Las nuevas guerras, la salud y la información

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Frenar las guerras como método de resolución de conflictos, establecer un nuevo orden mundial post pandémico, avanzar sobre una agenda que responda a las demandas de estos tiempos, es vital para evitar que en el año 2050 se cierre la oportunidad de cambiar el curso de una historia de visión atlántica.

La epidemiología crítica aborda las determinaciones sociales sobre los estados sanitarios de los pueblos y ubica a las guerras como una de las principales cuestiones a analizar. Esto se debe a que permite diferentes miradas que no se agotan en el estudio del hecho en sí mismo, sino que busca significados en los estados psicológicos de las poblaciones en las situaciones previas al conflicto, durante el mismo y en los síndromes post traumáticos devenidos de la guerra.

Hemos vivido una guerra pandémica, que nunca se quiso asumir como tal, gracias a una acción coordinada de la oposición política que combatió al despliegue de las necesarias medidas sanitarias en la comunidad con la acción psicológica de los medios hegemónicos sobre el conjunto de la población, quienes con deliberada intención buscaron disminuir la impronta pandémica, debilitando las políticas sanitarias ejecutadas por el gobierno nacional.

Los análisis nunca fueron más allá de la visión binaria de amigo-enemigo, tanto en los temas científicos como en aquellos vinculados a la descripción de las políticas aplicadas, lo cual además de la confusión generada por la aparición de la pandemia, el temor, el miedo y el pánico, fueron condimentos diarios volcados sobre la salud mental de los argentinos. La suma de factores gravitantes en la salud comunitaria en el aspecto mental, fue postergada en los análisis sanitarios, dada la urgencia del combate pandémico, pese a que involucraba a todos los trabajadores de la salud, desde la barricada de las terapias intensivas a los planificadores-asesores científicos y sociales de las decisiones políticas, como así también a todos los trabajadores esenciales, desde docentes a barrenderos, desde comerciantes a choferes.

Hemos vivido una guerra pandémica, que nunca se quiso asumir como tal, gracias a una acción coordinada de la oposición política que combatió al despliegue de las necesarias medidas sanitarias en la comunidad con la acción psicológica de los medios hegemónicos sobre el conjunto de la población.

La guerra es también una dinámica de acción psicológica de importancia que permeabiliza los comportamientos sociales complejos, antes, durante y después de los conflictos. Las poblaciones afectadas son bombardeadas con informaciones contradictorias, direccionadas a determinados objetivos, lo cual puede producir en las mismas efectos de parálisis, sumisión, escape, migración o lucha, aún a costa de la vida misma, frente a la agitación de una situación límite, representada en las comunicaciones de diferentes maneras, pero siempre superficial y binaria en su mirada.

Esa acción se llama en la actualidad guerra híbrida, descripta con precisión hace 70 años por nuestro sanitarista peronista el Dr. Ramón Carrillo, que no solo introdujo la Medicina Social en Latinoamérica sino que incursionó en los aspectos militares de la Guerra Psicológica, charlas y conferencias dictadas en la Escuela Superior de Guerra de aquel entonces.

Debemos hacer un esfuerzo de comprensión abarcando todos los aspectos en los que incursionó el maestro que fueron vitales para el desarrollo soberano de las políticas sanitarias y de defensa nacional en un mundo dominado por las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, que imponían modelos de sumisión a los países que como el nuestro, habían hecho del neutralismo su decisión soberana. Una situación que se puede estar repitiendo hoy con el conflicto en Ucrania, en donde los sectores de intereses en juego, ajenos al interés nacional, están confrontando como antes sus futuros espacios de poder internacional.Ahí se inscribe la preocupación por la llamada”guerra psicológica”, hoy denominada ”guerra de quinta generación”, al incorporarse las nuevas tecnologías y los dispositivos a distancia que no existían entonces, como las redes globales y los drones, capaces de librar guerras “sin sangre a la vista”. Hoy, como ayer, los medios de comunicación y las culturas dominantes que construyen el espacio simbólico, son herramientas eficaces de control social de los pueblos y contribuyen a la creación de falsos escenarios de confrontación, llamados ahora de la “post verdad”, los cuales son en realidad una construcción de mentiras destinadas al fortalecimiento de posiciones de poder.

San Martín ya hablaba del poder que tenía la infiltración y confusión en la información al enemigo. Hoy en día se ha avanzado muchísimo en la comprensión del comportamiento humano y, tanto con herramientas formales como informales, los enemigos de la nación se sirven de la manipulación para colonizar el pensamiento y el accionar de los pueblos. Los medios de comunicación han dejado de comunicar y se han convertido en verdaderos factores de poder, que, a través de la desinformación y la construcción de realidades, logran defender sus intereses concentrados.

