anti modelo médico hegemónico. He aquí una oportunidad para elaborar una propuesta de agenda de salud con perspectiva de género. La coyuntura lo amerita.
Creo que #quedateencasa es una excelente idea. Insisto, es una estrategia sanitaria de cuidado. Hay estrategias sanitarias en otros países que son terribles, es el contagio en manada, donde solamente, por ejemplo, cuidan a los grupos de mayor riesgo y todos los demás no son contemplados. Hay países donde lo importante es la economía y también países con mucha más economía informal que la nuestra. Quedarse en casa antes de que haya tantos enfermxs fue una estrategia maravillosa e insisto, desde una lógica del cuidado, que también el feminismo tiene que tomar como propia. Yo creo que el feminismo tiene que apropiarse del discurso de los cuidados y visibilizarlo desde su perspectiva.
También es cierto que el derecho a aislarse en condiciones de seguridad no es homogéneo. Le resulta más fácil a quienes tienen un trabajo en blanco, algunos ahorros o no ejercen una profesión esencial, por ejemplo. Por otro lado hay gente a la que se le dificulta más #quedarseencasa y no por razones de carencia, sino por dificultad de parar, de cuidar y cuidarse. Nótese que muchos de los casos donde ha habido confrontación por incumplimiento de las cuarentenas han sido varones, fundamentalmente de sectores sociales acomodados. También es más masculino el porcentaje aún de infectados en el país.
Por otra parte, me parece importante valorizar y visibilizar desde el feminismo sanitario a una de las “cerebras” detrás de la estrategia de epidemia: Carla Vizzotti, infectóloga y viceministra de salud, quien estuvo a cargo del programa de vacunación (entre 2007/2016) muy reconocido por la ampliación de cobertura. En una entrevista que le concedió a Eduardo Feinmann, le dijo: “yo estoy acá y para estar acá levanté una reunión con los curas villeros porque estamos haciendo una estrategia de aislamiento comunitario. Porque los sectores populares no se pueden aislar en la casa sino que se están aislando comunitariamente”. El Ministerio de Salud está acompañando y reconociendo a un sector de gente que hace la cuarentena en conjunto porque resuelve la reproducción social de manera conjunta. Esta práctica desde el Estado es muy cercana al feminismo y es interesante que se la pueda reivindicar. Son estrategias políticas de confrontación de la epidemia en un tiempo donde la ola verde dejó sus marcas y elevó el piso desde donde se hacen algunas acciones. Yo invitaría a eso.
Al mismo tiempo que las casas se volvieron peligrosas para muchas mujeres, en otras está aconteciendo una nueva redistribución de las tareas domésticas. Nunca como hoy los varones están haciendo más tareas de la casa y haciéndose cargo de “los cuidados domésticos de la salud”, comprando la comida, limpiando los alimentos de acuerdo al protocolo sugerido por el gobierno, cocinando, cuidando a los niñxs, comprando remedios, solicitando turnos para vacunas, en un tiempo donde todo lleva más trabajo pues las medidas sanitarias han complicado las tareas de cuidados y de reproducción social. En lo personal, el año pasado tuve un problema serio de salud y me tocó atenderme con varias médicas mujeres de instituciones reconocidas de especialidades “duras” y tecnológicas que me sorprendieron gratamente. Las mismas combinan un alto nivel de profesionalización con medicinas originarias, naturistas y alternativas desde un paradigma integrador que incluye una nueva forma de alimentación. Trabajan con gran sensibilidad, incorporando la lógica de cuidados con mirada crítica hacia la lógica medicalizante. Con lo cual, la actual feminización de la medicina está trayendo consigo un cambio muy interesante que vale la pena mapear y visibilizar. También vale ubicar en esta línea a la red de profesionales por el derecho a decidir que han viralizado su consigna #podescontarconmigo como un guiño de accesibilidad a los derechos (no) reproductivos en el sistema de salud. Quizás no son quienes salen en los medios porque todavía no son jefxs de servicio ni médicxs televisivxs. Aún faltan comunicadorxs en salud desde estos nuevos paradigmas: más mujeres y diversidades, más voces que sostengan un discurso sanitario comunitario y de derechos.
Ojalá cuando lleguemos a la otra orilla, en tiempos de paz, cuando pase la pandemia, podamos hablar más en profundidad de estos temas y ubicar genealogías, autorías y linajes.
Por último, quiero agregar algo acerca del debate de si el Estado ha adoptado un rol paterno o materno. No concuerdo con la familiarización de las políticas públicas. Me parece que una lectura feminista implicaría salirse de la visión familiarista del amparo. Con un Estado presente ocupando su lugar, el rol del feminismo es exigir que las mujeres cuiden pero que también sean cuidadas. Hay muchas feministas en el Estado que lo están haciendo, es bueno desde el movimiento reconocerlo y visibilizarlo. Pero también es importante no apostar todo al Estado y hacer movidas contra la violencia machista desde la sociedad civil. Exigir, hacer control social de gestión y acompañar. Desfamiliarizar los cuidados y su feminización y no confundir amparo con el paternalismo es parte del aporte del feminismo a cómo se está gestionando la pandemia desde el Estado y desde la sociedad civil.
· Débora Tajer ·
Licenciada y Doctora en Psicología, UBA. Magister en Ciencias Sociales y Salud, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO