Brujas y medicinas tradicionales en Argentina

Plantas, animales, hechizos y medicinas. Las brujas argentinas en el Noroeste y la proscripción de los saberes populares

Guaman Poma de Ayala (1615) – Ilustración 302 – “Castigo justicia. sáncay inquisición”.

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Las salamancas tienen por tradición ser esos lugares de reunión de aquellos socialmente excluidos de la sociedad colonial, de aquellos juzgados por renegar del catolicismo imperante y donde resisten y sobreviven las prácticas culturales y socio-cosmologías originarias, afrodescendientes y europeas mestizas. El conocimiento popular, el arte de curar y de enfermar que allí se despliega mediante el empleo de plantas medicinales y ceremoniales sobrevive hoy en el noroeste argentino y en el resto del país gracias a las tan temidas brujas con quienes estamos –y siempre estuvimos– relacionados los médicos y médicas, los farmacéuticos y farmacéuticas, y de quienes hemos heredado saberes inimaginables de gran importancia.

Los saberes populares vinculados a la salud y la terapéutica a lo largo de la historia han sido definidos por las ciencias hegemónicas como “superchería”, “charlatanismo” y “hechicería”, por solo mencionar algunos. Estos conocimientos fueron –y aún son– menospreciados y desprestigiados frente al saber docto occidental muchas veces valorado como único válido. El caso de las brujas, y particularmente las del noroeste argentino, son ejemplo del intento de proscripción de estas prácticas y saberes condenados al garrote y a la hoguera. En la época colonial, en este territorio, los diversos espacios de encuentro, como las salamancas, servían como centros donde se transmitía y practicaba esta sabiduría. En estos lugares, la naturaleza y la cultura se fusionaban difuminando sus fronteras y tanto humanos como animales y plantas compartían libremente sin verse limitados por prejuicios o barreras corporales. 

A los ojos de la sociedad colonial todo lo que allí ocurría se describía como “primitivo”, “ignorante”, “diabólico”. La supervivencia de muchas de las prácticas culturales de esas llamadas “brujas” y de otras y otros especialistas populares aún siguen vigentes en la actualidad. Estos saberes perduran gracias a la resistencia de estos personajes que incluso perdieron la vida por defenderlos. Ejemplos como estos permiten que día a día se valore y replantee con una mirada respetuosa desde la ciencia actual los saberes populares y las medicinas tradicionales en tanto saberes y medicinas otras –ni mejores, ni peores– distintas a la hegemónica u oficial.

Brujas, curanderos, chamanes y yuyeras han sido históricamente marginados del espectro terapéutico en el esquema oficial de salud y tildados de «superchería”, “charlatanismo” y “hechicería”. Si bien estos actores se han replegado, nunca interrumpieron su desempeño terapéutico y sus diversas experticias son, desde tiempos pretéritos, una opción en las complejas transectas que miles de personas en nuestro país y en países vecinos transitan en la búsqueda por tratar sus dolencias y enfermedades. 

Aunque cada país cuenta con su propia medicina oficial, definida como el conjunto de técnicas y conocimientos científicos empleados en la predicción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades humanas, reconocidos legalmente como el sistema oficial de atención en salud, también existen otras formas de medicina, como la medicina tradicional. En este sentido la OMS define como medicina tradicional a “todo el conjunto de conocimientos, aptitudes y prácticas basados en teorías, creencias y experiencias indígenas de las diferentes culturas, sean o no explicables, usados para el mantenimiento de la salud, así como para la prevención, el diagnóstico, la mejora o el tratamiento de enfermedades físicas o mentales”. En las distintas regiones de nuestro país, debido a la pluriculturalidad de los pobladores que las habitan, conviven múltiples medicinas. Las medicinas tradicionales son una elección habitual en muchos de estos sitios y no como complemento, sino como primera opción o incluso como única opción terapéutica en algunos casos.

