ESTADO Y FUERZA LABORAL EN EL PRIMER NIVEL DE ATENCIÓN

Claves de los mejores sistemas de salud

La experiencia ATAMDOS, impulsada por Floreal Ferrara, dejó una impronta sustantiva que permitió a muchos sanitaristas dimensionar mejor el dilema entre modelos de sistemas de salud. FOTOGRAFÍA: LABRADORES DE LA SALUD POPULAR. 2014.

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La intervención activa del Estado habilita la posibilidad de generar un sistema de salud justo, eficiente y equitativo. En esa línea, el fortalecimiento de los equipos que trabajan en los barrios es una estrategia esencial.

El análisis de diferentes sistemas de salud a nivel mundial demuestra que, cuanto mayor es la presencia del Estado como organizador, financiador, administrador y prestador de servicios, mejores son los resultados en cuanto a equidad en el acceso y costo/efectividad,  mejor es la expectativa de vida al nacer y mejores las tasas de mortalidad general e infantil. Con cualquier indicador que se los mida, los sistemas más tutelados por el Estado obtienen mejores resultados y las poblaciones acceden de manera más equitativa a los servicios de salud. Este tipo de sistemas no solo resultan más eficaces sino que también son más baratos. En los países dominados por la lógica del mercado sucede lo contrario; un claro ejemplo es la realidad de Estados Unidos (EE.UU.), el país con la mayor erogación general y per cápita en salud del mundo y que presenta muy malos resultados comparativos. No obstante, en EE.UU., país paradigmático de la salud como negocio y bien de mercado, más de la mitad del gasto en salud proviene de fondos públicos pero, en su enorme mayoría, estos van a pagar prestaciones realizadas por el sector privado, lo que constituye una gigante estafa sobre los contribuyentes norteamericanos que pagan por esos servicios (incluidos los medicamentos) montos exorbitantes. La lógica que ordena (o desordena) el sistema es la de la oferta y la demanda, con un Estado que rara vez procura poner freno a la voracidad de las empresas. EE.UU. gasta actualmente 3.4 billones de dólares por año en atención médica, más de U$S 10.000 per cápita, representando más del doble que la media de los Estados más industrializados. Sus resultados, no obstante, son mucho peores. Un estudio reciente de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard, en el cual se analizaron los sistemas sanitarios de once países (entre ellos Inglaterra, Francia, Japón y Reino Unido), revela que la expectativa de vida es mucho menor en EE.UU (promedio cuatro  años) y la tasa de mortalidad infantil bastante mayor (5,8 por cada 1.000 nacimientos contra 3,3 en España, por ejemplo).

 

Los sistemas más tutelados por el Estado obtienen mejores resultados y las poblaciones acceden de manera más equitativa a los servicios de salud. Este tipo de sistemas no solo resultan más eficaces sino que también son más baratos.

 

Los sistemas de salud fuertemente tutelados por el Estado dan mejores resultados que los que se desenvuelven con la lógica de mercado por varios motivos, aunque dos son determinantes. El primero es que el Estado puede organizar de manera más eficaz, efectiva y eficiente los recursos del sistema y, segundo, tiene la capacidad de litigar contra la voracidad de las corporaciones médicas farmacéuticas globales que avanzan  por estos tiempos con un grado de concentración inusitado. Entre las características organizacionales más importantes de los sistemas de salud “más estatales”, encontramos la relevancia que cobra el Primer Nivel de Atención (PNA) en el conjunto de la estructura sanitaria. Efectivamente, en estos países, entre el 60 al 70 % de los recursos en salud son puestos en el PNA a través de equipos de cabecera, médicxs y enfermerxs, responsables del cuidado de la salud de una población determinada. Este equipo resuelve el 85 % de las consultas cotidianas de salud, mantiene un contacto permanente con sus “pacientes”, realiza los controles correspondientes según protocolos epidemiológicos y los hace transitar por los diferentes niveles de complejidad tecnológica hospitalaria cuando corresponde. Son sistemas con “mano de obra intensiva” en el PNA, que propician la prevención y la promoción de la salud y un uso racional y adecuado de los recursos tecnológicos, incluidos los medicamentos.

Los sistemas con lógica de mercado prefieren una población que decida la consulta según su propio criterio (según síntomas o signos que siente u observa), casi siempre con un especialista y en un centro hospitalario, y no desarrollan acciones de prevención o cuidado proactivo sobre la población más allá de recomendaciones individuales. Estos sistemas propician un alto “consumo” de servicios de salud, de aparatología y de medicamentos porque su horizonte se mueve en la lógica de vender mucho y de maximización de la rentabilidad como cualquier empresa haría.

