“Al gobierno no le interesa un Estado amigable para la ciudadanía”

FOTOGRAFÍAS: PRENSA ATE CAPITAL

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El abandono de los trabajadores públicos de salud por parte del Estado neoliberal empeora constantemente las condiciones de trabajo. Sin pausas, con una alimentación deficiente y salarios bajos, la motivación y las posibilidades de brindar un servicio de calidad son cada vez más lejanas.

Los signos de cansancio, tras la vigilia en el Congreso en repudio al proyecto de Presupuesto, se hacen evidentes en el semblante de Daniel Catalano. Son épocas turbulentas, con mucho desgaste de las trabajadoras y trabajadores, y su agenda no tiene un respiro. Pero el compromiso permanece intacto y accede sin titubeos a reflexionar sobre los entornos saludables y las condiciones de trabajo en el marco de un modelo económico regresivo.

¿Cómo analizás los entornos y las condiciones laborales hoy en día?

En los Estados municipales, provinciales y nacionales no hay condiciones de laburo. No sé si en el sector privado se piensa el esquema de otra manera, pero por lo general nosotros estamos acostumbrado a transitar nuestra jornada en lugares de trabajo que no están preparados para contener a las trabajadoras y los trabajadores. Son lugares muy envejecidos, con una arquitectura dañada y cuesta mucho ir resolviendo lo cotidiano. De hecho, hubo una etapa en la que las medidas de fuerza fueron para poder garantizar que haya agua en los baños, porque trabajar ocho horas sin tener las condiciones mínimas de salubridad hace muy difícil transitar la jornada. Después vino una época de inversión y se fueron reequipando los lugares de laburo, pero hoy estamos exactamente en las mismas condiciones de antes. No hay mobiliario y no se invierte en la reparación de lo estructural. Si recorrés los hospitales te das cuenta que no están las condiciones ni para los pacientes ni para el personal que labura ahí. Si vas a las instituciones en donde los pibes están privados de su libertad las condiciones edilicias no los contienen, no les garantizan que puedan hacer un tratamiento, y tampoco a los laburantes, que tienen jornadas de a veces doce o veinticuatro horas. Si vas a los lugares en donde hay adultos mayores te encontras con el mismo escenario. Porque el hacinamiento que ves ahí no es solamente para el que vive sino también para el que trabaja. En esta etapa, el Estado no piensa el espacio de trabajo como un espacio amigable para los trabajadores porque no le interesa que el Estado sea algo amigable para la ciudadanía.

¿Cómo impacta la informalidad en la salud de los trabajadores?

Impacta directamente. El liberalismo va generando las nuevas condiciones de empleo en donde la relación de dependencia deja de ser el factor central y se aspira al cuentapropismo como la única forma de contratación válida. En este sentido, la flexibilización laboral es un método de disciplinamiento y de despojo de mejores condiciones para el laburante. Por eso también la pelea del sindicato para que esto no suceda y por eso el debate abierto entre organizaciones que piensan que lo más importante quizás es la organización masiva de quienes quedan expulsados de la economía formal. Pero lo que uno tiene que pensar es en la posibilidad de garantizar que la economía formal siga existiendo como fuerza central de organización de la ciudadanía. Todos sabemos que hay organizaciones que creen que hay que organizar al empleo informal y darle a eso un marco de legalidad para poder pelear contra las nuevas patronales, pero para nosotros ese es un error. Hay que organizarse, pero no para darle un marco de institucionalidad a esa situación porque de esa forma fomentás que las condiciones de informalidad queden estancas o sigan creciendo. En eso creo que va a haber un empobrecimiento mayor y es un riesgo.

 

“Hay que pensar en garantizar que la economía formal siga existiendo como fuerza central de organización de la ciudadanía.”

 

Hay lugares que promueven pausa activa, la buena alimentación, salas de lactancia. ¿Cómo es la situación de las trabajadoras y trabajadores estatales en este aspecto?

En el Estado tenemos como luchas principales los jardines maternales y los espacios de lactancia; en algunos lugares lo ganamos y resolvimos. Hace poco se logró una gran victoria que es la licencia por violencia de género, que implica una comprensión del otro cuando pensamos en la salud, y esta es una de las peleas centrales que hay que tener. Se intentó poner coaching para trabajar lo motivacional, pero los salarios son tan bajos y hay tan poca claridad sobre la política que se tiene que instrumentar que los expertos en coaching fueron renunciando a los laburos en el Estado, fueron pidiendo que se les cambie la función porque la empleada o el empleado público no son receptivos a esa situación dada su condición laboral. Entonces los salarios son bajos, tus preocupaciones altas, tu tarea es una descomposición permanente de lo que era y es imposible laburar la parte emocional y las pausas en el laburo. Eso fracasó. Este tipo de iniciativas no me parecen malas pero en el marco de condiciones precarias de trabajo, y si estás en desacuerdo con la matriz ideológica, no sirven. Hay lugares donde se hace yoga, comida saludable, pero el Estado no te da ni una fruta. Estamos lejos de poder tener estas cosas. Cuando se inauguró Tandanor se contempló que uno de los pisos fuera el comedor con un espacio saludable, pero está abandonado. Y va a seguir abandonado.

