El malestar de la política

Sebastián Freire.

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Ana María Fernández es doctora en psicología y psicoanalista, profesora Titular Plenaria Consulta de la Universidad de Buenos Aires y Honoris Causa de la Universidad de La Plata. Fue la responsable de la primera cátedra de psicología y género en América Latina, en la UBA, abierta en 1987. También recibió el Konex de Platino, y el Premio Naciones Unidas/Mujer. Pero no son solo sus títulos los que la distinguen sino el empecinamiento en seguir interrogando al mundo, a la política, a las relaciones sociales. Para su último cumpleaños, por ejemplo, decidió invitar a una ronda de conversación para intentar una interpretación colectiva de la época que nos toca vivir, a un año de gobierno de Javier Milei. En esa tarea sigue, conversando con intelectuales de distintas geografías, forzando las herramientas que tiene y buscando otras. Reconoce la desazón que campea entre buena parte de la población, también el entusiasmo entre quienes de alguna manera se benefician con el gobierno de la crueldad. Y admite que a esa palabra, tan repetida este año, hay que seguir abriéndola, preguntándole, para poder teorizar sobre esta desazón que toma los cuerpos de la mayoría, también sobre la falta de reacción espontánea que fue -y todavía puede ser- una marca de identidad del pueblo argentino.

 

¿Cómo definirías a la crueldad, o mejor dicho, a la política de la crueldad bajo cuyo sino estamos viviendo desde hace un año?

Nunca imaginamos que la crueldad iba a ser tan exitosa. Es imposible no intentar pensar en esto más profundamente. A la vez, hay que decir que tenemos poco hábito de pensar la crueldad. Quienes pertenecemos, en un sentido amplio, al campo progresista, tenemos una larga historia de pensar la política de lo injusto y a partir de ahí, cómo ampliar derechos. Todo la construcción democrática ha estado alrededor de eso, pero solo hemos pensado los efectos crueles de lo injusto. Entonces, si hay ricos muy ricos y pobres muy pobres, eso es injusto y damnifica a aquellos que están peor situados en el reparto. Es un tema político lo justo y lo injusto. Pero no tenemos tanto hábito en pensar, más que la crueldad de la política, que era lo que venía por tradición, las políticas de la crueldad. Algo pudimos empezar a pensar después de la clínica con sobrevivientes de la represión en dictadura. Hay un libro que recomiendo. Se acaba de reeditar: “Sobre la crueldad”, de Ana Berezin. A su vez, necesitamos avanzar distinguiendo dimensiones de la crueldad hoy tan a la vista.. Por ejemplo, nadie de un zarpazo le saca a los jubilados todo lo que le sacaron, sin tener registro del daño extremo que eso produce. Es una acción deliberada. Creo que puede emparentarse con aquello que Judith Butler ha llamado “los no duelables”. Que mueran los que no le duelen a nadie, es decir aquellos por los que no haremos duelo. ¿Para qué darles créditos a jubilados? Si, de todos modos, ya pronto morirán. Es un realismo excesivo.


Además, es habitual ver cómo se festejan medidas de gobierno que sin duda producen dolor en muchas personas, ¿la crueldad implica goce para quien la ejerce?

Mira, puede implicarlo o no. Ahí habría un psicologismo del que tenemos que tener cuidado. Si vos me preguntás por un progenitor abusador, no solo le da goce, sino que todas las noches cuando va a buscar esa niña o niño en la oscuridad para que nunca lo reconozca bien, va a buscar el goce sexual que le producen ambas cuestiones.En ambas es deliberado. La búsqueda de ese placer sin ley, como tambien es deliberado que la situación se produzca de tal modo que si el o ella recuperaran el recuerdo de la escena, nunca estarán seguros de lo que han visto en esa oscuridadad o penunbra. Ambas generan distintas modalidades de goce. Pero tambien podemos señalar otras modalidades de la crueldad. Otra crueldad, que me parece más habitual en las políticas de gobernantes, es «ni pienso en los que se joden».

