ANÁLISIS DEL MODELO ACTUAL

Identidad y fragmentación subjetiva en el neoliberalismo

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Hay frases que circulan en un momento histórico que se constituyen como mandatos sociales. La formación de una nueva subjetividad deja su huella en los trabajadores de la salud. ¿Cuáles son los riesgos de la instalación de una mentalidad neoliberal en el ámbito de la salud?

Desde el punto de vista de la salud mental, el proceso abierto el 10 de diciembre de 2015 y su curso actual, abre tres desafíos principales.

· La fragmentación social y productiva:

Será necesario desarrollar abordajes y dispositivos para trabajar sobre las consecuencias en la subjetividad comunitaria e individual que generan fenómenos tan disruptivos como la exclusión, la desocupación, la imposibilidad de proveer a la subsistencia diaria y la agresión creciente de las fuerzas de seguridad. Un medio en el que las personas, familias y grupos sociales no pueden desarrollarse se conforma en un medio enajenado, promueve el aislamiento, la fragmentación social y la precarización subjetiva.

· El corrimiento del bien y el mal:

Algunos abordajes bienintencionados explican el aumento de la violencia y -sobre todo- del delito, por el aumento de la pobreza. Esta relación no solo no está probada sino que enunciarla implica un desconocimiento respecto a cómo se constituye la normativa de una sociedad. Es desde el Estado que se promueven y generalizan, en forma de leyes, pero fundamentalmente en forma de su ejemplo y discurso los límites de “lo que está bien y lo que está mal”.
Atenderemos en este artículo una tercera cuestión que afecta críticamente a los procesossubjetivos y nos reclama un abordaje que supere el malestar y la denuncia.

· El país y las subjetividades en riesgo:

La demonización del sindicalismo, la segregación de grupos originarios, la degradación de las condiciones de vida de los trabajadores justificada en el “fin de la fiesta”, la desvalorización de la militancia política, el avance del ajuste sobre sectores productivos muy vinculados a la soberanía y el desarrollo nacional, la supresión de los medios de comunicación no tributarios del discurso oficialista, la persecución a referentes políticos mediante causas de corrupción amañadas, el fin del populismo que han exaltado en foros mundiales y en el medio local, todo indica que la disputa en que se embarcaron excede la coyuntura y lo material para proyectarse a una disputa por la hegemonía, el modelo de país y –por lo tanto- las identidades y referencias subjetivas que están dispuestos a aceptar en él.

Gramsci asociaba el concepto de hegemonía a una suerte de armonización del conjunto social: un grupo lograba contener los intereses de la mayoría de la sociedad en su proyecto, una identificación del resto con su discurso y así su propuesta le permitía gobernar en nombre de todos. La grieta, la estabilización de las crisis como forma de dominación mundial, entre otras cosas, han restringido este objetivo en la oligarquía local: por su esencia depredadora no puede hegemonizar ofreciendo formas inclusivas, así que las convierte en inviables y deja solo la alternativa del sometimiento, sea por represión, sea por vía de shock económico, sea por su combinación. Tras lo que consideran “setenta años perdidos”: ¿Qué tipo de subjetividad colectiva, grupal e individual necesita destruir un modelo de exclusión como el que viene a restaurar la alianza Cambiemos?

Setenta años atrás, en tiempos de Scalabrini Ortiz o Mallea, la imposibilidad de ordenar la subjetividad colectiva entre los argentinos y argentinas de a pie parecía endémica: ingreso de desposeídos de decenas de países, aculturación por inmigración interna, producción primaria e industrial hiperconcentrada, el productor autosubsistente casi exterminado (campaña al desierto y guerra del Paraguay mediante) o reducido a la servidumbre (pero capitalista), etc. La cultura popular era relegada por un pensamiento y acción de Estado que asimilaban la exclusión a la civilización, el extermino al progreso.

