SALUD MENTAL: DISCURSOS ANTIGUOS Y SUBJETIVIDADES ACTUAL

En clave de época

FOTOGRAFÍA: FERNANDO LÓPEZ

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La posibilidad de dar respuesta clínica hoy a las problemáticas de salud mental y consumos problemáticos se encuentra atravesada por una serie de nuevos interrogantes que nos interpelan desde diferentes lugares: las presentaciones actuales, los dispositivos, la clínica misma, sus escenarios y una serie de desafíos hacia estas.

La concepción de la salud como “estado de completo bienestar físico, mental y social” resulta insuficiente y problemática. Entre otras razones, porque esta mirada estática excluye la posibilidad de pensar la salud como un proceso de búsqueda constante de solución de conflictos. Así comprendida, la salud no es una definición sobre el estado de un individuo, sino una categoría que se concentra en el vínculo entre el individuo y la sociedad de la que es parte. Y más precisamente, sobre ese complejo y “continuo accionar de la sociedad y sus componentes para modificar y transformar aquello que deba ser cambiado y que permita crear las condiciones que, a su vez, creen el ámbito preciso para el óptimo vital de esa sociedad”.

No hay dudas de que este énfasis en lo procesual, lo dinámico y lo conflictivo se contrapone con la definición de la Organización Mundial de la Salud que concibe a la salud de manera ahistórica. Y de esta manera, lo psíquico y lo social se asimilan a factores que actúan y modifican el nivel biológico. Si el análisis se detiene en este sustrato (es decir, si no se indaga en el carácter social de la salud), inevitablemente las lecturas centradas en lo biológico dan lugar a modelos que -desde la perspectiva que presentamos aquí- no alcanzan para describir al sujeto, y por ello no permiten una respuesta adecuada frente a las problemáticas de salud. Por otro lado, la concepción de lo histórico remite a pensar que las soluciones a las problemáticas en salud no son ni serán eternamente iguales, y deben ser definidas en el contexto en que se desarrollan y evolucionan.

Al dejar de lado concepciones asociadas a una causación lineal y comprender los problemas sanitarios atravesados por procesos de salud-enfermedad, los cuales son parte de un sistema más complejo determinado por las fuerzas productivas de una sociedad y las relaciones sociales que esto determina, nos acercamos más fehacientemente a las problemáticas de salud que atraviesan las poblaciones.

Ahora bien, la posibilidad de dar una respuesta clínica hoy más adecuada, singular y contextualizada, a las problemáticas de salud mental y a los consumos problemáticos, se encuentra atravesada por una serie de nuevos interrogantes que nos interpelan desde diferentes lugares: las presentaciones actuales, los dispositivos, la clínica misma, sus escenarios y una serie de desafíos hacia estos. Desde esta perspectiva, los modelos clásicos en este campo parecieran no tener capacidad de respuesta, principalmente desde sus fuertes dificultades para incorporar lógicas de índole transversal y flexible.

Es necesario comprender la particularidad de este momento histórico que se halla marcada por el capitalismo global: el mercado impone su ley sobre la regulación de la cultura, lo que conlleva un cierto vaciamiento de los puntos de referencia tradicionales que forman el nudo que sostiene a una comunidad. La regulación cultural no es universal, es la de cada sociedad con sus ideales, tradiciones e invenciones al servicio de la civilización, que recorta por esta vía una modalidad de goce grupal. Por ejemplo, no es lo mismo el uso de una droga ordenado por los rituales religiosos que por los imperativos del mercado.

“Los modelos clásicos del campo de la salud mental parecieran no tener capacidad de respuesta, principalmente desde sus fuertes dificultades para incorporar lógicas de índole transversal y flexible.”

 

Pero también es indispensable pensar esas diferencias en los efectos de las políticas neoliberales, en los países del capitalismo periférico como el nuestro, y sus consecuencias en términos de pobreza y desafiliación a lo largo de varias generaciones que, por otro lado, conviven con procesos de naturalización de las diferencias de oportunidades y de la violencia que produce la injusticia, la invisibilización del desamparo social y el padecimiento subjetivo que produce.

De esta manera, las formas que toma el malestar en la cultura, así como las soluciones que se inventan para mitigarlo son diferentes en cada época, tanto en el orden de aspectos sustanciales del ser mismo como efecto de circunstancias sobreagregadas, como en las dificultades materiales, la imposibilidad de garantizar la seguridad futura, el incremento del anonimato y el cercenamiento de metas en general que generan un “malestar sobrante” de las estructuras colectivas como para los sujetos considerados en su singularidad.

“Bajo las políticas neoliberales, conviven procesos de naturalización de las diferencias de oportunidades y de la violencia que produce la injusticia, la invisibilización del desamparo social y el padecimiento subjetivo que produce.”

 

En este sentido, pensar las transformaciones en las subjetividades actuales, en las formas socialmente establecidas de pensar, sentir y actuar como territorio específico de trabajo clínico, nos obliga a preguntarnos por los nuevos dispositivos, por los escenarios de nuestra intervención. Es indispensable reflexionar sobre esas variaciones porque impactan de diversas maneras en lo que hacemos.