 

Sin embargo, desde las usinas de trolls del gobierno ofrecen argumentos para el festejo o para justificar la falta de sensibilidad frente a quienes, por ejemplo, tienen que elegir si comer o tomar un medicamento. Una de esas cuentas decía “mirá si voy a tener empatía por jubilados que votaron mal 80 años”, con cientos de miles de reacciones y respuestas que aluden a que son los guerrilleros de los ’70.

Yo le daría una vueltita: más que el placer físico de la crueldad, es la alegría de que «los reventé», la alegría del vencedor. Son facetas, por eso te decía que es distinto ese progenitor que va en busca del placer sexual neto y que no le importa si daña al otro, que la alegría de quien se siente triunfador, sin minimizar, como si hubiera ganado Boca en vez de River. Podríamos poner todo en el mismo cuadro sinóptico, sería un modo de clasificar diferentes tipos de sentimientos que genera el ejercicio de la crueldad, sin duda. Pero, como en mi criterio es importante avanzar clinicamente en el pensamiento alrededor de todo esto, a medida que vamos enumerando, al mismo tiempo, es importantisimo ir distinguiendo, ir diferenciando,las distintas modalidades de los modos de implementar diferentes prácticas de la crueldad y sus diferencias tambien en las modalidads de acceso al goce.

Su goce. Clínicamente, mi preocupación sería hay que avanzar en teorizar todo esto. Es necesario ir diferenciando cada vez más, en los diferentes modos de acceso a la crueldad,las diferencias en las modalidades de tramitar los despliegues de sus goces. Su goce.

Lo cierto es que esta política de gobierno tiene un fundamento muy claro en su dirección. Más allá de los desatinos, no tiene nada de improvisado ni de casual. Es la primera vez que nos enfrentamos a un modo del ejercicio cotidiano de la extrema derecha -y no en dictadura- con tanta coherencia. Eso es muy grave y no te da respiro, no se te ocurre cómo responder a eso. Y creo que lo peor es que es natural.


¿Cómo natural? ¿hay algo del orden de la naturaleza en todo esto?

Hay que ponernos con valentía a pensar este horror, si tenemos contemplaciones sentimentales, estamos listos, porque ellos no tienen ninguna. Yo lo veo natural, tanto como la naturalidad de Yuyito (se ríe). Yo creo que son modalidades del pensamiento y la acción y además de que la han implantado con naturalidad en todas las redes. La eficacia de esas redes es muy fuerte y es mundial. Y yo creo que la contrapartida de eso, que seríamos nosotros en general, no ha encontrado la vuelta de cómo contragolpear. Cuando te dicen esa frase, ¿por qué te vas a condoler por los guerrilleros de los 70? Difícil encontrar algo breve y contundente que de vuelta la situación.
No hay ahí un estilo argumental, ni un modo del decir que busque la verdad. Es más bien una forma de campaña publicitaria, que te deja sin respuesta. Pareciera que es un estilo, un modo de la difusión de” las noticias” -por decirlo en un término muy amplio- que ha llegado para quedarse. Esta velocidad de la supuesta información, de una información mínima, que te afirma en una modalidad o posición por la que está bueno ser inculto porque no tenés que ver la historia y las complejidades de una cosa o la otra. La verdad es menos importante que el impacto. Lo que se tira en las redes prende y el que lo agarra no busca contenido o datos o argumentos importantes. Busca el eslogan que prenda y con eso le alcanza.La prueba de que sirve, que está bueno, es su rápida difusión.

 

¿Qué queda entonces para el lenguaje? Pareciera que se hablan idiomas distintos más allá de las palabras, las palabras mismas han perdido sentido, es como una torre de Babel. Mucho más allá de las noticias falsas

