El medicamento es un bien social

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Los medicamentos son un bien diferente al resto. Desde la época de los boticarios, que preparaban formulaciones magistrales, hasta la aparición de la industria farmacéutica moderna, en la que los laboratorios producen millones de unidades por año, el “remedio” se ha considerado un bien con características particulares. ¿A qué se debe?

Los bienes que son imprescindibles para la vida son considerados de demanda “inelástica”, es decir, son elementos que la población priorizará sobre cualquier otro y apelará a esfuerzos especiales para obtenerlos. Por otro lado, la adquisición de los medicamentos, salvo los casos de venta sin receta, dependen de la decisión no del comprador sino de un intermediario, el profesional prescriptor. El costo de investigación, desarrollo y producción de los medicamentos es otro de los aspectos distintivos de estos bienes, como así también las condiciones de comercialización generalmente distorsionadas por posiciones monopólicas o dominantes, o cartelizaciones. Por estas y otras razones, los especialistas, aún los que no consideran a los medicamentos como bienes sociales y sí de mercado, definen a este como uno de los mercados más imperfectos. Es todo esto lo que permite que esta industria sea, por lejos, la de más alta rentabilidad a nivel mundial.

Medicalización: los médicos también somos responsables

Los profesionales que prescriben medicamentos, en particular los médicos, están sujetos a una serie de circunstancias que pueden incidir sobre sus decisiones. Si los profesionales que indican un medicamento lo hicieran siempre motivados por su juramento hipocrático de actuar acorde a lo que es lo mejor por su paciente, no se explicarían los monumentales gastos que las empresas farmacéuticas realizan para incidir sobre esa decisión. El ejército de agentes de propaganda médica, la realización de costosos eventos cientíicos, la publicidad explícita o solapada, el pago de incentivos por prescripción y la inclusión en estudios de investigación y ensayos clínicos constituyen una parte importante de los gastos que las empresas realizan para vender más sus productos. Estos gastos superan por mucho los costos de producción y, por supuesto, son cargados al precio de los fármacos. Ante esta situación, el paciente está inerme, porque confía en su médico. La asimetría en la formación e información que tiene cada uno es enorme y la capacidad de discernimiento del paciente se ve acotada.

Los profesionales que prescriben medicamentos, en particular los médicos, están sujetos a una serie de circunstancias que pueden incidir sobre sus decisiones.

La cadena de valor del medicamento

Una investigación realizada por científicos de la Universidad de California, San Francisco, publicada en la revista JAMA de la Asociación de Medicina de EEUU, demuestra cómo a cambio de una simple cena de cortesía, la fidelidad de la prescripción de un medicamento aumenta hasta el 118%. El costo de investigación de los medicamentos es otro de los ítems manipulados de modo notable. Las empresas farmacéuticas inflan esos costos para justiicar precios altos. En su libro “La Verdad Acerca de la Industria Farmacéutica, cómo nos engañan y qué hacer al respecto”, la Doctora en Medicina estadounidense Marcia Angell relata en detalle las enormes manipulaciones en los costos de investigación. Angell trabajó 20 años en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine y fue la primera mujer en llegar al cargo de Editor Jefe. El libro está disponible en PDF y puede consultarse por internet.

Los fondos de inversión juegan su salud

En los últimos veinte años se está produciendo una nueva situación que aumenta aún más la enorme rentabilidad de las empresas farmacéuticas, sobre todo, la de los grandes consorcios multinacionales: la mayoría de sus paquetes accionarios está quedando en manos de fondos globales de inversión. Hay un acelerado proceso de fusiones, asociaciones, compras de laboratorios y patentes a precios desmesurados, que están llevando a una concentración del sector farmacéutico sin precedentes. Las consecuencias no se circunscriben solo a la comercialización sino también en el apoderamiento de todo nuevo conocimiento, particularmente en los medicamentos innovadores de tipo biológico y biotecnológico.