¿De qué manera el Estado debería promover una buena la alimentación en el trabajo?

Primero debería haber un gobierno que entienda al Estado como una herramienta de transformación. En el marco de un gobierno neoliberal en donde el Estado deja de ocupar un rol central, la alimentación es un tema menor, porque se está pensando al Estado solamente como una herramienta para atraer recursos a los sectores dominantes. En un gobierno popular, por el contrario, tenés una mirada integral del pueblo y el Estado es una herramienta tan importante porque es el generador de políticas universales. En ese marco creo que la apertura a una alimentación saludable, a condiciones buenas de laburo, es parte del cotidiano. Y si hubiera un gobierno popular que pudiera volver a gobernar, sería la impronta que hay que darle. En estos últimos tres años se hizo mucho daño y recomponer el rol de Estado, los salarios, las funciones y el trabajo con la alimentación va a llevar un tiempo, pero hay que abordarlo de manera integral.

 

“Primero se empezó a reemplazar productos de primera calidad por otros de segunda. Pero lo que pasa ahora es que cambió estructuralmente la forma de alimentación. Si bien también lo padecen los adultos, la primera preocupación es con sus hijos, a quienes no le pueden garantizar la calidad de la nutrición.”

 

Todos los ministerios, Casa de Gobierno y el Congreso vienen declarando edificios saludables y se puso cartelería buscando declarar los edificios saludables. En tu recorrido por distintas partes de nuestro país ¿pudiste ver que, más allá de lo simbólico de los carteles, esto se haya dado en otros lugares?

No, no se da. Hay una campaña muy fuerte que salió ahora de los distintos equipos de salud de los sindicatos, interdisciplinaria, que empezó con los trabajadores del subte encontrando ese material cancerígeno en el subte (asbesto); nosotros lo estamos detectando en distintos hospitales públicos y se empiezan a hacer controles. Va a salir una cuadrilla de empleados públicos a recorrer el Estado nacional para ver si lo podemos hacer después de manera provincial y municipal, porque se entiende que en el momento en que fueron construidos se utilizaba ese material, y hoy una buena parte de los laburantes estamos expuestos a esa peligrosidad. Creemos que ese lugar no es saludable para trabajar. Iniciamos una nueva etapa y nos encontramos con esta problemática. No era algo que teníamos presente, apareció por estudios que se hicieron en España y se empezó a trasladar a otros lugares del mundo. Estamos todos mirando en dónde estamos trabajando, cómo estamos trabajando, qué es lo que estamos respirando. Hoy viajar en el subte es causal de cáncer. Y si hacemos ese estudio en el tren, posiblemente nos encontremos con la misma situación. No sé cuál sería un lugar seguro para trabajar hoy. Es difícil, no lo encontramos ni con carteles.

 

Después de lo que pasó en Cromañón todos los edificios tienen salida de evacuación. O al menos, la señalización.

No todos. En cada estructura lo que tenés que garantizar es encontrar las salidas y hacer los ensayos con el personal y trabajar con las evacuaciones. En mi sector de laburo, hace tres años que no pasa. Durante el gobierno anterior sí hacíamos simulacros. Entonces frente a una potencial situación de incendio se trabajaba, había responsables por piso, se hacían cursos, teníamos personas asignadas, había un control estricto del Estado sobre los matafuegos, las mangueras y las salidas de agua. Hoy eso no pasa. Quizás es solo en mi edificio, habría que preguntar si en el resto de los edificios sucede lo mismo. Por eso estamos impulsando los cursos de RCP y trabajando con otra impronta, sabiendo que hay un nivel de abandono del Estado.

¿Cómo relacionas los patrones alimentarios del empleado público y la pérdida de poder adquisitivo con lo que venimos sufriendo en los últimos años?