Las experiencias en nuestro país

Aún sin una participación activa de la comunidad como pregona el modelo de la medicina social y estando atravesados permanentemente por el llamado modelo médico hegemónico dominante, los sistemas de salud con fuerte tutela estatal y basados en el PNA han demostrado y demuestran ser mejores en cuanto a garantizar a la salud como un derecho. Sobre esta base de pensamiento y con el propósito de incorporar a la comunidad de un modo protagónico a la construcción de un nuevo modelo sanitario, el Dr. Floreal Ferrara puso en marcha en el año 1987, cuando era Ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires, el programa Atención Ambulatoria Domiciliaria de la Salud (ATAMDOS). Según Ferrara, esta propuesta sanitaria venía a completar la maravillosa obra que  Ramón Carrillo había iniciado cuatro décadas antes, cuando aún no se habían desarrollado el conocimiento acabado del rol determinante del PNA ni la estrategia de Atención Primaria de la Salud (APS). Si bien Ferrara estuvo poco más de cuatro meses en la función, la experiencia ATAMDOS dejó una impronta sustantiva que permitió a muchos sanitaristas dimensionar mejor el dilema entre modelos de sistemas de salud.

Los ATAMDOS estaban conformados por un equipo interdisciplinario constituido por un médico, una enfermera, un psicólogo, una trabajadora social, un bioquímico y un odontólogo cada dos grupos. Cada grupo atendía trescientas familias dentro de un área definida. Tenían una remuneración equivalente al sueldo del ministro provincial y dedicación exclusiva. Constituían el primer nivel de atención y se integraban con el hospital de la zona. Como su nombre lo indica, la atención era domiciliaria y en el centro de salud. El equipo debía salir diariamente a recorrer el territorio casa por casa, pero a esto se le sumaba que la comunidad participaba organizadamente a través de asambleas donde elegían representantes, conformando un Consejo de Administración. Los vecinos intervenían activamente en el cuidado de la salud colectiva del barrio, de las capacitaciones, de la definición de prioridades respecto a temas ambientales, de la detección de niños sin vacunar y de embarazadas sin controlar, de los casos de violencia intrafamiliar o de género y de muchas otras acciones de salud. Además, también organizaban festivales, campeonatos deportivos, juegos y todo tipo de actividades que aportaban al “buen vivir”, afianzaban vínculos y promovían el valor de la solidaridad a la vez que empoderaban a los vecinos. La construcción social de la salud es una política de poder que da a los ciudadanos la posibilidad de participar de los procesos políticos desde una posición de mayor fortaleza para la defensa de sus derechos. Desde esta concepción fue gestado el proyecto de “los ATAMDOS”.     

 

La experiencia ATAMDOS dejó una impronta sustantiva que permitió a muchos sanitaristas dimensionar mejor el dilema entre modelos de sistemas de salud.

 

En 2015 presentamos desde el Ministerio de Salud de la Nación un proyecto de ley que obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados de la Nación casi por unanimidad. Se crearían 6.000 Equipos Básicos para el Primer Nivel de Atención que debían incorporarse a razón de 1.500 por año durante cuatro años. Eran equipos interdisciplinarios que tenían como antecedente el referido ATAMDOS y también la experiencia del Programa de Residencias Integradas Multidisciplinarias (PRIM), desarrollados en la Provincia de Buenos Aires. La existencia previa del programa de Médicos Comunitarios, con alrededor de 11.000 trabajadores de la salud al año 2015 incorporados en sucesivas cohortes, daba la posibilidad de contar casi con las dos primeras camadas de 12.000 miembros que preveía el Programa. La ley contemplaba excelentes remuneraciones, rotaciones planificadas, capacitación permanente, carrera sanitaria y otros derechos que recurrentemente se les han escatimado a los trabajadores del PNA. Estos equipos debían propiciar y organizar la participación activa de la comunidad en los procesos de cuidado de la salud y su conformación estaba enmarcada en un paquete de medidas que, además de su objetivo específico, constituían herramientas fundamentales para poder sostener el cambio estructural que necesita nuestro sistema de salud. Es decir, trascendían lo puramente operativo en términos de prevención, promoción, atención y rehabilitación de la salud. La construcción de un PNA fuerte y homogéneo conformado por estos equipos interdisciplinarios en el territorio, además de llevar salud a los barrios en todo el país, significaba poder contar con una parte sustantiva de la fuerza laboral en salud con capacidad no solo de llevar salud a los barrios, sino también de sostener la batalla cultural para la transformación del sistema.

Los procesos sociales son conflicto y, sin construcción de organización social, las corporaciones y los grupos con mayor poder de formular e imponer sus ideas e intereses sectoriales salen casi siempre victoriosos. Sin una masa crítica capaz de dar la batalla cultural por las ideas hacia el interior del sistema y de la sociedad, y sin una participación de la comunidad, no es posible sostener en el tiempo los procesos transformadores. Sería esta, por lo tanto, una de las primeras acciones a poner en marcha cuando vuelva a nuestro país un gobierno de corte nacional y popular, democrático y feminista.

 

· Daniel Gollan ·

Médico sanitarista y ex ministro de Salud de la Nación.  Coordina el área Salud del Instituto Patria.