Las trazas de resistencia que trajeran los inmigrantes, al encuentro con las experiencias locales fueron coagulando en formas sindicales y políticas y en luchas fuertemente reprimidas. El golpe del 30 y la década infame liquidan toda incidencia social sobre un Estado que vuelve a manos oligárquicas. Caído el yrigoyenismo, la exclusión jugaba la carta de la nacionalidad contra los reclamos sociales a los que ubicaba como “foráneos”. “M´hijo el dotor” era el único e inalcanzable punto de unidad social y, por ende, de construcción de un sentido común que ofrecían los dueños del país.

Pero algo sucede en tanto esa masa social dispersa busca su amalgama. La guerra mundial multiplica la necesidad de producción de alimentos, primaria y elaborada; se multiplican los puestos de trabajo y se va conformando un movimiento obrero que amplía su capacidad de disputa; la crisis del modelo agroexportador abre una crisis de hegemonía, sectores del grupo que se hace cargo del gobierno encuentran en el rescate y promoción de la organización obrera el contrapeso necesario a los sectores que resisten al cambio.

Con Perón detenido, masas de trabajadores cercan la casa de gobierno. Allí, acordada su libertad y la convocatoria a elecciones en seis meses, Perón se levanta para irse pero es conminado a hablar a la multitud. Sale al balcón y, entre otras cosas, les dice: “Trabajadores: únanse; sean hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra la unidad de todos los argentinos.”

Estas y otras palabras producen, como mandato, una concreción simbólica nueva para una movilización obrera y popular, resignifican en un momento la historia de esas personas y su devenir. En lugar de reprimirlos e intentar aislarlos de la población que sigue en sus casas o lugares de trabajo, Perón usa palabras del radicalismo libertario, el anarquismo, el socialismo, el comunismo, silenciados por años, les dice a esos cientos de miles de hombres y mujeres desde el vértice institucional simbólico de la Argentina, la Rosada, que gracias a su movilización y su unidad son a la vez los fundantes y la única garantía para esa nueva República que aún antes de existir los reconoce como pilar de su existencia.

La Patria son ellas y ellos, los invisibles de la historia, no las casas y los campos, casi siempre ajenos. Identidades diversas, signadas por la búsqueda solidaria, el sentido comunitario se unen en una identidad colectiva, en un nosotros: los trabajadores devienen actores políticos, como propietarios de la decisión respecto a qué tipo de vida y de república tienen derecho a producir y habitar ellos y los suyos.

Vale la pena considerar dos mandatos más, resignificantes de identidades colectivas e individuales, del mismo modo, en la misma época.
– “Donde hay una necesidad nace un derecho”. Dicho en el diálogo entre dos o más personas no es más que la expresión de un deseo. Dicho y cumplimentado desde el seno mismo del Estado se constituye en un mandato institucional: el Estado debe velar por las necesidades de sus habitantes. Pero también en un mandato social: “puedo proponerme objetivos porque tengo derecho, vivir mejor, que mis hijos vivan mejor de lo que he vivido, que sus hijos mejoren lo que ellos vivan: un futuro mejor está a mi alcance”. Como dijo el poeta; “nosotros somos quien somos”. Pero también quienes podemos ser. Una masa sustancial de hombres y mujeres de ese Estado populista que repugna a nuestros gobernantes, se concretan en una identidad refractaria al Estado oligárquico que estos se proponen. Son, en la continuidad de las generaciones, una traba permanente a un Estado que los niega por su naturaleza.
– “Los únicos privilegiados son los niños”. Tanta fuerza tuvo que, a pesar del silencio que lo eyectó del discurso público durante casi una década, estaba subyacente como mandato para esos niños que, devenidos en jóvenes, recogieron las luchas y consignas de la Resistencia, buscaron en las experiencias de otras regiones nuevos recursos para volcarlos en la militancia de los 60/70 por un mundo que en lo social, lo político, lo artístico, lo afectivo, fuera mejor que el que generaron las dictaduras. Tanta fuerza simbólica que ni el genocidio ni Malvinas disuadieron a las nuevas generaciones de entregarse a la búsqueda de concretar esa promesa, siempre retaceada pero siempre vigente como ideal.

