Panorama #9

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Sábado 27 abril de 2024

La semana estuvo inundada por la marea universitaria. Más de un millón de personas se movilizó en todo el país en defensa de la universidad pública, no arancelada y de calidad. Mucha gente comentó que nunca había visto una marcha tan enorme. Me tocó viajar desde José C. Paz en uno de los trenes que la comunidad universitaria del Conurbano tomó y llenó para llegar desde el Norte, el Oeste y el Sur hasta las inmediaciones del Congreso Nacional. Hay imágenes que se viralizaron de Constitución y Once repletas y cantando “universidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode, se jode”.

Quienes veníamos en el ferrocarril San Martín bajamos en la estación Villa Crespo. Antes, tuvimos un viaje a vagón lleno, lleno de cantitos, alegría y emoción. Compartí un rinconcito al lado de una puerta con dos estudiantes de medicina. Una es enfermera y trabaja de noche para poder cursar de día. Comentó que le costó acostumbrarse y que al principio se quedaba dormida en las clases. Está terminando segundo año de la carrera sin atrasarse. La otra tuvo que dejar de estudiar este cuatrimestre. Hasta diciembre del año pasado, su pareja cuidaba a las nenas mientras ella estudiaba. Ahora él perdió un trabajo y tuvo que agarrar otros dos en un intento de sostener los ingresos así que casi no está en casa. Además, ella sigue trabajando. No tiene con quién dejar a sus hijas, no le alcanza para pagarle a alguien y le parece que si las lleva a la universidad van a terminar muy cansadas (una tiene 7 y la otra, 4 años). Sabe que va a retomar apenas pueda volver a organizarse. Las dos llevaban puesta una remera con el escudo de la universidad y la palabra Medicina bordados del lado izquierdo del pecho.  No son una excepción. Quienes pueblan nuestras universidades son personas que trabajan, en su mayor parte mujeres y en una gran proporción con hijas e hijos. No solamente pueblan las universidades. Se disponen a defenderlas.

La defensa que nuestrxs estudiantes hacen de la universidad tiene una característica que la hace particularmente conmovedora. No se restringe a ser la lucha por preservar la institución donde se están formando sino que está preñada de la idea de dejar una herencia. Desde el punto de vista de la propiedad privada, tienen muy poco que legar a sus hijxs: deudas, ropa muy usada, fotos. Casi nadie es dueño de su casa, nadie pudo ahorrar nunca nada, la precariedad laboral hace que ni una pensión puedan cobrar quienes quedan cuando alguien se muere. La herencia entonces no es privada sino común, no es en dinero pero es bien material: le dejan a sus hijxs la posibilidad cierta y concreta de ir a la universidad con todo lo que eso implica. Les dejan un país lleno de injusticias y desigualdades pero con alguito justo y que iguala. Es una herencia construida con luchas, historia y política que tiene en su base la ampliación del horizonte de lo posible.

La universidad comenzó a ser un asunto que excedía a la oligarquía cuando a comienzos del siglo XX acceden a ella los hijos de inmigrantes. El acontecimiento que puso el broche a esa irrupción y que comenzó a definir el perfil singular de la universidad pública argentina fue la reforma de 1918, que consistió en un cambio en la forma de gobierno y el procedimiento para acceder a un cargo docente. El segundo hito es el no arancelamiento de la universidad impulsado por Perón en 1949. Eso, junto con la creación de la Universidad Obrera (que después se transformaría desperonización mediante en la Universidad Tecnológica Nacional, UTN), le abrió la puerta a las clases populares y a las mujeres. Esa puerta abierta dejaba entrar a relativamente poca gente porque había un total de cinco universidades (Buenos aires, Córdoba, Cuyo, Del Litoral La Plata y Tucumán). Si bien en el tercer gobierno de Perón y en la década de 1990 hubo un crecimiento del sistema universitario, fue durante las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner que vivió su máxima expansión con la creación de 17 nuevas universidades.

¿Qué tiene que ver toda esta perorata sobre la universidad con el panorama semana l de salud? Pues bien, tiene mucho que ver. Hay algunos nexos obvios: aproximadamente el 80% de las y los profesionales de la salud se forman en universidades públicas; las universidades nacionales son el lugar de trabajo del 60% de las personas que se dedican a la investigación científica; en las universidades públicas se formaron los tres y desarrollaron sus investigaciones dos de los ganadores argentinos de premios Nobel en ciencia. Otros son menos obvios: durante la pandemia de COVID-19 se desarrollaron en las universidades nacionales desde métodos diagnósticos hasta vacunas, se generó una cantidad enorme de conocimiento que fue muy importante de para la toma de decisiones a nivel gubernamental.  En la provincia de Buenos Aires, también funcionaron en las universidades los centros de telemedicina (CETEC) y los vacunatorios, donde trabajaron cientos de estudiantes y docentes. Otros vínculos entre la universidad y la salud son evidentes y tal vez muy poco obvios: la universidad es útil como intervención de salud pública. Según las conclusiones a las que arriba una revisión publicada este año en The Lancet, cuantos más años pase estudiando, mayor expectativa de vida tiene una persona. Además, tiene menos riesgo de tener hipertensión arterial, diabetes, infartos y accidentes cerebrovasculares. Es un beneficio de pasar por la universidad, se termine o no una carrera.

La universidad hace bien porque nos hace más libres, nos da más oportunidades de elegir y de encaminar nuestra vida según nuestro deseo, nos brinda un lugar para cuestionar lo existente y pensar cómo cambiarlo. Por eso marchamos cientos de miles el 23 de abril y es necesario que sigamos defendiéndola en las aulas, los laboratorios, las redes y las calles. Que podamos legar esta herencia que no es natural ni inamovible a nuestrxs hijxs depende, como tantas otras cosas, de nosotrxs y de nuestra capacidad para organizarnos, pensar y accionar.

Leonel Tesler es médico especialista en psiquiatría infanto-juvenil. Presidente de Fundación Soberanía Sanitaria y Director del Departamento de Ciencias de la Salud y el Deporte de la Universidad Nacional de José C. Paz.