A mi parece que el paso de la fake News a esto, que sin duda es otra etapa en lo formal de la comunicación pero también es parte de las transformaciones en general del capitalismo global mundial, en el paso del neoliberalismo a este momento que no se sabe bien qué es todavía, pero está dispuesto a liquidar a todo el que le sobra. En mi cabeza, tuve la alarma hará unos diez años, cuando se empieza a dejar morir a los migrantes en el Mediterráneo. Ahí dije, esto es un cambio radical, porque ningún gobierno se preocupaba porque se murieran, Y eso para los gobiernos democráticos, muy burgueses pero que tenían la fachada de la igualdad ante la ley es grave ¡No se les movía un pelo!
Ahí tuve una primera impresión que las reglas del juego de la gobernabilidad internacional estaban cambiando a tal punto que ni siquiera era necesario mantener las apariencias. Me pregunté si estaba empezando el fin de las Naciones Unidas….
Luego vino la pandemia donde vimos gobiernos que a cara descubierta dieron por sentado que la economía no se puede detener, que se muera el que se tenga que morir. Sabían bien que siempre serían los más desposeídos o precarios.

 

Y los viejos. Y las viejas.
¡Claro! porque ya está, si ya produjeron. Tan brutal nunca lo habíamos visto. Hasta que (Giorgia) Meloni, la primera ministra de Italia, tuvo la lucidez de decirlo todo. Fue en el momento en que se empezó a hablar más de ella acá porque se decía que si iba Milei o no, si se habían dado un besito, viste que va todo mezclado… ella hace una declaración, seguramente envuelta en alguna otra reunión internacional que no recuerdo, y dijo: Italia de Roma para abajo, está casi deshabitada. Pero nosotros no podemos absorber más migrantes porque por prepotencia demográfica nos vamos a quedar sin blancos, sin personas de tez blanca.

Lo dijo con una naturalidad, como si yo dijera está bueno comprar liquidaciones. Me quedé dura porque, pensé, ni Trump se ha animado a tanto.

 

Pero ese estilo se fue propagando y ya Donald Trump también ha dicho cosas del mismo tono, como que la migración hatiana comía los perros y los gatos de la familias americanas.

Es un discurso que cae muy bien en grandes sectores de la población, es muy difícil de pensar eso para nosotros, con cabecita progre, porque venimos de una idea que era: las masas están engañadas, nosotros tenemos que contarles la verdad de la explotación y nos seguirán… Estoy haciendo una simplificación histórica de dos siglos. Pero esa idea era incuestionable, por lo menos para mí, hasta que me di cuenta de que no calzo en ningún lado. Como cosa subjetiva, personal, produce sufrimiento porque me deja sin herramientas para buscar mi propia propuesta de acción colectiva -no porque yo la vaya a inventar, sino con los míos o las mías- y no sabemos mucho. ¿Qué le opones a eso?

 

Es una época en la que las acciones políticas del poder no se pueden separar del padecimiento subjetivo, no hay desconexión posible. En dictadura, tal vez…

Siento que estamos como en el ’75, cuando nos dábamos cuenta de lo que pasaba y lo que venía quienes estábamos cerca de las militancias. Cuando vine a vivir a Buenos Aires -yo soy de La Plata-, todas las semanas los del CNU desaparecían o mataban en una esquina a algún amigo o amiga . Porque estaba esa consigna del lado de las organizaciones revolucionarias: «cinco por uno no va a quedar ninguno». Y contestaban los del CNU: «cinco por ocho, no va a quedar ni el Pocho», y mataban ocho por noche.
Tengo una amiga muerta en ese marco. Y no entiendo por qué la familia nunca la buscó, ni siquiera era militante. Ocurría esa desazón, esa desesperación, pero también se insistía en cómo resistir y como seguir luchando. Yo no era una militante de primera línea de ningún grupo, ya me había retirado de las pertenencias partidarias, pero alrededor de los Derechos Humanos nos íbamos ubicando toda la gente inquieta, incómoda, dolorida.

Ahora podés estar politizado o despolitizado, pero hay como una desazón en general. Aunque no se conduelan por lo que dice la primera ministra italiana o el presidente argentino, la gente tiene una incertidumbre, un «¿a dónde iremos?”.

 

Una pérdida de expectativa, de capacidad de acción…

Una desazón de no entender por dónde es el rumbo. Ahora, a la vez yo en el consultorio tengo algunos ricos muy ricos. Nunca los ví tan contentos. Esta idea de que ganan a cuatro manos, no pagan ningún impuesto y además les parece una canchereada no pagar impuestos.

