Hace más de cuarenta años se iniciaron las reformas en los sistemas de seguridad social y de salud en los países de Latinoamérica. Este proceso promovió la introducción de importantes modificaciones en las instituciones del Estado creadas con el objetivo de proveer el bienestar general de las poblaciones.
En la actualidad, la transformación más destacada es la reorientación de los objetivos de esas instituciones, con marcada participación del Estado, hacia la lógica de mercado bajo las condiciones impuestas por el entorno sociopolítico y económico internacional.
En ese marco, el Estado se fortalece como regulador, al tiempo que disminuye su participación en las políticas sociales y en las instituciones creadas para su aplicación, haciendo que la función distributiva de esas políticas pase a depender de las decisiones económicas. Un ejemplo concreto de esto son los recortes en salud, el proyecto de la CUS, la tercerización de los servicios y prestaciones.
La protección universal de las poblaciones a cargo del Estado de Bienestar, a todos y contra todo riesgo, se ha transformado en políticas focalizadas de protección específica a sectores sociales aislados, generalmente señalados por organismos internacionales como el Banco Mundial, que imponen créditos blandos para ejecutar planes preelaborados por ellos con criterios económicos antes que humanitarios.
Los primeros intentos de institucionalizar las medidas neoliberales en Argentina empezaron a finales de los ‘70, pero recién en la década de los ‘90 y bajo el estado de derecho se logró el objetivo con apresuradas privatizaciones de las empresas del Estado y cambios radicales en la política. Este escenario parece reencontrarnos.
Hay quienes sostienen que, aún con la destrucción de la matriz sociopolítica estatal-nacional, no se ha logrado, salvo hechos puntuales, establecer fehacientemente la matriz de mercado; sin embargo, la desprotección de la población y el recorte presupuestario manifiestan la ausencia del Estado a la hora del cuidado de la salud, del acceso a la vivienda, al trabajo y a la educación e, incluso, en el sistema de jubilación.
No hay dudas de que se ha producido un deterioro importante del mercado del trabajo ya sea por carencia de puestos, ya sea por precarización de los existentes. La profundización de los problemas sociales parece más relacionada con la distribución inequitativa de esa riqueza, que alcanza para los subsidios de diferentes actividades empresariales pero no cubre las necesidades de los trabajadores. Según La Capital del 18 de junio de 2018 (Diario de la ciudad de Rosario), “La salud pública de Rosario atiende a 21.000 personas más por la crisis. El 50% de esa población, unas 11.000 personas, se incorporó al sector público porque perdió su empleo y obra social. Otro 30% porque no puede pagar los copagos de su prepaga”.
La solución que aparece para la transformación de la realidad laboral expulsiva de mano de obra es la sociedad de mercado, compuesta por clases sociales muy desiguales, en un contexto donde el desempleo y el subempleo se convierten en estructurales. Además, la necesidad del capital de concentrarse para potenciar la acumulación de riqueza se satisface “reduciendo los costos laborales”, es decir, los salarios. Los trabajadores ven aumentadas las exigencias de sus puestos por mayor carga horaria, diversificación de las tareas, disponibilidad para el servicio, capacitación permanente generalmente a su cargo, al mismo tiempo que no encuentran una compensación o reconocimiento por su esfuerzo.
La profundización de los problemas sociales parece más relacionada con la distribución inequitativa de esa riqueza, que alcanza para los subsidios de diferentes actividades empresariales pero no cubre las necesidades de los trabajadores.
Este panorama torna urgente una reflexión sobre cuáles son las condiciones de trabajo en el contexto de políticas sociales introducidas por el neoliberalismo, cuáles son los procesos protectores/destructivos operantes en los lugares de trabajo, cómo son interpretados por los mismos trabajadores y cómo definen, a través del proceso salud/enfermedad, de qué se enferman.
En el caso particular de la ciudad de Rosario, los centros de salud, como Primer Nivel de Atención en el contexto de la estrategia de APS, están conformados por equipos de médicos, psicólogos, administrativos, trabajadores sociales, enfermeros y personal de limpieza, variando el número y los profesionales que lo componen. En líneas generales se realizan tareas de prevención y consultas médicas, en su mayoría complejas, dado que las problemáticas que aparentan ser estrictamente orgánicas se encuentran atravesadas por variables psicológicas, ecológicas, sociales, étnicas, económicas, etc., y son los trabajadores de la salud los que intentan dar respuestas a estas problemáticas en un medio ambiente de trabajo muchas veces desfavorable. Esto implica la exposición a un conjunto de riesgos físicos, químicos, ambientales, domésticos, ergonómicos y psicosociales que afectan a su salud.
