Como señala Thomas Piketty (2013), la tendencia a la desigualdad está apuntalada por la concentración del capital y la distribución del ingreso en pocas manos, un modelo económico que privilegia la ganancia por sobre los derechos. Este fenómeno está sostenido por una narrativa potente y en crecimiento que fomenta discursos meritocráticos y de exaltación de supuestos “héroes” y “creadores de prosperidad” -Milei dixit-, que disfraza de épica y enaltece a los principales beneficiarios y responsables de la enorme caída de la participación del factor trabajo en la distribución de la renta global.
En nuestro país, el régimen de acumulación* basado en la valorización financiera** que predomina y fomenta el gobierno actual, es un régimen que ha sido impuesto en la última dictadura cívico-militar, para romper con la estructura económica, política y social del modelo de industrialización anterior. Un modo de acumulación, que profundizaron los dos gobiernos democráticos posteriores (Alfonsin-Menem), caracterizado por la desindustrialización, la regresividad distributiva y la concentración de capital en unas minorías con ganancias extraordinarias.
Desde principios del siglo XXI, los gobiernos progresistas de la región intentaron contrarrestar las consecuencias del modelo de exclusión llevando adelante políticas desarrollistas con redistribución de la riqueza. Sin embargo, la crisis del 2008-2009 irrumpe en el ciclo económico a favor de los superricos con un fenomenal salvataje, demandado por las instituciones financieras internacionales, que expandió el gasto (emisión monetaria sin respaldo) por parte de los Estados, para sostener con vida al sistema financiero y a los dueños de los grandes capitales que provocaron esta crisis.
En el presente, nos encontramos con un mundo extremadamente desigual, , sumado a la feroz y acelerada reconversión tecnológica a la que asistimos (léase, el futuro del trabajo y las asimetrías en torno al acceso y beneficios relativos al uso de las nuevas tecnologías), las consecuencias sociales de la pandemia y en una escalada bélica sin precedentes (Medio Oriente, el genocidio en la Franja de Gaza, Rusia-Ucrania y el ascenso de China como amenaza de la posición hegemónica global de EE.UU., entre otras).
Existe una relación directa entre este mundo cada vez más desigual y en crisis, y el surgimiento a nivel global de las “nuevas derechas” (Goldstein, 2024); que se han posicionado en el centro del campo político internacional con el telón de fondo de un crecimiento del descontento social. Sociedades que no encuentran en los partidos políticos tradicionales las respuestas a sus demandas se sienten atraídas por discursos que plantean “tirar el tablero”. Aparecen así los Milei, los Bolsonaro y todas las figuritas del mismo álbum, que demonizan al Estado como herramienta de garantía de derechos y pregonan un mercado todopoderoso como solución a los problemas del presente. Un mundo mercantilizado necesita subjetividades de mercado (Fridman, 2019), donde todo se pueda comprar y vender (entra aquí lo que usted considere). Nos preguntamos, entonces, ¿cómo afecta esto a nuestro sistema democrático?
Michael Sandel (1996) señala que la desigualdad sin freno que propone el neoliberalismo genera sociedades fragmentadas y excluyentes, con espacios para ricos y espacios para no ricos. Mundos paralelos que se excluyen mutuamente, dañando la capacidad de pensarnos de manera comunitaria, afectando las redes y las instituciones que hacen a la vida en común y afligiendo así un daño significativo al sistema democrático.
En este sentido, reflexionamos junto a las economistas Lucía Cirmi y Candelaria Botto en esta tercera entrega del Podcast La salud de la democracia, acerca de las diferencias y similitudes del programa económico actual con el programa económico llevado adelante por el Menemismo, un gobierno democrático que profundizó, a través de sus políticas económicas, el patrón de acumulación basado en la valorización financiera y que termina con la crisis económica, política y social más profunda de nuestra joven democracia.
Como nos comenta Candelaria, hay que tener en claro que el programa del gobierno actual se basa en una economía de dos velocidades, en donde le irá muy bien a los sectores que tienen que ver con el mercado externo y financiero, que las desregulaciones y las políticas cambiarias les permitirán maximizar sus ganancias y, por otro lado, el sector orientado al mercado interno que, como ya se viene observando, entra en recesión y en muchos casos “morirán” o intentarán sobrevivir.
