SINDICALISMO FEMINISTA

Hacer de la sororidad una hermandad transformadora

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La lucha sindical ha emprendido la cruzada contra el patriarcado. A continuación se tejen algunas reflexiones sobre la potencia de las mujeres en la defensa de los derechos de lxs trabajadorxs.

Las mujeres en el ámbito sindical hemos producido grandes transformaciones. En ese sentido, vale mencionar que en 1985 el Sindicato de Prensa Rosario (SPR) ya había constituido su Comisión de la Mujer para atender la participación de las trabajadoras en el gremio.

En la encuesta realizada aquel año las compañeras expresaban que dicha comisión debía encarar actividades gremiales –en defensa y promoción de los derechos de la mujer-, culturales y otras, promoviendo siempre su participación junto a los compañeros. También manifestaron desconocer los derechos laborales y los que les asistían como mujeres. Por ello, el SPR organizó actividades de formación que abarcaron esos temas y en las que también participaron varones.

Así se comenzó hace más de 30 años atrás, tratando de transformar una organización de raigambre verticalista, impregnada del paradigma patriarcal, en otra más horizontal y representativa de todas, todos y todes lxs trabajadorxs.

Desde ese inicio la participación femenina fue gremial, compartiendo los espacios de representación, de acción y de lucha con los varones. Como jóvenes mujeres estuvimos dispuestas a todo aquello que constituyera una reivindicación y una conquista.

Lo cierto es que era tanta la crisis de nuestro sector que lo que más nos embargaba eran los problemas que no hacían distinción de sexo. Despidos, precarización laboral, concursos preventivos de crisis, etc. Se tornaba difícil diferenciar el sufrimiento de los compañeros varones del sufrimiento de las compañeras mujeres.

Experiencia fructífera de militancia gremial mujeril en medio de las gomas quemadas, las bombas de estruendo, los huevos podridos, los choris en la calle, les hijes, cónyuges, parejas, padres, madres, amigues y todes les que pudieran acompañar y aportar en la defensa de los derechos laborales.

Eso corroboraba que en las luchas no hay diferencias, y que el protagonismo de las mujeres sindicalistas en las mismas contribuía a su fortalecimiento identitario.

Así como el amarillo y el azul hacen el verde, así también quería, quiero y querré la sociedad futura, y más aún, el entramado social que se teje en los colectivos laborales. Ese verde que tiene de amarillo y de azul lo necesario para transformarse en un verde integrador e inclusivo.

Creo en la militancia gremial como aquella en la cual todas, todos y todes consensuadamente, después de dirimir todas las diferencias, enfrentemos a nuestro real enemigo: el neoliberalismo con su expresión desaforada, codiciosa, explotadora y perversa que hacen del trabajo un lugar de pleno sufrimiento para varones, mujeres y disidencias.

Estratégicamente las mujeres no debemos estrechar nuestro campo feminista, en todo caso tenemos que expandirlo, ampliarlo, globalizarlo e integrar a todas y todos los actores sociales que podamos para vencer a un enemigo que aprovecha las divisiones, las fracturas, las fragmentaciones y las diferencias para anclarse en ellas y desplegar su siniestra injusticia social. Esa que no contempla derecho alguno, que conspira contra la igualdad, la equidad y contra todo aquello que implique una distribución justa de la riqueza. Asunto, este último, que nos ha convocado siempre como trabajadoras y trabajadores. Esa es la verdadera disputa.

El paradigma del patriarcado ha impregnado el tejido social por siempre. Hoy tenemos la oportunidad de ampliar nuestra mirada e instar a los varones trabajadores a sobreponerse a esa reproducción injusta, pero ciertamente funcional al sistema, que no hace más que producir condiciones de trabajo que enferman, que precarizan y que tornan inseguro e insalubre el ambiente de trabajo. Hoy tenemos la oportunidad de hacer de la sororidad una hermandad transformadora.

Identificar a quien produce tales condiciones hace posible abroquelarnos, varones y mujeres, para luchar. Pero para enfrentar a tales monstruos producidos por un sistema voraz también se nos hace necesario contar con nuestras familias, nuestros hijos/hijas, nuestras parejas, nuestros padres y madres. Por eso cuando me preguntan sobre la mujer y el sindicalismo, mi posición es de nucleamiento porque nunca hay suficientes humanos para vencer al enemigo real.

Ahora bien, es verdad que tenemos que sortear algunos escollos culturales, muy pero muy funcionales al sistema. Creo que allí deberíamos poner la mirada, enseñar y difundir que el patriarcado representa una posición de sometimiento de la cual son víctimas varones, mujeres, niños, niñas, ancianos y ancianas. También aquellas y aquellos que son diferentes pero que tienen derechos como todes nosotres.

Vale entonces apuntar hacia allí porque los efectos de la dominación machista se hacen sentir en todos los cuerpos.

Es un engaño el que le quieren hacer creer a los varones. A ellos también los perjudica tener unos escasos días por paternidad, jubilaciones  a una edad en la que ya no les queda resto para disfrutar, catalogándolos de débiles, poco hombres haciéndoles arriesgar así su salud y su vida en el trabajo. Tenemos que transmitirles que no cedan al engaño y sigan creyendo que las mujeres tenemos un lugar secundario frente a la iniquidad.

Las mujeres tampoco tenemos que ubicarnos en la vereda opuesta e imitar el comportamiento machista, suponiendo que asumimos una posición feminista; la verdadera construcción sindical, a mi entender, es la construcción conjunta e inclusiva, contra la dominación patriarcal neoliberal que despliega su poder para obtener la máxima ganancia al menor costo, la misma que construye lógicas de pensamiento para eternizar el sometimiento rentable de los seres humanos que no formamos parte de ese reducidísimo porcentaje que tiene acceso a la riqueza, que hace de la mujer el blanco predilecto para dividir y reinar. Eso es lo terrible y siniestro.

Para finalizar quiero enfatizar que nuestra lucha en el campo del trabajo como mujeres es contra los mecanismos de explotación que tiene el sistema neoliberal, que legitima las relaciones de dominación y desigualdad social y que, como bien lo expresó el desaparecido escritor argentino Héctor Oesterheld, “el único héroe posible es el héroe colectivo”, y por ahí es por donde tenemos que construir nuestro camino las y los trabajadores. 

· Marita Fernández ·

Psicóloga (UNR). Especialista en Salud Laboral. Ex Secretaria de Salud y Seguridad del Sindicato de Prensa de Rosario (SPR). Actualmente se desempeña como asesora en el SPR y en el Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Fe 2da.Circ. Integra la Comisión Directiva del Observatorio de la Salud de lxs Trabajadorxs (ObSaT) de Santa Fe. Contacto: sprsaluyseguridad@gmail.com