Acá se ve perfecto la cuestión de distribución de la economía porque, a mi consultorio no llegaba esa población, seguramente iría a los grandes psicoanalistas de la APA, gente que también era de esas clases. Es una situación un tanto novedosa. Llega una población que antes no llegaba, de una clase media que se fueron enriqueciendo en los últimos tiempos. Y están felices. También un tanto perdidos.

 

¿Y cómo te llevás con eso?

Bien. Primero porque es muy difícil que uno tome un paciente si no le genera alguna pequeña amorosidad .Al principio me desconcertaba la alegría que expresaban por no pagar sus impuestos, o porque ya no fuera una tarea del Estado cuidar a los más vulnerables. Nunca, eso sí, atendí personas ligadas a la represión. Tampoco me han tocado la puerta. Para muchos de mi generación el eje ha sido qué hiciste en la dictadura. Yo quedé ahí, disimulo lo más que puedo para que me vean aggiornada, pero el eje de mi actitud vital está ahí. ¿Qué pasó? ¿Cómo resististe? ¿Cómo te las arreglaste? ¿Ayudaste a Pirulo cuando tocó el timbre a las 3 de la mañana? Y, para bien o para mal, vuelvo allí cuando temo perderme.

 

Ahora hay un retorno muy denso de aquellos años, tanto en relación a las políticas de memoria y reparación de las víctimas y sobrevivientes como a los juicios. Y también en relación a volver a mirar aquella rebeldía, aquel atrevimiento; es como que no llegamos a imaginar como re apropiarse de ese deseo de transformación total.

Hay una palabra justa ahí, desde el punto de vista político, que es imaginar. No hay imaginación colectiva, a lo Castoriadis, que siempre tuvimos y que no podemos implementar hoy, eso es así. Es una cuestión de la subjetividad colectiva, pero altamente política.

 

Es como que mientras la vida se degrada, se descarta a buena parte de la población -las vidas precarias o no duelables, como decías recién-, las acciones son más bien del orden de conservar más y más precariedad.

Va de la mano de la despolitización de la palabra, ni hablar de los actos. Te voy a contestar sabiendo que lo que diga es más una base para pensar . Yo me pregunto todo el tiempo, ¿cómo puede ser que esto tenga tanto éxito? Que Argentina sea un laboratorio social donde internacionalmente están viendo cuán feroz puede ser la el cambio de economía, de clima, etcétera, sin que la gente incendie todo. ¿Por qué razón la gente ya no sale espontáneamente como sí los hizo, por ejemplo, cuando Macri quiso liberar genocidas con el 2×1? Y fue una gloria popular esa reacción ¿por qué eso desapareció?

A mí me parece que lo que desapareció es en función de tantas malas decisiones, de una corrupción inmensa no esclarecida por ningún lado, muchas cosas muy fuertes que nos atacan lo más bello de nuestras convicciones, a las que tenemos que interrogar porque seguimos queriendo más igualdad. Pero todo lo que se dañó en esa misma política, por sus mismos actores fue generando un rechazo muy grande y nadie del mundo progresista está dispuesto a una revisión sin calzones de eso. Cruda. Una especie de poner las barbas en remojo, valga la expresión masculina, y poder decir: esto no funcionó y por qué; o esto sí, y ver.

Venimos de un mundo progresista que se derrumba en su sentido global con la caída del muro, una construcción de dos siglos que todavía puede ser una expresión optimista. Pero ya no se puede sostener Venezuela o Cuba sin objeción de conciencia. Agonizan o mueren nuestras viejas utopías. Han cumplido su ciclo. Todo lo que se enarboló popular, los progresismos, las izquierdas, lo que sostuvo a quienes en algún momento estuvieron dispuestos a arriesgar la vida, para un sector de esa grupalidad extensa, hoy no funciona. No vas a agitar a nadie con alguna de esas cosas . Y no tenemos ni la menor idea, yo en esto creo que tenemos que ser muy sinceros entre nosotros, no tenemos la menor idea por dónde seguir.