Entender la complejidad de las presentaciones actuales muestra la necesidad de cambiar el modelo de las prestaciones uniformes por aquel de las intervenciones según las necesidades, requiere de nuestra creatividad, del trabajo artesanal. En definitiva, dar respuesta implica pensar en las nuevas subjetividades y sus procesos, crear nuevos dispositivos que se sostengan en la imprevisibilidad de lo otro, del enigma inherente a la clínica.

Entonces, se hace necesario buscar modos de “hacer” que se diferencien de los “haceres” conocidos que reproducen operatorias técnicas, que suprimen lo identitario y singular del sujeto, superponiendo carencia simbólica a la pobreza material, desprotección al desamparo, violencia a la violencia. Buscamos establecer modos de hacer que no recurran a etiquetas.
Construcción de dispositivos contextualizados.

“La clínica actual nos obliga a repensarnos y a inventar dispositivos que posibiliten producir lazo social y movimientos en la posición subjetiva, anudar aquello que se encuentra absolutamente desanudado.”

 

FOTOGRAFÍA: S.E.D.H.A.

Me interesa aclarar que no se trata fanatismo por la novedad la insistencia en revisar, sino la necesidad de pensar en una práctica situada y en clave de época. Si pensamos al sujeto como hace treinta años, pensamos en “viejo” con propuestas terapéuticas antiguas y necesariamente la intervención será fallida.

En la década del ‘80 fui parte del Movimiento por un Sistema Integral de Salud que conducía el Dr. F. Ferrara: en la oportunidad que asume como ministro de salud de la provincia de Buenos Aires, en diciembre de 1987, tuve la fortuna de ser parte de su equipo. La gestión fue muy conocida por su carácter innovador: los ATAMDOS (Atención Ambulatoria y Domiciliaria de la Salud, conformada por equipos interdisciplinarios en el primer nivel del Sistema de Atención Progresiva de la Salud. SIAPROS). Casi 30 años después, asumí la intervención del Hospital Nacional en Red Lic. Laura Bonaparte especializado en salud mental y adicciones (Ex CeNaReSo) dependiente del Ministerio de Salud de la Nación, centro de referencia en la aplicación de la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657. La puesta en marcha de las transformaciones del hospital fueron inspiradas en aquellas enseñanzas pero “revisitando” los conceptos, acorde a la situación de ese momento, sosteniendo la importancia de poner equipos interdisciplinarios trabajando en los territorios pero desde otros dispositivos que dieran respuesta a las problemáticas de la población que asistíamos.

Con el cambio de gobierno en 2015, y la implementación de políticas que corrieron al Estado como garante de derechos, comenzamos desde nuestra fundación a desarrollar actividades en distintas villas de la Ciudad de Buenos Aires con equipos interdisciplinarios, y abrimos una casa de acompañamiento y asistencia comunitaria en la Villa 3 de Soldati. Cabe aclarar que no estamos pensando en un enfoque, en una intervención clínica para un sector social, ni como dispositivo de control sobre grupos naturalizados como problemáticos, ni posiciones paternalistas que legitimen una respuesta diferenciada, ni atenciones especiales. Lejos de convertirnos en detectores de problemáticas o categorizadores de estigmas e itinerarios personales, se trata de dar una respuesta a quienes tienen sus derechos vulnerados y donde más deuda social hay.

Dicho esto, la clínica ampliada, o mejor aún la clínica actual, nos obliga a repensarnos y a inventar dispositivos que posibiliten producir lazo social y movimientos en la posición subjetiva, anudar aquello que se encuentra absolutamente desanudado, construyendo nuevos sentidos. Cartografiar territorio, construir redes comunitarias y con las distintas instituciones, intervenir en los pasillos, en las esquinas, en los domicilios, atendiendo en nuestro dispositivo, desarrollando el oficio de lazo. La propuesta es generar experiencias que posibiliten la novedad de fundar, con otros, espacios que habiliten la producción de subjetividad. Producir, en definitiva, una acción transformadora sobre un sujeto arrasado provocando un movimiento que facilite hacer lazo y de alguna manera oponerse a aquello que lo destrama y desubjetiviza, un posicionamiento subjetivo capaz de generar con otros, producciones simbólicas vinculantes.

Nuestro objetivo es hablar de salud, de proyectos, de realizaciones individuales y colectivas. Pero también hay que saber callar para dar la palabra, para hacerle lugar. Implica dar la herramienta primera para la simbolización, la palabra nos permite pensar, nombrar, entender el mundo en el que vivimos, es el principal instrumento de relación con los demás, en la palabra se encuentran los contenidos de la cultura. La palabra humana construye espacios para restablecer el tiempo, simbolizar a partir de la creación de un relato y de una novela familiar, que anude el cuerpo a cadenas significantes. Dar lugar a la palabra es ceder el turno, permitir que el otro tenga su tiempo para hablar en nombre propio.

 

· Edith Benedetti ·

Es psicóloga y docente de la Maestría en Intervenciones Clínicas en Situaciones Extremas, de la Universidad Nacional de Rosario, y de la Maestría y Especialización Formación en Vínculos y Familia del Instituto Universitario del Hospital Italiano, entre otros cursos de posgrado. Preside la Fundación S.E.D.H.A.

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