Ahora bien ¿qué tiene que ver todo esto con las brujas? Mucho tiene que ver. ¿Por qué las “brujas argentinas” y las salamancas? Porque son un claro ejemplo de la importancia de las sabidurías tradicionales y del intento de proscripción de esos saberes. Son poco conocidas, han tenido poca prensa a pesar de que han sido invocadas en varias publicaciones. Algunas de ellas de abordaje fenomenológico (López Mañan, 1916; Garcés, 1997; Poderti, 2005) y otras profundamente estudiadas, con procesos bien documentados donde se abordan distintas aristas académicas que proporcionan un acercamiento histórico más amplio y relevante (Farberman, 2005; 2010).

 

De Salamanca y de América

En el centro oeste del territorio español, cerca de la frontera con Portugal, se ubica la provincia, la ciudad y el municipio de Salamanca. Allí en la antigua cripta de la iglesia San Cebrián, se encuentra la “Cueva de la Salamanca”. Un sitio histórico que tiene la particularidad de relacionar a Hércules, al Marqués de Villena y a los árabes, con la adivinación, el demonio y la hechicería (Pérez, 2013).

Luego de la ocupación árabe de la península ibérica, entre el año 720 y 1492 –período de la reconquista– esta cueva fue uno de los sitios señalados por la sociedad y el clero como un lugar donde se practicaba la brujería y la hechicería. Allí, según las habladurías locales, los “moros” eran instruidos por el diablo en las artes de la magia y la adivinación (Bonilla, [1962] – 2021). Este espacio de Salamanca brujeril y hechicero expandió su denominación genérica a otras juntas y reuniones árabes-islámicas por toda Europa.

La inquisición española se encargó de asociar estás salamancas, con los aquelarres medievales y los sabbats nórdicos, en base a su presumible “carácter diabólico” y no cristiano. Los animales de la noche, los anfibios y los insectos más temidos, las plantas y los minerales, asociados a la imagen de las brujas, emergieron entonces de las salamancas como enemigos de la moral y las buenas costumbres de la época.

Las salamancas surcaron océanos y mares hasta llegar a América en 1492, junto a la santa inquisición española, la cual tomó en el continente otra denominación: “extirpación de idolatrías”. 

Los europeos sintieron temor de las prácticas terapéuticas andinas llevadas a cabo por los distintos especialistas. La estigmatización que sufrieron muchas de las plantas ceremoniales y medicinales andinas recayó especialmente sobre la koka (Erythroxylum coca), el wachuma (Trichocereus macrogonus var. pachanoi y Echinopsis lageniformis, entre otras especies), el war war (Brugmansia spp.) y la ayawaska (Banisteriopsis caapi), entre otras (Anconatani, 2023).

De igual modo la prohibición recayó sobre las ceremonias ancestrales como la de ayaq markan (por su relación con los difuntos y las wakas) y en expresiones como el takiy onqoy (por su relación con las cuevas) (Anconatani, 2018).

Estas plantas, ceremonias y expresiones fueron el foco la “idolatría” a extirpar junto a las ahora nuevas brujas, hechiceros y salamancas americanas.  

 

Las brujas y las salamancas argentinas

Los juicios por brujería del noroeste registrados en la bibliografía, se concentran entre finales del siglo XVI y principios del XVII. Esto ocurre, sostiene Judith Farberman (2005), no porque antes no hayan existido, sino porque la documentación que lo atestigua no es suficiente o es inexistente en la actualidad como para tener noticias de ellos. En fuentes de expedicionarios, jesuitas y franciscanos a lo largo de América se encuentran numerosas referencias respecto a las prácticas tradicionales, como el consumo de plantas o animales por partes de chamanes y curanderos de distintos pueblos originarios, tildándolas como hechicería y pactos diabólicos.

La sociedad colonial del Tucumán heredó esa visión prohibicionista y ese temor hacia las prácticas tradicionales ancestrales cada vez más entrelazadas con las europeas e incluso africanas, donde el mestizaje avanzaba con rapidez y en donde originarios, criollos y mulatos convivían bajo la hegemonía de la clase colonial dominante.

Las salamancas se presentan, brotan en los documentos como testimonio escrito de los juicios por brujería. Es interesante el caso de Pancha, una originaria del pueblo de indios de Tuama del antiguo Tucumán colonial.  La acusada declara en runa simi (lengua quechua) –a veces en presencia de un intérprete, otras veces no– y de allí obtiene el fiscal las diversas “confesiones” arrancadas por maltratos y tormentos.

… Antes de entrar se desnudaron y vieron un viborón que sacaba la lengua viendo a todos, y este le dio a una mujer un papel con unos polvos, el que estaba liado con hilo colorado y cabellos y le encargó a esta que aquellos polvos era para el efecto de matar, dándoles en comida o bebida, y que había baile y canto, con arpa y guitarra y que la mujer le dijo, que aquel viborón pedía le diese su sangre a lo que ‘Pancha’ no quiso y que enojado el viborón se suspendió como que sentaba, y la mujer se fue… (Farberman, 2005)

Aparecen en los relatos de las acusadas además instrumentos como guitarras, arpas, violines, al igual que otras artes como el canto y el baile. Siempre en estos espacios del monte hay bebidas alcohólicas y comidas. Estas salamancas imaginadas, especuladas por los fiscales y los coloniales, fueron arrancadas del runa simi y del kakan (lengua diaguita) mal interpretado y traducido. Estas visiones son las que perduraron en las zambas, chacareras y en los cuentos populares e impregnaron el ideario popular de las juntas en el monte tucumano, santiagueño y salteño actual.

 

Algunas plantas de las brujas

En las salamancas los saberes sobre plantas se transmitían entre los concurrentes. Farberman (2005) comenta otro caso, el de Juana Pasteles el cual puede echar luz sobre algunas prácticas salamanqueras. Confiesa la acusada que, a partir de un preparado realizado con polvo de chamico (Datura ferox y Datura), hierbas de atamisqui (Morisonia atamisquea) y chicha (bebida fermentada en base a frutos de maíz: Zea maiz) enfermó a la india Ignacia de un pueblo vecino. Bajo tormento reveló que el remedio o contrayerba para ese daño era “que se le diese semilla de sevil [Anadenanthera macrocarpa], que fuesen cinco molidas en agua caliente y en ayunas”. Este remedio salvó a la india Ignacia, razón por la cual Juana fue condenada. La acusada indicó también que recibió en otra oportunidad otra planta, el coro (Nicotiana paa), de un originario que recogía leña quien le propuso enseñarle “el arte”. 

Hipotetizar que otras plantas hayan sido mencionadas y no tenidas en cuenta no es descabellado. Sin embargo, los registros judiciales ponen su atención en aquellas con efectos psicoactivos, enteógenos. Aquellas que siempre preocuparon a los conquistadores, muchas de ellas de gran importancia ceremonial para los pueblos originarios de los Andes y del Gran Chaco. Y el Tucumán colonial era un espacio fronterizo entre estas dos grandes regiones.

Aparece también en la salamanca el atamisqui, una planta de uso medicinal conocida por todo el noroeste argentino, principalmente, como planta vermífuga. También el jume (Allenrolfea vaginata): “…amarrados con hilo colorado y cabellos y que estos eran para matar a los que le mezquinaban alguna cosa…” (Farberman, 2005). 

Por otro lado, en varias ocasiones se menciona en los escritos judiciales espinas o agujas de quimil (Opuntia quimilo). En algunos casos como herramientas para inducir las patologías y, en otros, como síntoma-evidencia de la patología. Cabe destacar que la relación de objetos punzantes y su introducción en el cuerpo es algo muy común en la medicina tradicional de muchos pueblos de todo el mundo. 

Algunos testimonios mencionan como opción de tratamiento para algunos hechizados, los sahúmos, forma terapéutica muy empleada en la medicina tradicional. Se emplean dos especies vegetales típicamente utilizadas en las medicinas criollas e indígenas de sud América y en la medicina tradicional europea para “limpiar”, para tratar la “maldad” o la “hechicería”. Estas plantas con gran importancia religiosa católica como la palma (posiblemente Trithrinax campestris) cuyas hojas se bendicen durante las celebraciones de semana santa, en el domingo de ramos, es usada para cuidar los hogares y se quema para tratar el ojeo, la envidia y otros “males” (Rey Bueno, 2008). Algo similar ocurre con el romero (Salvia rosmarinus) planta con un largo historial de empleo ceremonial y medicinal para tratar estas mismas patologías (Cignoli, 1971).

Por último, me interesa destacar las bebidas típicas que aparecen en la salamanca: la aloja y la chicha. Estas bebidas -la primera hecha a base de frutos de algarroba (Neltuma nigra y Neltuma flexuosa) y la segunda, en base a frutos de maíz- se consumían como bebidas en sí mismas y también como vehículo para la ingestión de distintas plantas antes mencionadas: el chamico, el cebil y el coro (Anconatani, 2023).

 

Palabras finales

Somos diversos y somos en comunidad, supo enseñarme un gran amigo y sabio aysiri, el Tayta Carmelo Sardinas Ullpu. Por ello, la intención que he perseguido con este recorrido es la de repensar a través de este acontecimiento –la brujería en el noroeste argentino– la convivencia de mundos aparentemente inconexos y cómo la imposición de un mundo dominante termina por perseguir, estigmatizar y proscribir por temor o ignorancia a los otros mundos posibles, preexistentes o actuales. Pensar la medicina oficial y las medicinas tradicionales como medicinas otras, como mundos contemporáneos posibles y complementarios, es a mi entender, una forma superadora de pensar la salud y la enfermedad, la atención primaria y la terapéutica en general. 

 

Leonardo Martín Anconatani es Bachiller en Ciencias Naturales y Medio Ambiente; Farmacéutico y Doctor en Farmacia y Bioquímica en la subárea  de Ciencias Farmacéuticas (UBA); Vicedirector del Museo de Farmacobotánica “Juan Aníbal Domínguez” (FFyB – UBA); Docente de la Cátedra de Farmacobotánica (FFyB – UBA) y Profesor titular de la Cátedra de Farmacobotánica y Farmacognosia (‘Umai); Becario Posdoctoral CONICET. Dedicado a la investigación en etnobotánica médica, farmacobotánica y etnomedicina. Miembro del Centro de profesionales farmacéuticos argentinos (CEPROFAR). Editor científico de la revista Dominguezia e integrante del Comité Académico Revista Eleusis (UNQ).

 

Referencias

  • Anconatani, L. M., Ricco, R. A. y Wagner, M. L. (2018). “Brujos y doctores, poetas y cantores. El takiy onkoy y la salamanca en América. Boletín-Revista digital “en foco” Fecha: abril 11, 2018. Disponible en: http://enfoco.ffyb.uba.ar.
  • Anconatani, L. M. (2023). Entre humos, bebidas y akulliku. Reflexiones sobre plantas ceremoniales en el mundo andino. Eleusis 1 (1): 175-185.
  • Bonilla, L. ([1962] – 2021). Historia de la hechicería y de las brujas. Biblioteca nueva. Madrid, España.
  • Cignoli, F. (1971). El Romero: Una de las panaceas del pasado. Boletín de la Sociedad española de Historia de la Farmacia (85): 7-13.
  • Farberman, J. (2005). Las salamancas de Lorenza. Magia, hechicería y curanderismo en el Tucumán colonial. Siglo XII. Buenos Aires. Argentina
  • Farberman, J. (2013). Magia, hechicería y cultura popular. De la colonia al siglo XX. Sudamericana. Buenos aires. Argentina.
  • Garcés, C. (1997). Brujas y adivinos en Tucumán. Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy, Argentina.
  • López Mañan, Julio. ([1916] 1971). Tucumán antiguo. Anotaciones y documentos. Universidad Nacional de Tucumán. Tucumán, Argentina.
  • Pérez, R. A. (2013). La cueva de Salamanca y la magia del Marqués de Villena. Análisis de un mito hispano a la luz de las tradiciones esotéricas de Occidente. Atlantis. Madrid, España.
  • Poderti, A. (2005). Brujas Andinas. La inquisición en Argentina. Cervantes Publishing. Sydney, Australia.
  • Rey Bueno, M. (2008). Historia de las hiervas mágicas y medicinales. Nowtilus. Madrid, España.
  • OMS. Traditional, Complementary and Integrative Medicine. Disponible en: https://www.who.int/health-topics/traditional-complementary-and-integrative-medicine#tab=tab_1