Nuevas acciones en el camino de la Medicina Social – Salud Comunitaria

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Cuando la hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, es hora de comenzar a decir la verdad.

Señores, no estén tan contentos con la derrota de Hitler. Porque aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al bastardo, la puta que lo parió está de nuevo en celo. 

Bertolt Brecht

El 12 de Julio se conmemora en Argentina el día de la Medicina Social, en concordancia cuando se cumplen 40 años del nacimiento de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social. 

Solo fechas, solo marcadores del tiempo. De un tiempo donde cada tanto, surge la necesidad de puntualizar la trascendencia en el designio, para que la salud tenga la gravitación que debe tener. Para eso, el concepto biológico debe estar íntimamente asociado al discernimiento social. Hecho que desde mediados del siglo XIX, desde Europa se viene expresando no de manera continua. Podríamos decir parafraseando a Vinicius De Moraes, la Medicina Social llega en olas como el mar.

Registro de ese oleaje es la obra de Friedrich Engels “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, donde el detalle de las diferentes situaciones laborales de la época, era causas de enfermedades evitables y prematuros decesos. Al mismo tiempo en Alemania, Rudollf Virchow, estudiando diversas epidemias relaciona esas enfermedades con las condiciones sociales. Para él, las condiciones precarias donde nacía y vivía la clase obrera, eran los motivos de enfermedades e incluso de epidemias, como fue la que estudió personalmente en Silea, causada por el tifus.

Pasaron varios años. 40 años después del cambio de siglo y del otro lado del océano, Salvador Allende en Chile – como ministro de salud –  también estudia los conflictos en la salud y la atención médica concluyendo que, en su mayoría, resultan de contradicciones sociales. Y estas últimas, a su vez, resultan del producto del imperialismo capitalista que oprimía tanto a Chile como a la mayoría de los países de Latinoamérica. Así lo expresa en su libro “La realidad médico-social chilena”.

En la misma época, pero del otro lado de la cordillera de Los Andes, el primer ministro de salud de Argentina, Ramón Carrillo, a pesar de su especialidad como neurocirujano, realiza una enorme gestión como sanitarista, interpretando el peso de lo social en el proceso Salud – enfermedad – atención-cuidado. En su testimonio, sostiene que la sanidad pública no se puede desarrollar si no existen dos condiciones: “1) Un estándar de vida alto de los trabajadores y 2) Una elevada educación sanitaria del pueblo”. Y que las plagas existentes ya no eran un problema médico sino del gobierno, ya que si no se erradicaran demostraría que el “Estado no ha organizado sus recursos para defender lo único permanente de la nación, su caudal humano que es el potencial biológico y el futuro de todas las patrias del mundo”. Ligando a la educación un valor totalmente imprescindible para la realización del derecho a la salud.

Otro fuerte oleaje, germina de la mano de Juan César García, pediatra argentino, nacido en Necochea, recibido en la Universidad Nacional de la Plata, que luego de hacer estudios como sanitarista en la provincia de Buenos Aires, viaja a Chile donde estudia sociología, complementando la justa mirada para encarar la problemática de los procesos s-e-a-c. 

Juan Cesar García viaja a los EEUU, ingresa a la OPS y junto a la salvadoreña, María Isabel Rodríguez, y el médico ecuatoriano Miguel Márquez, los tres con idéntica percepción, van fijando nuevos paradigmas en la formación del recurso humano, hoy llamada fuerza laboral en la salud.

Juan Cesar García, a fuerza de viajes y cartas, va reuniendo un grupo de sanitaristas de toda Latinoamérica, llegando a los encuentros mencionados como Cuenca I y II, realizadas en Ecuador, donde se fueron marcando el rumbo del movimiento de la medicina social. Sellándose en Oruro Brasil, a pocos meses del fallecimiento del sanitarista argentino, en 1984. Allí, hace cuarenta años se realiza el encuentro fundacional de la Asociación Latinoamericana de la Medicina Social (ALAMES).

Cabe destacar, que el apoyo financiero de la OPS fue importante para constituir y consolidar uno de los primeros programas de posgrado que se creó con esta perspectiva: la Maestría de Medicina Social de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, de la Ciudad de México.

La medicina social latinoamericana se despliega entre la formación de grupos de académicos, investigadores del campo de la salud que se acoplan a los movimientos de trabajadores y de estudiantes y a las organizaciones populares discordantes con el modelo económico mencionado en aquella época como desarrollista, el que se implementó con rigor en la década de los sesenta en América Latina.

Desde esos tiempos, hubo un movimiento que investigaba los determinantes de la salud, las causas de las causas de las inequidades en la salud. Pero por, sobre todo, los estudios se enfocaron en la determinación social, productora de tanta inequidad, teniendo como herramienta fundamental, una epidemiología crítica, que hecha luz en las verdaderas causas, no como factores aislados de riesgos, sino como las verdaderas causas de causas.

A decir del gran sanitarista colombiano Saúl Franco “…en su desarrollo, la corriente médico-social latinoamericana ha mantenido esa vocación teórica, ha ampliado su espectro temático y ha afinado sus métodos de trabajo.”

Es necesario analizar los diferentes contextos existentes hace 40 años, en su fundación, a los que nos acorralan hoy.

Hace 40 años, América del Sur encontraba a la mayoría de sus países retornando a procesos democráticos luego de haber vivido sangrientas dictaduras, la mayoría de ellas, para imponer un sistema económico de corte neoliberal. Por otro lado, en Centro América se vivían procesos revolucionarios como los de Nicaragua y El Salvador. 

Muy diferente a la actual realidad, donde la concentración económica genera grupos económicos-financieros, de mayor poder que la mayoría de los países de la región. Las reglas de juego de los países son las democracias, pero para estos grupos son otros los “juegos” que plantean, por lo que están en verdadero riesgo los procesos democráticos. Bolsonaro, el golpe en Bolivia, Milei, Bukele y sus campos de concentración que denomina cárceles, son algunos ejemplos de los nuevos “juegos”, donde los medios de comunicación tienen mayor poder que los poderes legislativos y los desgastados y humillados poderes judiciales.

Este es el marco de la determinación social que va reglamentando el derecho a la salud, entre tantos otros derechos. No hay dudas de que se ha creado una particular tensión entre un propósito de conocimiento crítico y los desafíos de este escenario concreto.

Es urgente comunicar, de todas las maneras posibles, los riesgos que se corren al modificar los sistemas de salud desvalorizando, humillando y desprestigiando, con engaños y mentiras a la Salud Pública, financiada por impuestos generales, para poder proponer el sistema de seguros basado en la demanda. Ya probado en distintos países produciendo una estratificación del derecho a la salud según el poder adquisitivo de la población, de manera tal de hacer desaparecer el derecho, para transformarlo en privilegio.

No es el fin último el sistema de salud, pero es el instrumento necesario para ejercer la docencia en los propios y propias trabajadoras de la salud, para a su vez transmitir a toda la población la importancia del derecho de la salud. Trabajadores y trabajadoras prisioneras de una explotación laboral y cautivos del mercantilismo individualista, jamás podrán servir a un proceso comunitario y social como debe ser entendida la salud. Las manifestaciones capitalistas de producción generan una ruptura ética, un cambio en la serie tradicional de valores.

Las arquitecturas conceptuales que nos socorrieron durante siglos están hoy en procesos de desintegración, nuestra construcción artificial de esquemas estáticos y jerárquicos se van degradando en un océano de impotencia.

Debemos arremangarnos y dar la tan mentada batalla cultural, con la que enfrentaremos a la mirada colonialista que propone el individualismo y el sálvese quien pueda, mirada que lejos está de ser un paradigma para el desarrollo de la Medicina Social y la Salud Comunitaria. Hoy debe existir una distribución del poder y una disposición en red, cuyo complejo dinamismo sea llevado por un heroísmo colectivo, que imponga los fundamentos necesarios para el empoderamiento del sujeto de derecho nutrido por una medicina social y salud colectiva.

 

Referencias:

  • Howard Waitzkin, Alina Pérez, Matthew Anderson. Medicina Social y la transformación que se avecina – junio 2023 Ed. Eón S.A. México.
  • Ana Jaramillo. En defensa del pensamiento de Ramón Carrillo: “La libertad en todas las formas es un derecho del pueblo” Salud colectiva- versión impresa ISSN 1669-2381 versión On-line ISSN 1851-8265- Salud colect. vol.16 Lanús 2020
  • Carrillo R. La salud del pueblo depende de diversos factores indirectos del pueblo. En: Política sanitaria argentina [Internet]. Remedios de Escalada: De la UNLa, Universidad Nacional de Lanús; 2018 [citado 20 may 2020]. p. 51-57. Disponible en: https://doi.org/10.18294/9789874937032 

 

Juan Canella es bioquímico, Mg. en Salud Pública, docente de medicina en la UNPaz y la UNdMP. Director Ejecutivo del hospital Mercante y coordinador de Alames.

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