El individuo o, mejor dicho, las subjetividades individuales se construyen en el magma de las subjetividades colectivas. En y de ese magma se recogen los componentes que les permiten materializar su existencia singular, grupal y colectiva, sea para prosperar, para autodestruirse, para disfrutar o llevar una vida de sufrimiento, para sentirse parte de una comunidad o todo eso junto.

Cuando cientos de miles van al Congreso o Plaza de Mayo, a veces para festejar, a veces para convalidar con su presencia la recuperación de YPF o los Espacios de memoria, a veces para manifestar su enojo aun sabiendo que serán apaleados, denostados y encarcelados sin obtener lo que reclaman, lo hacen porque en el magma que alimentó su individualidad predominaron ejes discursivos y políticos tales como “el pueblo unido…”, “Únanse…”, “Donde hay una necesidad”, “memoria, verdad y justicia”.

El individuo o, mejor dicho, las subjetividades individuales se construyen en el magma de las subjetividades colectivas.

 

En un artículo reciente, José Pablo Feinmann dice: “al neoliberalismo (…) no le importa lo micro. Incluso lo despoja para sostener los números de la balanza de pagos. De aquí que se le quite dinero hasta los más débiles, los jubilados, los niños”.

Todo lo contrario. La disputa hegemónica es, trasladada a lo individual y grupal, la disputa sobre cuáles subjetividades promover y cuáles subjetividades desalentar. En término freudianos, qué identificaciones promover y cuáles desalentar en la construcción de subjetividades.

El débil que, unido a otros, es pilar de la democracia; el joven que abraza la causa de su pueblo; el viejo que lucha por lo que le pertenece porque se siente hacedor de esa conquista colectiva; el ciudadano convencido de su derecho y necesidad de definir el futuro y el presente de nuestro país; los que se movilizan solidarios por una causa justa; los sindicalista que luchan no solo por un salario, sino también por la dignidad del trabajador, el desarrollo y la soberanía productivos; los militantes sociales que pelean por una forma de vida justa y digna; funcionarios que hacen honor al compromiso que asumen con sus votantes; un pueblo que se busca como comunidad, son algunas de las subjetividades que Cambiemos se propone y necesita destruir.

La disputa hegemónica es, trasladada a lo individual y grupal, la disputa sobre cuáles subjetividades promover y cuáles subjetividades desalentar. En término freudianos, qué identificaciones promover y cuáles desalentar en la construcción de subjetividades.

 

No se trata solo de quién se queda con la riqueza sino de cómo evitar que las mayorías, a través de estas subjetividades que se fueran conformando junto al Estado populista y se multiplicaron hasta hoy en formas diversas, disputen el lugar que conquistaron en aquella emergencia, que en parte perdieron y recurrentemente vuelven a reclamar.

El pueblo en la calle, la dignidad de ser lo que se es, la mirada puesta en el Estado, el hombre gris de Scalabrini que sale de su soledad para enlazarse a lo que hasta ese momento no existía, la comunidad en que me reconozco, esa es la geografía política que se construyó con el peronismo y que el neoliberalismo trata de destruir hace siete décadas.

No está escrito aún cómo sostener esas identidades, pero su persistencia muestra un recurso de salud que nuestro pueblo atesora en su memoria más profunda. Cómo decodificarlo es parte de nuestra tarea.

 

· Mario Burgos ·

Psicólogo en APS, Programa ATAMDOS, Corriente Federal de Salud Mental, Co-coordinador; Corredactor del Proyecto Actividades de apoyo a la Prevención y el Control del VIH-SIDA en Argentina. Integrante del Comité de País (Fondo Mundial-Ministerio de Salud, 2001- 2009); ex miembro del Foro Argentino de ONGs con Trabajo en VIH-Sida, Coordinador 2013-2016 PRIM Lanús (Programa de Residencia Integral Multidisciplinaria).

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