Posiblemente, como en los primeros años menemistas, los números que suelen relacionarse con la macroeconomía pueden mostrar un crecimiento y una estabilización económica, que no se traducirá en la economía real y que, a largo plazo, mostrará sus deficiencias por la falta de un programa económico orientado al desarrollo del país.
Argentina cuenta con activos muy importantes para el mundo que tienen que ver con nuestros recursos naturales, ejemplo de ello es la inversión que se ha hecho en Vaca Muerta, que empieza a dar sus frutos en la actualidad. “Es mentira que no hay plata”, expresa Lucía Cirmi. Estos activos podrían permitir resolver, si los cuidamos y potenciamos el desarrollo del sector mientras incentivamos y protegemos la industria local, uno de nuestros principales problemas estructurales que tiene que ver con la inflación y la restricción externa que provoca la falta de dólares. En ese sentido, junto a las economistas, observamos y analizamos las políticas planteadas por este gobierno, como el RIGI, que parecieran ir en un sentido contrario al de la mayoría de las economías del mundo, alejado del planteo del crecimiento sostenible y con equidad social.
Respecto a las diferencias entre el contexto del menemismo y el actual gobierno de Milei, es importante resaltar como señala Lucía que: “hoy tenemos políticas, un plafón de un piso de protección social, como la asignación universal, la tarjeta alimentar, que te hace que la calle no estalle tan rápido ni se sienta tanto la crisis en el consumo”. Estos derechos le dan al gobierno un mayor margen para actuar. Incluye a la ciudadanía, mientras ataca organizaciones sociales y desarma instituciones que garantizan y protegen otros derechos como la salud, la educación y los programas destinados a las jubilaciones, las infancias, las mujeres, etc. Como marcan las economistas, todos los “ahorros” que este gobierno realiza actualmente, serán temas que supondrán un mayor gasto para el Estado en el futuro.
En este contexto, donde el gobierno actual pone al país en alquiler, o peor aún: en remate, tenemos el desafío de plantear un horizonte de esperanza. Fue, en definitiva, la esperanza que hizo que este gobierno fuera electo. La esperanza persiste en el pueblo, el pueblo argentino quiere vivir mejor. Tenemos la obligación moral de cuidar la democracia, construyendo un horizonte de esperanza, de expectativa, de futuro, apostando a lo colectivo y a lo común para garantizar el buen vivir y que se cristalicen -de una vez y en forma definitiva- aquellos derechos que hacen a la identidad del ser argentino/a.
Notas al pie
*El régimen de acumulación se refiere a un conjunto de prácticas, relaciones y estructuras económicas y sociales que determinan cómo se produce, distribuye y consume la riqueza en una sociedad.
**La valorización financiera se refiere a un tipo de régimen de acumulación centrado en la valorización del capital financiero más que en la producción industrial. La consecuencia de este modelo de acumulación de capital en la estructura económica de un país es principalmente el predominio del capital financiero con fines especulativos por sobre el capital productivo (dicho de otro modo: dinero que se invierte en bonos, acciones y otros instrumentos financieros y no en el desarrollo de industrias, comercios y servicios, en lo que se denomina “la economía real”).
Referencias
- Fridman, D. (2019). El sueño de vivir sin trabajar: Una sociología del emprendedorismo, la autoayuda financiera y el nuevo individuo del siglo XXI. Siglo XXI Editores.
- Goldstein, A. (2024). La cuarta ola. Paidós.
- Piketty, T. (2013). El capital del siglo XXI. Fondo de Cultura Económica.
- Piketty, T. (2013). Capital e ideología. Fondo de Cultura Económica.
- Sandel, M. J. (1996). El descontento democrático. Debate.
- Stuckler, D., & Basu, S. (2013). ¿Por qué la austeridad mata? El costo humano de las políticas del recorte. Capitán Swing.
Belén Basile es Licenciada en Recursos Humanos por la UCES. Actualmente, cursa la Diplomatura en Economía Política e Historia de la clase trabajadora en Argentina en CEPA-UNR. Miembro de Fundación Soberanía Sanitaria
Manuel Ariño es Lic. y profesor en Ciencia Política por la UBA. Maestrando en Sociología Económica por el IDAES de la UNSAM. Miembro de Fundación Soberanía Sanitaria.
Escuchá el Episodio 3 de La Salud de la Democracia aquí: