PRESENTACIÓN DEL #1 DE LA REVISTA

Salud y proyecto de país

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01/05/2017

La salud de una población está directamente relacionada con una cantidad de variables que, inevitablemente, dependen del modelo político, económico y social predominante en un país. Sabemos que, a mejor calidad de vida, las poblaciones tienen mejor salud. Esto significa que las sociedades que acceden a buenos trabajos, a una educación de calidad, a la cultura, a una vivienda, a la recreación, a una correcta alimentación, al agua potable, a cloacas, a sistemas de protección social, etc., gozan de una mejor salud. Es evidente que las enfermedades no afectan de la misma manera a quienes tienen altos ingresos, ingresos suficientes para satisfacer las necesidades básicas, o a un indigente. Las posibilidades de enfermar son mayores en los más pobres y sus chances de detectar tempranamente una dolencia y de acceder a un tratamiento adecuado en el momento oportuno son menores.

Por lo tanto, los gobiernos que instrumentan proyectos políticos de exclusión social, de rebajas salariales, de empobrecimiento de la sociedad traen aparejado, indefectiblemente, un deterioro de la salud que se termina expresando en los indicadores sanitarios. Si a esto le sumamos que ese tipo de gobiernos conciben a la salud como un “gasto” y achican los presupuestos de salud pública para la prevención, promoción, asistencia y rehabilitación, el daño que terminan produciendo es enorme.

Exactamente eso es lo que está sucediendo en nuestro país y en los países de la región en los que se han vuelto a imponer, por diferentes vías, gobiernos de corte neoliberal que tienen como denominador común el desaliento de las industrias locales, del consumo que genera el mercado interno y la restricción de la inversión social. Estos gobiernos generan una redistribución regresiva de la riqueza, privilegiando las ganancias de pequeños sectores de la sociedad dueños de grandes fortunas en desmedro de los trabajadores y los sectores más carenciados. En otras palabras, retiran dinero de los bolsillos de millones de argentinos bajando salarios, aumentando tarifas y precios para repartirlo entre muy pocos, con la promesa de que estos van a invertir para generar más empleo, situación que nunca se termina dando porque esos recursos terminan fugándose del país o se utilizan para obtener rápidas ganancias en inversiones de especulación financiera. El deterioro en los ingresos de las mayorías impacta directamente en la calidad de vida y en la salud, provoca problemas de alimentación, dificultad para el acceso a medicamentos, al hábitat digno, a la calefacción, a la educación, a la recreación y al transporte.

Reflexionemos un instante si no es esto lo que nos está sucediendo a cada uno de nosotros y a nuestros familiares o conocidos. Diversas investigaciones que se han desarrollado en estos últimos meses dan cuenta de esta cruda realidad con cifras objetivas que son incontrastables. Cifras que, por otra parte, se hacen vivenciales cotidianamente en las fábricas, en las empresas o en organismos del Estado en los que trabajamos como también en los barrios en los que vivimos o recorremos. Por otro lado y en paralelo, también se está debilitando de modo alarmante, la capacidad de dar respuesta desde los hospitales y centros de atención primaria por el desfinanciamiento, los salarios bajos, la falta de insumos y el desmantelamiento o derogación de los programas del Ministerio de Salud de la Nación destinados a la prevención, promoción, atención y rehabilitación. También los afiliados del PAMI y los de obras sociales están sufriendo el deterioro en las prestaciones, situación que alcanza incluso a la mayoría de los asociados a empresas de medicina prepaga que padecen restricciones de algunos prestadores y prolongados tiempos de espera para los turnos programados. La consecuencia de todo este combo entonces, es que tenemos más población propensa a enfermarse por el deterioro de su calidad de vida por un lado y un sistema de salud con mayores problemas para dar respuestas, por el otro.

En estos momentos tan difíciles es muy importante hacer todo lo que esté a nuestro alcance para impedir mayores retrocesos en los derechos básicos. La salud es uno de ellos, y es preciso que toda la comunidad la defienda con las diferentes herramientas que nos brinda la democracia. Esta revista es un pequeño aporte para canalizar esa defensa de la salud. Hay muchas otras, y cada uno deberá decidir con cuales participar, recordando además, que cada dos años tenemos la posibilidad de revertir el rumbo a través del voto. Porque es importante que nunca más se pueda convencer a nadie de que salud y política son cosas diferentes.

 

· Daniel Gollan y Jorge Hoffmann ·

Dirección General Revista Soberanía Sanitaria / Secretario General ATE CDP Santa Fe