Así, desde la perspectiva de los procesos destructivos, el trabajo que se desarrolla en estos centros, con poblaciones a cargo sumamente vulnerables, cargas horarias excesivas, agotamiento, contacto con materiales contaminados, necesidad de cumplir con múltiples tareas, y, en el último período, aumento de los pacientes adscriptos, hambre, recorte presupuestario, faltante de insumos y de prestaciones, salarios que no se equiparan a la escalada inflacionaria, termina influyendo negativamente en la salud del trabajador. ES TAREA DE ALTO RIESGO.
Por otro lado, esta labor requiere de suma creatividad, obliga a organizar el tiempo, implica un aprendizaje continuo y la construcción de algún sentido para la vida, generando en simultáneo procesos protectores.
Para Kahan el trabajo puede ser generador de aflicción, adicción o realización. Lo primero se ve en las tareas rutinarias, mínimas, repetitivas, gobernadas por el automatismo y la fatiga, y nace de la mano de la “organización científica del trabajo”. La adicción se ve en aquellos que trabajan más de la cuenta para mantener un status social. El trabajo es variado, cargado de responsabilidad, domina la vida del individuo. En el caso de la realización, es posible que se gane menos, que el trabajo sea variado y que dentro de ciertos límites el individuo pueda definir los tiempos del mismo. Puede que se realice una tarea pesada y durante muchas horas, pero que se tome el tiempo suficiente para interaccionar con sus compañeros, discutir las tareas, objetivos y cómo llevarlos adelante en conjunto. En este caso, el trato en forma directa con quienes consumen el producto de su trabajo genera gratificación.
En tiempos de hoy, lo que predomina en los trabajadores de la salud es la tarea como generadora de aflicción y adicción, puesto que es necesario mantener múltiples empleos. Esto implica agotamiento, falta de inventiva y un aumento de las posibilidades de cometer errores al tener que enfrentar situaciones complejas con menos recursos. Al mismo tiempo, los costos de vida crecen desproporcionadamente, las poblaciones son cada vez más precarizadas, con relaciones interpersonales signadas por la violencia, ruptura del entramado social y en mayor contacto con sustancias psicoactivas.
Así, el proceso del trabajo junto con los modos de vida adquirirán propiedades “protectoras” o “destructoras” sobre el proceso salud enfermedad de los trabajadores: un mismo proceso puede actuar como protector o destructor según el contexto en el que se dé, y de acuerdo al peso que tenga en la definición de la vida o del modo de vida correspondiente, tendrá mayor o menor influencia en el desarrollo epidemiológico.
El trabajo que se desarrolla en los centros de salud, con poblaciones a cargo sumamente vulnerables, cargas horarias excesivas, agotamiento, contacto con materiales contaminados, necesidad de cumplir con múltiples tareas, y, en el último período, aumento de los pacientes adscriptos, hambre, recorte presupuestario, faltante de insumos y de prestaciones, salarios que no se equiparan a la escalada inflacionaria, termina influyendo negativamente en la salud del trabajador.
Las condiciones de trabajo están dadas por la organización y el contenido del trabajo, duración y estructura de la jornada, sistema de remuneración, aspectos ergonómicos del puesto de trabajo, innovación tecnológica, políticas y sistema de administración de los recursos humanos y por los servicios sociales y asistenciales. El medio ambiente es determinado por los factores químicos, físicos y biológicos junto con los factores tecnológicos y de seguridad. Todos estos factores mantienen una relación sinérgica entre sí y el resultado de esta interacción y potenciación será la carga global de trabajo a la que se ve sometido el trabajador. Cómo afectarán a cada uno de los trabajadores depende de la variabilidad individual.
Todo trabajador aporta a su trabajo su creatividad, iniciativa, experiencia, conocimientos, etc., generando un trabajo efectivo diferente del prescripto, lo que actúa como proceso protector cuando es posible. Los conflictos entre la organización personal y la organización del trabajo surgen cuando hay deseo de hacer las cosas de una determinada manera pero hay una forma de trabajo ya determinada e inflexible y/o cuando esta no satisface la iniciativa personal, no produce placer y surgen contradicciones. Cuanto mayores sean estas últimas, más probabilidades hay de que se puedan desarrollar patologías.