Lo primero que sucedió fue un cambio en la conducta de consumo. Primero se empezó a reemplazar productos de primera calidad por otros de segunda. Que eso puede o no impactar en la vida saludable de una persona. Lo que pasa ahora es que cambió estructuralmente la forma de alimentación. Ahora no se almuerza, se come mucho bizcochito de grasa al mediodía o la gente trae muchos hidratos de carbono de su casa (fideos, arroz), que se comen fríos porque ni siquiera tenés un lugar en donde podés calentar tu comida. El almuerzo del empleado público cambió radicalmente. Y el consumo de carne vacuna, pollo o cerdo tiende a desaparecer en la alimentación cotidiana o, al menos, se consumen cortes de calidad muy inferior. Esto surge de los relatos cotidianos de los compañeros. Un salario de siete mil pesos hace que no se pueda acceder a la mejor alimentación. Si bien también lo padecen los adultos, la primera preocupación es con sus hijos, a quienes no le pueden garantizar la calidad de la nutrición. Esto es producto de la pérdida del poder adquisitivo del salario, se hace muy difícil.

 

“A veces se piensa al empleado público como alguien de clase media, pero no lo somos. Hay una parte mayoritaria de los empleados públicos que no tienen baño dentro de su casa, que lo tienen afuera. Que no tienen cloacas, que no están conectados a la red de gas o que no tienen agua potable.”

 

UNIDAD CONTRA EL AJUSTE. Daniel Catalano junto a Jorge Hoffmann, Secretario General de ATE Santa Fe, y Juan Manuel Sueiro, Secretario General Adjunto de ATE Capital, durante la movilización a Plaza de Mayo el 24 de septiembre, previa al masivo paro general.

De hecho, hay sectores que están haciendo compras comunitarias para poder garantizar la ingesta de verdura. Porque no es que vos decís “no como carne, pero como verdura que me va a compensar de alguna manera una dieta saludable”. La verdura también se hace imposible, así que están organizando salidas al Mercado Central para poder garantizar algo que no sea papa. La papa ocupa un lugar central en la dieta del pueblo no porque sea rica sino porque se puede comprar, te llena y de alguna manera tapa el vacío que te genera no poder consumir otras cosas. Convengamos que el pan tampoco está barato… La elección del consumo se hace muy difícil todo el tiempo. En muchos lugares de la provincia no se llega a comprar el gas, se está cocinando a leña, indicadores que van atravesando la vida del empleado público. A veces se piensa al empleado público como alguien de clase media, pero no lo somos. Hay una parte mayoritaria de los empleados públicos que no tienen baño dentro de su casa, que lo tienen afuera. Que no tienen cloacas, que no están conectados a la red de gas o que no tienen agua potable. Cuando vos no tenés poder adquisitivo, el resolver lo cotidiano se te hace mucho más difícil. Dejás de tomar agua mineral, no hervís el agua, todo esto aumenta los riesgos. Esto es lo que le pasa a la clase trabajadora con salarios pobres.

 

“Hay que pensar cómo contener emocionalmente a los laburantes ante la pérdida de la capacidad de consumo, porque genera un daño fuerte.”

 

Con la crisis económica, ¿se incrementaron los llamados a los delegados de personas que les dicen que no pueden pagar el alquiler? Con el impacto emocional que eso tiene, ¿están fortaleciendo el acompañamiento?

La verdad es que no profundizamos en eso todavía. Hay tantos fenómenos sociales nuevos y problemáticas nuevas… Ahora estamos trabajando muy fuerte con el área de discapacidad, algo que nuestro sindicato no tenía. La explosión del feminismo llevó a que el área de género tenga un volumen de trabajo muy grande, tuvimos que abrir un área de medioambiente para trabajar no solo temas de trabajo sino algo más general, como tránsito de la ciudadanía. En el área de niñez, producto del abandono del Estado hacia la comunidad, empezamos a tener atención directa a compañeros y compañeras que tienen problemas con sus pibes. La diversidad apareció como uno de los temas dentro de ATE que tuvimos que comenzar a entender, producto de la demanda de las compañeras trans por ser tenidas en cuenta, para que se respete el cupo en el Estado. Son cuestiones que no las habíamos podido visualizar en tiempo y forma y estamos ahora atendiendo. Hay que empezar a pensar cómo contener emocionalmente a los laburantes ante la pérdida de la capacidad de consumo, porque genera un daño fuerte. Empezás a tener problemas en casa, el malhumor, rompés con la rutina familiar, la armonía en casa se desgasta, no hay más vacaciones, no se pueden comprar las cosas en cuotas porque no hay más cuotas. Habría que pensar algún tipo de taller. De hecho, cuando hicimos el taller de masculinidades pensamos que iba a ser un fracaso, pero nos desbordó la participación. Hay una gran necesidad de poder acudir y participar cuando se hace una propuesta.

 

· Daniel Catalano ·

Secretario General de ATE Capital