Desde los primeros años de este milenio, se ha acrecentado la adquisición de pequeños laboratorios biotecnológicos de investigación por parte de grandes empresas, particularmente en EEUU. En 2011, la empresa Gilead compró a Pharmasset, fundada en 1998 por el cientíico egipcio Raymond Schinazi tras haber éste descubierto una molécula que cura la hepatitis C. La transacción se realizó por un valor de 11.200 millones de dólares y el comprimido de ese medicamento, el Sofosbuvir, se comenzó a vender a un precio de 1.000 dólares cada uno. En un año, Gilead recuperó la inversión y desde ese momento tiene ganancias extraordinarias que pueden llegar a multiplicar por 10 veces su inversión especulativa. Los accionistas de Gilead son fondos globales de inversión, cuya principal consigna es la de obtener una máxima rentabilidad en el menor tiempo. Es así como, un medicamento cuyo desarrollo signiicó relativamente escasa inversión –parte importante de la cual vino de subsidios públicos- se transformó en algo inalcanzable para los enfermos que lo necesitan. Todos los medicamentos de última generación, especialmente los destinados a tratamientos oncológicos, a enfermedades reumáticas, las que afectan al Sistema Nervioso Central, las llamadas enfermedades poco frecuentes, tienen precios exorbitantes. Se los llama MAC, medicamentos de alto costo, aunque en realidad son de alto precio, porque se paga por ellos hasta 500 veces su costo real total, que incluye los gastos de investigación y desarrollo y de producción. La misma pastilla de Sofosbuvir que en los países de altos ingresos cuesta u$s 1.000, en los países de renta media cuesta 100 y en los de renta baja, 10. A 10 dólares cada pastilla, la empresa Gilead gana a través del cobro de regalías a los laboratorios ubicados en la India, a los cuales les da la autorización de producirlo, un buen margen.

A partir del año 1999, Gilead, uno de cuyos principales titulares era quien fuera Secretario de Estado del ex presidente de los Estados Unidos, George W. Bush padre, comenzó a comprar  empresas del sector para adquirir derechos y patentes que le permitan el dominio de determinados sectores de la industria farmacéutica: Nexstar Pharmaceuticals, Triangle Pharmaceuticals, Corus Pharma, Myogen, Raylo Chemicals, Nycomed, CV Therapeutics, CGI Pharmaceuticals, Arresto Biosciences, Pharmasset o YM Bioscience son algunas de las empresas adquiridas por Gilead desde esa fecha hasta la actualidad, operaciones en las que ha invertido más de 18.000 millones de dólares. Mientras tanto, la cotización de la empresa en la bolsa ha subido hasta los 124.000 millones de dólares.

La misma pastilla de Sofosbuvir que en los países de altos ingresos cuesta u$s 1.000, en los países de renta media cuesta 100 y en los de renta baja, 10.

El poder de los medios

A diario aparecen en los titulares de los medios especializados noticias tales como: “Novartis adquiere la división oncológicos de Glaxo Smith Kline por u$s 16.000 millones. Novartis se quedará con los derechos de los productos actuales y del pipeline de Oncología de GSK. Como contraparte de este acuerdo, Novartis decidió desprenderse de su negocio de Vacunas a manos de GSK, por un total de u$s 7.100 millones más otras sumas en concepto de royalties”7 o “Bayer compró Monsanto por u$s 66.000 millones”.

Los medicamentos como bien de mercado y oportunidad de negocios funcionan muy bien para las empresas y muy mal para los ciudadanos que los necesitan. Entender esta danza de millones en cualquier moneda de cualquier país del mundo y cómo esas formidables ganancias se logran en base al sufrimiento de millones de seres humanos será un objetivo de esta revista a través de una serie de notas a las que damos comienzo con este dossier. Analizar las posibles salidas a semejante desmesura también estará dentro de nuestros objetivos, aunque somos conscientes de que si una mayoría de ciudadanos no toma partido en este desafío, el acceso a los medicamentos a un precio lógico será una quimera.

 

· Daniel Gollan ·

Es médico sanitarista y ex ministro de Salud de la Nación.

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