¿Cuál es el imaginario popular, o el sentido común, que tenemos construido como sociedad sobre la ciencia? Ésta es una pregunta pertinente para empezar una discusión sobre la ciencia, lo científico y los científicos.
Esta sección de la revista tratará de los temas relacionados a la ciencia y la salud. Seguramente, durante la lectura de los artículos aquí publicados, haremos nuestro propio juicio sobre cuán cerca o cuán lejos está la ciencia que se hace en salud del imaginario que tenemos construido.
Para realizar un primer acercamiento a este tema podemos ubicar a la ciencia como una producción social, es decir, una tarea, un trabajo realizado por una persona o un grupo social.
Los científicos son mujeres y hombres como cualquiera de nosotros, que emprenden este trabajo y que, independientemente de los resultados alcanzados, se han esforzado para contribuir con algunos elementos a la construcción del conocimiento.
Esta definición podría contribuir a desmitificar ciertas cuestiones sobre la ciencia relacionadas a una visión elitista, originada en la Edad Media, que plantea la labor científica como propia de los “sabios”, “genios” o personas “iluminadas”.
Algunos autores plantean que la ciencia es algo compartido por miembros de una comunidad de profesionales que se dedican a pensar, estudiar y buscar soluciones a ciertos problemas específicos de un campo disciplinario.
Esta comunidad define patrones que funcionan de cierta manera como normas dentro de cada disciplina, fundamentalmente sobre qué se puede investigar y cómo se puede investigar, teorías y métodos de investigación. En este sentido podemos reforzar la visión planteada de la ciencia como una tarea humana, por lo tanto histórica.
Durante la segunda mitad del siglo XX, luego de la II Guerra Mundial, el campo de la salud pasó por grandes transformaciones. Por un lado se planteaba a la salud como un derecho de los ciudadanos, concretado de distintas maneras en los diferentes países del mundo. Por otro lado, se creó un importante y poderoso complejo médico industrial, que se fue transnacionalizando con el pasar del tiempo, hasta sumarse en los últimos años al sector financiero global.
En esta línea, lo que impulsa el “qué hacer” científico en salud es lo desconocido, muchas veces asociado a la investigación de temas vinculados a nuevas enfermedades.
Este deseo por completar lagunas de conocimiento, por generar información sobre temas que todavía desconocemos, ha generado importantes avances científicos y tecnológicos en el campo de la salud, pero a la vez guarda una trampa y una contradicción en su interior: el riesgo concreto de que “viejos” problemas de salud, como el mal de Chagas y la tuberculosis, sean relegados y pierdan espacio en la agenda científico-sanitaria. Esto puede hacer que ciertos eventos que todavía no están erradicados o controlados, emerjan con mayor fuerza y produzcan epidemias sin que haya producción de conocimiento previo que genere información para ampliar la capacidad de acción de los sistemas sanitarios.
Para que esto no ocurra, es de suma importancia la creación de un vínculo entre la política nacional de ciencia y tecnología y la política de salud. Esta relación es fundamental para el desarrollo nacional de medicamentos, test diagnósticos, vacunas, hemoderivados, equipos médicos, etc, construyendo soberanía y actuando positivamente en la situación económica del país.
Pero la ciencia en salud no se dedica exclusivamente a la investigación y desarrollo de tecnología biomédica. Los sistemas de salud modernos son estructuras complejas; organizaciones con procesos, procedimientos y normas técnicas que buscan la prevención de la enfermedad, la promoción y recuperación de la salud. Los temas vinculados a la ciencia y la tecnología vienen ganando cada vez más espacio y relevancia en la organización de estos sistemas y servicios de salud.