Volviendo al caso particular de los Centros de Salud de la ciudad de Rosario, se puede observar que el medio ambiente de trabajo es, en general, aceptable para todos, mientras que las condiciones son diferentes dependiendo de la población a cargo, es decir, teniendo en cuenta que cuando los procesos destructores/protectores son distintos, las formas de enfermar de los trabajadores de atención primaria de la salud varían.
Entre algunas variables referidas por los propios trabajadores, cuentan las características de las poblaciones con las que se trabaja. Por un lado, existen poblaciones reducidas, de clase media, sin dificultades en la accesibilidad a los distintos niveles de atención (en algunos casos cuentan con la posibilidad de prácticas en el medio privado) en zonas donde las calles son asfaltadas, con fácil llegada al sistema de salud, con transporte y servicios como luz, agua y gas en condiciones.
Lo que predomina en los trabajadores de la salud es la tarea como generadora de aflicción y adicción, puesto que es necesario mantener múltiples empleos. Esto implica agotamiento, falta de inventiva y un aumento de las posibilidades de cometer errores al tener que enfrentar situaciones complejas con menos recursos.
En contraposición, hay poblaciones más numerosas, con necesidades básicas insatisfechas, altos índices de analfabetismo, diferencias étnicas y culturales, situaciones complejas que superan ampliamente los controles de salud, embarazo y enfermedades crónicas, asentamientos irregulares, sin servicios de luz, recolección de residuos, con calles irregulares, lodazales, con dificultades al momento de acceder al transporte público y de trasladarse a los centros de atención o lograr una comunicación rápida y eficaz, lugares donde las ambulancias no ingresan si no se les garantizan ciertas condiciones. Puede suceder que la cantidad de profesionales sea escasa y que los turnos programados se vean alterados por la demanda espontánea, frecuentemente excesiva. Todos estos procesos encuentran expresión, tanto a nivel emocional como físico, como dolencias que no se corresponden con la edad promedio de los trabajadores en salud.
A partir de lo analizado, podemos concluir que las cargas físicas, domésticas, posiciones incómodas y contaminantes químicos, determinan un medio ambiente laboral de condiciones aceptables. Mientras que los procesos destructores, expresados tanto en el plano emocional como en el físico, son predominantes en los trabajadores de la salud con poblaciones a cargo más vulnerables. Se destacan las algias musculares, articulares, cefaleas, labilidad emocional y nerviosismo.
Dentro de los procesos destructivos, muchos de los profesionales tienen que lidiar con situaciones complejas cotidianamente. Las condiciones salariales actuales obligan a extender las jornadas laborales o a tener múltiples empleos. Los avances tecnológicos son cada vez más inaccesibles para los que más los necesitan. Los recortes presupuestarios implican faltantes de recursos como fármacos adecuados, descartables, prácticas y estudios que no se pueden y se deben realizar. Por estos motivos, es común que a los trabajadores de APS les cueste olvidar los problemas que deben abordar, sufran desgaste emocional y, según manifiestan, deban esconder sus emociones.
Como procesos protectores, refieren que su opinión es valiosa a la hora de asignar tareas, al trabajar con estas problemáticas requieren iniciativa constante y aprenden continuamente; en definitiva, se sienten comprometidos con su profesión y le dan sentido a su tarea.
La interacción de estos procesos, destructivos y protectores, serán, junto con los modos de vida, los que definan el proceso salud enfermedad en el que se ven involucrados los trabajadores de la salud, de manera singular y colectiva.
Las condiciones y medio ambiente de trabajo son posibles de mejorar atenuando los factores destructivos, porque si bien se cuenta con procesos protectores, estos se ven agotados rápidamente, lo que implica una rotación del puesto de trabajo recurrente y a edades tempranas, con pedidos de retiro, cambio de sectores de trabajo, con dolencias psíquicas y físicas, generando un desgaste temprano. En cuanto a las poblaciones a cargo, por el momento no se avizoran cambios positivos, pero se puede inclinar la balanza a favor de los procesos protectores, a partir del fortalecimiento de los equipos de salud.
· Mariana Leidi ·
Médica especialista en Medicina General y Familiar y en Medicina del Trabajo (UNR)