Podemos pensar que estamos, como dice el Papa Francisco, transcurriendo la tercera guerra mundial en cuotas, que solo es visualizada por quienes se sumergen en la información e ignorada por la mayoría de la población, que recibe imágenes fragmentadas de una realidad, de acontecimientos simples y sin contexto. Las cientos de miles de víctimas, muertos y desplazados por apetitos de dominación global impactan solamente en los sufrientes pueblos agredidos y colonizados, como sucede en la actualidad en Ucrania.

La pandemia mundial ha visibilizado la crisis civilizatoria global en una dimensión alarmante para las futuras generaciones: el calentamiento global, consecuente a un capitalismo infinito en un planeta finito, las políticas extractivas de acumulación de riquezas que arrasan el ambiente; el daño a la naturaleza es tan grande que cambian los comportamientos de la fauna y de la flora, desaparecen miles de especies, mutan las moléculas virósicas que nos ha tocado combatir; a su vez la tala de bosques nativos produce la desertización de tierras fértiles acabando con los alimentos para millones de seres humanos y promueve el uso de agrotóxicos que también alteran la salud de las poblaciones. Estas problemáticas son las que constituyen el mundo como hoy lo conocemos.

La humanidad persiste en su intento de integración entre los seres humanos y la naturaleza y el equilibrio entre ambas ecuaciones de esa realidad es necesario para preservarla. Cualquier acción de los seres humanos altera el ambiente natural, desde un caserío en el medio de un monte hasta una ciudad inmensa emergiendo en el desierto, pero ninguna de esas acciones produce el efecto depredador que si hace el capitalismo salvaje, tal cual como lo denuncia Francisco.

No se trata de tener una posición extremista de frenar cualquier desarrollo humano, ni siquiera de converger a formas de vida contemplativa, sino que el diseño de las nuevas tecnologías tengan el financiamiento prioritario del cuidado ambiental, en especial en sus formas extractivistas que siempre pueden ser realizadas sin contaminar las aguas, ni producir la acumulación de carbono en la atmósfera, como ha sido hasta ahora. Entonces no es una cuestión dilemática entre la vida de los pueblos y el desarrollo económico social, sino más compleja en su visión y más sencilla en su resolución, ya que existen en la actualidad los recursos científicos necesarios para evitar la contaminación y frenar el calentamiento global. La mejor inversión entonces es la que protege a la humanidad, los pueblos y el ambiente.

La pandemia ha visibilizado la crisis civilizatoria global en una dimensión alarmante para las futuras generaciones: el calentamiento global, consecuente a un capitalismo infinito en un planeta finito, las políticas extractivas de acumulación de riquezas que arrasan el ambiente.

Frenar las guerras como método de resolución de conflictos, establecer un nuevo orden mundial post pandémico, avanzar sobre una agenda que comience a dar respuestas a las demandas de estos tiempos es vital para evitar que en el año 2050 se cierre la última ventana de oportunidades de cambiar el curso de una historia de visión atlántica. En esta prevaleció la matriz eurocéntrica que logró instalar una lógica de explotación y saqueo que se acaba de terminar en términos mundiales, pero persistirá en la región dado el carácter dominante hegemónico de quienes insisten en sostener “su patio trasero”, desconociendo todos los aspectos del derecho internacional y manteniendo políticas económicas ortodoxas, promoviendo políticas sociales mercantilistas e impidiendo la industrialización de los países, como lo hicieron con Paraguay en el siglo XlX en un baño de sangre que repitieron cada vez que fue necesario para la preservación de sus intereses estratégico como Imperio.

Por esa razón, la salud, a educación, la información, los servicios, los derechos laborales, sociales y previsionales y el manejo financiero y económico están ligados a la colonización de los pueblos, que desde hace cinco décadas impera en la región bajo su formato neoliberal y que la pandemia ha herido en su formulación teórica al demostrar que el Estado debe ser jerarquizado en las políticas públicas y que la solidaridad social compartida es la que permite enfrentar los episodios que pone en riesgo la Humanidad. Para ello, una política descolonizadora y de liberación, es necesaria en el camino de construcción de la Patria Matria Grande de nuestros Padres Fundadores.

Jorge Rachid es médico del trabajo, especialista en Seguridad Social. Profesor titular en Ciencias Sociales y profesor adjunto de Medicina del trabajo en la UNLZ.