 

Rescato el llamado a imaginar, del que hablaste antes, de sostener la conversación a calzón quitado, porque también es difícil mantener el ánimo y es imperativo vivir. Por más que Javier Milei parezca tener éxito, la sociedad sigue polarizada, la mitad lo ve con malos ojos. Y a la vez vivimos capturades por los algoritmos, las redes sociales…

Sí, y sería necesario armar equipos técnicos para que trabajen sobre los efectos de las redes, porque es muy acelerado. Pero hay otro tema que me parece que ha obturado la continuidad de la amorosidad política en relación a lo nacional y popular, gobiernos que han tenido grandes aciertos inclusivos y también grandes problemas. Y es que han quedado cosas muy gruesas de las que no nos dieron ninguna explicación. Te doy un ejemplo que a mí me desarticuló la cabeza: ¿Cuál fue el pacto entre Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández? ¿Que acordaron? Contame qué acordaste porque no entiendo qué pasó. ¿Por qué Alberto pasó a tener tanto poder que Cristina solo pudo hablarnos en actos? En qué traicionó Fernández, en qué se equivocó el resto.

Es un pacto de gobierno que nos llevó al desastre y que nadie nos explicó qué pasó. Ahí me parece que hay como un desdén por nosotros. No se entiende, no lo entendemos. Hay una idea de no explicar, porque se sigue creyendo que con la líder alcanza. Y a la líder no le podés pedir tanto, ni a esta ni a ningún líder porque hay algo de lo político, no de la política partidaria, sino lo político que es ese fermento colectivo que está como como si lo achataran. En vez de plantar y regar se trata de aplastar el verde.

 

¿Se dificulta así la construcción de una verdad colectiva, justo en tiempos en que la verdad misma está en disputa?

Si todo es así, con esa falta de verdad, de verdad colectiva, de verdad política, de verdad emocional -porque todo esto genera emociones- entonces bueno, da igual MIlei o cualquier otro. Son cosas muy fuertes en relación a nuestra dignidad política que se ve vulnerada por prácticas que ni siquiera comprendemos.

 

¿Se podrá encontrar en el campo de los Derechos Humanos, como antes sucedió durante la dictadura, un espacio donde volver a enhebrar relatos de esperanza, de utopía?

A mí me da mucha tristeza política, personal, emocional, en todos los niveles, ver que eso ya no convoca como lo hacía. Y creo que hay una frase que empezó la debacle -que tendría a sus raíces históricas, también-, que es «el curro de los derechos humanos». Eso se dijo y bajo la creencia. Desde el punto de vista fenoménico y en el trazado a grandes rasgos, la gente ya no se emociona del mismo modo. Está dañado ese empuje socioafectivo por el cual salíamos todos a la calle.

Ojalá las Madres de Plaza de Mayo, que tuvieron esa fortaleza y esa amorosidad política, sean la reserva en la cual nos volvamos a hacer fuertes. Yo creo que debería serlo porque es un punto fijo en este giro copernicano que ha habido. Creo que si lográramos ubicar por dónde, podríamos hacer algo bueno, pero estamos en una etapa previa. De todos modos, hay dos cosas que aprendí en mi trabajo clínico con sobrevivientes de la dictadura, de escucharles, que me han ayudado a lo largo de toda mi vida, seguramente también ahora. Fue muy fuerte ese momento, hacíamos lo que podíamos con toda dedicación, amor y compromiso político. Debo decir que dejaba una hora libre después de un paciente o una paciente sobreviviente. Entonces aprendí aquellas dos cosas: reponerte a tiempo para poder volver. Y siempre se trata de resistir.

 

Marta Dillon es periodista, escritora y activista lesbiana transfeminista. Es columnista de Eldestapeweb y conduce el programa de Stream Pasamos Todes. Ha publicado, entre otros, La intensidad (2022), Aparecida (2015), Vivir con virus (2016).

Una respuesta

  1. Susana Mallol
    9 diciembre, 2024 at 6:51 pm

    Me parece una reflexión profunda que te mueve a pensar. Emocionalmente es muu duro porque te deja dessrmado. Pero es um principio valioso.
    Gracias

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