En América Latina, a lo largo de la década de los 90’, se construyó una definición de investigación científica en salud basada en las referencias teóricas producidas en los años 70’ por el médico y sanitarista argentino Juan César García. De una manera general, esta definición plantea la investigación científica en salud como acciones con capacidad de generar impacto en el estado de salud de los seres humanos. Esta definición conceptual delimita y organiza el campo científico en salud según criterios de finalidad vinculados a los aspectos de promoción, prevención y cuidado 6. Al mismo tiempo que esta definición delimita el campo científico-sanitario, lo pone en conexión con otros campos del conocimiento, entendiendo que para mejorar la comprensión o aportar soluciones a los problemas de salud es indispensable el aporte de las ciencias exactas, biológicas, agrarias, humanas y sociales, artísticas, etc.
A partir de esta discusión, podemos definir como investigación científica en salud a toda aquélla que busque producir un impacto positivo en la salud de las personas, más allá del área de conocimiento o institución que lleve adelante esta actividad.
Como decíamos, los avances científicos y tecnológicos en salud son de enorme importancia y relevancia. Sin embargo, no impidieron la permanencia de grandes desigualdades en la salud de la población. Muchos descubrimientos realizados en el campo sanitario poseen un gran potencial para mejorar la condición de vida de las personas y comunidades, pero, en general, no son aplicados para resolver los problemas de los pueblos. Estas afirmaciones indican el carácter político y económico del proceso científico. Los factores políticos y económicos inciden en la priorización de lo que se investiga y en cómo algunos resultados de la producción científica son distribuidos entre los distintos sectores de la sociedad.
Se puede destacar, por ejemplo, que la inversión en investigaciones sobre las enfermedades que son prevalentes en los países de altos ingresos, es mucho mayor que la destinada a aquellas prevalentes en los países de medianos y bajos ingresos. Este hecho produce una enorme inequidad, ya que los eventos que representan más del 90% de la carga mundial de enfermedades reciben menos del 10% de los gastos mundiales en investigación en salud.
El Estado puede corregir estas desviaciones, producidas por el poder económico, incidiendo en el proceso de priorización de lo que se investiga, principalmente a través de proyectos de financiamiento dirigidos para el desarrollo científico regidos por principios de soberanía. También puede actuar a través de políticas públicas que garanticen el acceso a los beneficios del desarrollo científico a todos aquéllos que lo necesiten.
Además, un desarrollo científico pensado como política de Estado puede repercutir, más allá de los impactos positivos para la salud pública, en el desarrollo industrial, la generación de empleo calificado y la disminución de importaciones con la consecuente liberación de recursos para otros programas sociales.
Esta visión plantea una mirada estratégica sobre la salud y la ciencia, entendiéndolas en el contexto del proceso de producción y desarrollo nacional y regional. El desarrollo de políticas científicas soberanas crea las condiciones necesarias para equilibrar las tensiones entre los intereses colectivos y privados, permitiendo también superar algunas dicotomías generadas entre la lógica económica y sanitaria.
Por último, entendiendo a este artículo como introducción al tema, es pertinente mencionar a los instrumentos de difusión del conocimiento científico en salud en el marco del planteo sobre soberanía. Crear dispositivos para que los científicos puedan compartir sus producciones, intercambiar y sistematizar el conocimiento, es motor de generación de más conocimiento. Estos espacios de difusión son componentes indispensables para el fortalecimiento de los sistemas de salud y desarrollo de los países.
En este sentido, esta sección pretende aportar a la difusión del conocimiento nacional y regional en salud. Después de los últimos años de desarrollo científico en Argentina y en varios países de Latinoamérica, puede servir como lugar de resistencia contra los retrocesos impuestos por los gobiernos neoliberales, que en nombre de la globalización aceptan una posición subordinada en la división internacional del trabajo, frenando el desarrollo nacional a través de la primarización y financiarización de la economía. Además puede colaborar en la construcción de las bases de un nuevo proyecto científico, sanitario y económico, con capacidad para construir un futuro con soberanía sanitaria.
· Enio Garcia ·
Sanitarista. Docente Maestría Gestión en Sistemas y Servicios de Salud UNR. Docente UNPAZ.